No todo el dinero lo compra ©

Capítulo 24

Sanders creía estar soñando. Por fin podía probar aquellos labios que lo traían loco. Y había superado con creces cualquier expectativa que haya tenido. La boca de Helen eran suave, cálida, dulce…adictiva. Un ruido gutural salió de su propia garganta, o eso le pareció. Ella se apretó más a su cuerpo cerrando el espacio que quedaba entre sus cuerpos. ¡Maldita sea! Era jodidamente perfecta para sus brazos. Encajaban como las piezas de un puzle. Profundizó el beso y esta vez la que gimió fue ella. Eso casi acaba con la poca cordura que le quedaba. Tuvo que detener el beso para poder calmar un poco el desborde de emociones.

—Vaya…—susurró Helen con la voz entrecortada —. Eso fue…

—Por favor, Helen —interrumpió, juntando su frente con la de ella —. No digas que fue un error, porque para mí ha sido una experiencia que no podría describir con simples palabras, pero si me preguntas te diría que fue alucinante, maravilloso, único. ¡Hasta podría hacerte un poema de eso!

Helen sonrió con cierta timidez.

—Vaya…—Helen se alejó un poco —. No iba a decir que fue un error. Lo que quería decir es que eso fue…intenso.

La verdad no era la intensión de él besarla, pero simplemente no pudo resistirse. Quería ir lento. Hacer un plan para ir conquistándola poco a poco.

—No me arrepiento, pero…

— ¿Pero qué, Helen?

—Es solo que no debió pasar.

¿Qué no debió pasar? ¿Y decía que no era un error?

—Eso es una contradicción, Helen —. Le dolió que dijera eso.

—Yo…es que…tú y yo somos amigos y esto es algo…

—Que tarde o temprano iba a pasar, Helen —aseveró él.

Ahora estaba del todo seguro que él no le era indiferente. La forma en la que le correspondió el beso lo decía todo.

—Sanders, te aprecio muchísimo…

—También te atraigo como hombre —añadió.

Ella no lo negó.

—Pero somos amigos. Tenemos algo especial y no sería justo que lo arruinemos por algo…así.

Sanders solo pudo mirarla con incredulidad. ¿Hablaba malditamente en serio? ¿Acaso no sintió esa increíble conexión? Tenía mucho que decir al respecto, sin embargo, solo respiró hondo y recordó cual era el plan.

Ve lento, Sanders.

—Está bien, Helen —dijo, acercándosele. Tomó un mechón de pelo enredándolo en uno de sus dedos —. Tú cree lo que quieras, aunque eso implique engañarte a ti misma. Lo dejaré así…por ahora.

Bajó la mano y la entró en el bolsillo de su pantalón. Tocarla se sentía tan bien. Helen desvió la mirada y casi siente pena por la confusión que expresaban sus felinos ojos. Casi. Sin embargo, unos de los dos, debía dejar las cosas claras y sería él, ya que Helen al parecer se la iba a poner difícil con su terquedad y renuencia a reconocer sus sentimientos. La pregunta era: ¿a qué le tenía miedo? ¿Acaso pensaba que él iba a lastimarla? Si ese era el caso le demostraría que no. Un poco más calmado y con su resolución solo dijo:

—Ya es algo tarde y está muy frío. Regresemos ya.

 

 

Durante el camino al hotel, Helen estuvo intentando hablar del contrato y las ideas que tenía. Sanders sonrió irónico por la situación. Le siguió la corriente y cuando llegaron se excusó diciendo que iba a hacer unas llamadas. Tenía que alejarse un poco de ella. Si la noche anterior fue difícil permanecer a su lado, esa noche sería peor.

No supo cuánto tiempo estuvo caminando. Pero cuando vio la hora ya eran las once de la noche. Esperó hasta media noche para entrar a la habitación, con suerte y ella estaría dormida ya. Entró y la vio acostada de espalda a la puerta.

Helen giró al sentir la presencia de Sanders. Estuvo trabajando unas dos horas después que él salió a hacer esa supuesta llamada. Se sentía tan confusa y el tumulto de emociones encontradas no la dejaba pegar un ojo. Sentándose en la cama frunció el ceño al ver lo que él estaba haciendo.

— ¿A dónde vas? —preguntó al verlo tomar un cobertor y una almohada.

—Voy a la sala.

— ¿Por qué no te quedas como anoche?

Sanders soltó todo lo que llevaba en las manos y con una velocidad imprevista, se acercó a ella y pronto se vio rodeada de los fuertes brazos masculinos. Le levantó la barbilla y la besó. Ella no se opuso y lo dejó hacer lo que quiera con su boca.

— Creo que esto responde a tu pregunta del por qué no me quedo, Helen—dijo, con la respiración aun agitada por el apasionado beso —. Si me quedo posiblemente vamos a terminar haciendo de todo en esa cama, menos dormir.

Se alejó de ella y empezó a tomar lo que había tirado al suelo.

—En serio, no es necesario que te vayas. Puedo dormir en el sofá y tú en la cama.




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