No todo el dinero lo compra ©

Capítulo 25

Helen creía estar viviendo en una realidad alternativa viendo aquel ramo de rosas rojas junto a un sobre y una pequeña cajita blanca con un lazo rosado sobre su cama. Habían pasado dos días desde que Azahara los viera a Sanders y ella besarse. Tomando el ramo en sus manos recordó lo sucedido ese mismo día cuando fue a hablar con Sanders más tarde.

Había terminado de hablar con el Sr. Walker quien había tenido un problema con unos datos y recurrió a ella para pedir ayuda. Después de terminar la llamada, fue en busca de Sanders para hablar de lo sucedido. Lo encontró sentado en su despacho en una actitud pensativa. Al percatase de su presencia, se acercó con una expresión decidida e inmediatamente ella intentó explicarle lo inapropiado que era que se estuvieran besando de ese modo, porque los demás podrían malinterpretar las cosas. En respuesta, él le sonrió y tomándole una mano en gesto caballeroso replicó:

—Es apropiado, Helen. Y vamos a hacerlo mejor —Le acarició las mejillas y solo pudo observarlo anonadada mientras él añadía—: Estoy decidido a cambiar nuestra situación, así que prepárate.

Intentó protestar, pero él la acalló con un beso que la dejó mareada antes de agregar:

— ¿No lo ves, Helen? Tú y yo rompimos esa delgada línea que nos mantenía como “amigos”. Ya no hay vuelta atrás.

El sonido de su celular la hizo reaccionar. En la pantalla había un mensaje del que ocupaba sus pensamientos justo en ese momento. Leyó el corto mensaje:

Querida Helen:

Espero y te guste el regalo. Te estaré esperando en el vestíbulo para irnos a las 10:00 am.

P.D: Lee la carta, por favor.

Dejando a un lado el celular, tomó el sobre y sacó la carta. Mientras iba leyendo el contenido tuvo que sonreír ante la creatividad. Lo que contenía aquella carta era una breve lista donde Sanders explicaba los motivos por lo que ella debería invertir su tiempo con él.

Querida Helen:

Sé que tienes dudas en cuanto a que dejemos de ser solo amigos, es por eso que recurriré a lo que hago mejor: negociar. A ti que eres experta en analizar las ventajas de propuestas de cualquier negocio, te dejo una lista de las razones por la que creo que debes darme una oportunidad y luego corroborarla por ti mismas con hechos tangibles:

Estamos en perfecta armonía cuando estamos juntos.

Nos conocemos y complementamos a la perfección, eso incluye nuestras diferencias, las cuales harán que nuestros días sean todo, menos aburridos.

Eres la mujer perfecta para mí; sabes ponerme los pies en la tierra.

Tenemos una conexión a la que denominaría... inquebrantable.

Al pie de la lista había una nota.

Voy a pedirte encarecidamente, que durante esta semana, iniciando hoy sábado, no digas nada respecto a nuestra relación, solo déjame mostrarte de que hablo y si después aún no te convenzo, pues... seguiré intentando a tu modo.

Tuyo; S. Nichols.

Releyó la carta al menos tres veces más. Estaba aturdida.

— ¡Ay, Sanders! ¿Qué haré contigo? —susurró llevando la carta a su pecho, donde su corazón latía cual alas de colibrí.

Se acostó bocarriba en la cama y se percató de la pequeña cajita de regalos. Volviéndose a sentar desenvolvió el contenido. Era un itinerario para visitar algunos de sus lugares favoritos, como museos y una librería nueva que habían inaugurado hacía meses atrás. Viendo la hora se dio cuenta que eran casi las nueve de la mañana. Mientras se vestía se le ocurrió que podría llevarse a Azahara, así se sentiría más tranquila y él se lo tomaría con calma.

Esto último no pasó. Cuando fue a ver a la niña, esta le dijo que tenía planes. Eso fue raro, Azahara siempre quería salir de paseo con ella y si estaba su padre más. Al final terminó yéndose a solas con Sanders. Y no lo lamentó.

Fue un día increíble.

Sanders le demostró la parte de la lista en la que decía lo bien que la pasaban juntos. La librería fue como un pedacito de cielo personal, los museos y demás súper interesantes. Era increíble cómo pese a vivir en Los Ángeles tantos años, había lugares increíbles a los que no conocía, como el Museo Getty Center. Aunque claro, no tenía mucho tiempo tampoco. Después de largos paseos, recorridos y terminar la noche en un restaurante de comida mexicana, regresaron a la mansión en eso de las once de la noche y él en ningún momento intentó besarla, fue un perfecto caballero y guía, demostrándole una vez más el vasto conocimiento que poseía de cultura general.

—Fue un día increíble, Sanders —dijo, antes de ir a su habitación a tomar un merecido baño —. Tú eres…increíble —agregó sin pensar —. Sanders, yo…

—Por favor, Helen, no digas nada relacionado a nosotros. Déjame mostrarte más.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.