No todo el dinero lo compra ©

Capítulo 5

Aparcaron en el garaje del estudio a la hora acordada donde se realizarían la esperada entrevista. A Sanders le gustó que los reporteros no tuvieran acceso al lugar. Entraron al set donde todo se estaba terminando de preparar.

—Sanders Nichols, aquí, en mi reino —escuchó una voz femenina a su espalda. Sanders se dio la vuelta y observó cómo Susana Torre se acercaba a él.

—Y es todo un honor —dijo sarcástico, lo que no pasó desapercibido por Torre.  

—Yo diría que honor, no tanto…más bien conveniencia —replicó con intención.

«Muy perspicaz», pensó Sanders. Susana Torre era la mejor por algo, no se le escapaba nada. La evaluó atentamente. Era una mujer atractiva a pesar de que debía rondar cerca de los 50 años. 1.70 m y una estupenda figura, no sabía si era producto de dieta y ejercicio o bisturí. Su mirada le recordaba un ave des rapiña, agilizada por los años de experiencia.

Sanders y Susana se miraron analíticamente. Helen los miró a los dos y pensó que Susana Torre no se la iba a poner fácil, pero Sanders no se quedaría corto ante el reto que representaba aquella entrevista, donde se jugaba gran parte de su reputación.

—Bueno, prosigamos con la entrevista —dijo finalmente la periodista con una maquinadora expresión.  

Susana miró detrás de Sanders y se fijó en la presencia de Helen.

— ¿Y ella es? —inquirió mirando a Sanders.

—Ella es mi… niñera temporal, y la pequeña, es mi preciosa hija.  

Susana se acercó para mirar a la niña, quien estaba cubierta con una mantita rosada. Helen la abrazó más fuerte instintivamente, gesto que no pasó desapercibido por la periodista.

­—Has traído a la niña… —Sonrió como quien se había ganado la lotería. 

—Así es. Quiero compartir con todos la felicidad de encontrar a mi pequeño tesoro.

Susana lo miró con admiración.

—Eres muy astuto, señor Nichols, muy astuto —le dijo Torre.

Sanders ignoró el comentario.   

—Necesito un minuto a solas con mi niñera —. Le hizo un gesto a Helen, quien arqueó una ceja.  

Susana los observó con curiosidad antes de hablar.

—Que sea breve. Lo espero en el camerino en cinco minutos—.  Se dio media vuelta y se fue.

La niña se removió incomoda en los brazos de Helen.

—Y bien, ¿qué quieres decirme? —preguntó cuándo desapareció la periodista, mientras acariciaba el pelo de la niña para calmarla.  

—Quiero que entres con la niña cuando diga lo siguiente... —Sanders contempló a la pequeña Azahara, quien empezaba a inquietarse —. Espero que no arme un berrinche cuando la necesite —dijo advirtiéndole a Helen con la mirada. 

Helen resopló sonoramente.

— ¿Ahora qué? —se exasperó Sanders, imaginaba que venía una nueva reprimenda.

—Nada, señor Nichols. ¿Cuál será esa frase para entregar  a Azahara? —dijo, poniendo su atención la pequeña, quien estaba entretenida con su colgante.

A Sanders no le gustó su tono, ni que lo ignorara tan abiertamente, pero no había tiempo para ponerla en su sitio. Decidió pasarlo por alto de momento.

—Cuando diga “aquí mi tesoro” entras ¿entendido? —dijo con extremada lentitud, como si fuera tonta.   

Sanders vio cómo se mordió el labio inferior con fuerza. Sonrió para sus adentros, sabía que ella se estaba conteniendo. La miró esperado una respuesta y posó su mirada en el labio enrojecido por los dientes cuando se dispuso a hablar.

—Entendido —contestó de mala gana.

 

Sanders entró en el camerino, donde lo prepararon y equiparon con todo lo necesario. Helen se quedó en sala de control de producción, de donde podía ver muy bien la entrevista.

Una vez todo estuvo listo, empezó la entrevista. Susana Torre estaba al lado de Sanders y después de la presentación rutinaria, empezó.

—Sanders Nichols, ¿puedes decir que es lo que ha pasado con el asunto de la niña?

Sanders pensó que Torre no se andaba con rodeos. Se dispuso a contestar.

—Hace unos meses me enteré por medio de una carta sería padre, mi antigua novia se había quedado embarazada.  

Susana lo miró con sorna.

—Así que… ¿era su novia? —se tocó la barbilla y le miro con una sonrisa ladeada. —Me sorprende. No pensamos que tenía usted una “novia” —siguió atacándolo.   

—Tenía una novia, sí —recalcó lo de novia —. Aunque muchos, especialmente los reporteros, periodistas y los medios de comunicación, se han dado a la tarea de darme una imagen más bien inhumana… algo así como un robot, pero aquí aclaro que también soy humano, por ende, tengo mis necesidades afectivas.    




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