No todo el dinero lo compra ©

Capítulo 26

Sanders intentó concentrarse por tercera vez en lo que estaba leyendo sin tener éxito. Eran apenas las seis de la mañana y él estaba despierto desde las cuatro.

Tres días, habían pasado tres días desde que tuvo aquella conversación con Helen donde le dejó claro que no podría seguir siendo solo su amigo. No se arrepentía de haberlo hecho, pues era la pura verdad. Lo que si lo atormentaba era la posible respuesta que obtendría. ¿Y si Helen le decía que no? Solo de imaginar no verla más le hacía perder el sueño. Sí alguien le hubiese dicho unos años atrás que una mujer le quitaría el sueño, se hubiese reído en su cara después de contestarle con una respuesta irónica.

Agotado cómo hacía tiempo no se sentía, pasó las manos repetidas veces por su cabello. Dándose por vencido en su intento de revisar un informe, bajó la tapa de su laptop. Sacó un cofre de una gaveta que tenía con llave y lo acarició distraídamente antes de abrirlo por enésima vez. Tomó las notas que contenían y las repasó nuevamente sintiendo las mismas emociones que le provocaron al recibirlas. Leyó al azar pasando de una a otra:

-Te gusta tener un espacio donde perderte de vez en cuando.

-Lo que más amas es llegar y ver la sonrisa de tu hija.

-No te agradan los aduladores.

-Tienes un alma vieja: te gusta la música clásica, el olor y el color que adquieren los libros viejos y por eso tienes una pequeña colección de estos.

-Te gusta correr para generar ideas nuevas, relajarte o solo por placer.

 

Un destello de esperanza renació en él nuevamente. Alguien que se fijará tanto en su persona, que lo besara con tanta entrega y que se perdiera en su mirada como lo hacía Helen, debía sentir algo suficientemente fuerte para darle una oportunidad ¿no?

Estaba tan ensimismado en sus pensamientos que no escuchó la puerta abrirse. Ya eran la siete de la mañana.

—Buenos días, papi —Sanders abrió los brazos para recibir a su hija.

Se extrañó al verla seria y sin saludarlo con su habitual alegría.

Azahara miró a Helen, quien entró detrás de ella, como pidiéndole algo.

—Azahara tiene algo que decirte, no te vio ayer y por eso no te dijo.

Se sintió culpable porque no había visto a su hija en el intento de esquivar a Helen para darle espacio y que piense sin que se sintiera presionada.  

—Te escucho, mi Sol.

—Es que… —Estaba nerviosa y se preocupó.

—Sea lo que sea dímelo con toda la confianza —La animó.

—Ayer tuvimos un examen y Mónica no sabía una respuesta, por eso me pidió que se la diga…bueno…

Acarició el pelo de su pequeña, la cual jugueteaba con sus deditos.

— ¿Mónica es esa niña que le gusta molestar? —Preguntó para darle tiempo, la niña asintió despacio — ¿Qué hiciste?

—Yo la ayudé y la directora, la señora Anderson, estaba viendo y nos regañó feo, pero Mónica dijo que yo le copiaba y por eso ella me quitó el examen a mí… —Azahara quién tuvo la vista en el suelo mientras le contaba todo, lo miró a la cara avergonzada antes de añadir—: La señora Anderson quiere verte hoy porque tengo que tomar el examen de nuevo.

—Hablé con la directora ayer cuando fui, tal parecer que ella tiene problema con que Azahara esté dos niveles por encima de las demás niñas. Le dejé claro que mi niña merecía estar en ese grado y le exigí que repitiera el examen —explicó Helen, por su tono de indignación se imaginó que no fue una linda conversación.

Su tigresa. ¡Como quería a esa mujer!

— ¿Estás molesto conmigo, papi?

Sanders pensó en cómo explicarle a una niña de 6 años que no debía ser tan… buena. Debía aprender a defenderse de ese tipo de gente. Helen solo lo observaba con curiosidad y algo más que no pudo descifrar. Tuvo que hacer un esfuerzo para dejar de verla y concentrarse en su hija que esperaba una respuesta.

—No, mi Sol, no estoy molesto conmigo. —La besó tiernamente en la frente—. Pero por eso que pasó voy a decirte algo muy importante y espero que lo entiendas. Mi Sol, no se puede ayudar a todas las personas, especialmente a hacer trampa. Eso no está bien. Además, al igual que Mónica que ahora es apenas una niña, encontrarás personas que son...así. De esas que si les da una mano para ayudarles a salir de un hoyo, en vez de salir te hunden con ellos.  

— ¿No debo ayudar a las personas, papi?

Sanders miró a Helen en ese momento y ella le sonrió con una ternura que le derritió el corazón a la vez que le ayudaba con la respuesta. Recordó como Helen manejó la situación al Azahara decirle que quería ayudar a su amiguita, Amanda, con el uniforme. Usar ejemplos era eficaz al explicarle temas complejos.

—No, debes saber a quién ayudas que es diferente y en qué circunstancias. Hacer trampa o ser deshonesto no es una de ellas. Por ejemplo; ¿tu amiga Amanda te pidió que la ayudes a hacer el examen?




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