No todo el dinero lo compra ©

Capítulo 10

Helen bajó de su habitación antes de salir el sol para darse cuenta que faltando solo un día para el cumpleaños de la pequeña Azahara y todo seguía igual que los días anteriores, un caos total de actividades que ella seguía sin tener idea que era lo que organizaban. Suspiró con cansancio.

En serio, ¿pero qué rayos hacen todos?

Fue a la cocina y se sirvió una taza de café acompañado de unas tostadas. Sentada en el desayunador pensó en qué podría hacer para el cumpleaños de Azahara. Después de terminar decidió ponerse a trabajar, así tendría tiempo para preparar algo para el día siguiente.

Más tarde mientras repasaba y organizaba unas cuentas, la Sra. Techy la llamó.

— ¡Querida Helen! —llamó a la puerta del estudio que ella había improvisado en un cuarto vacío cerca de la cocina.

—Pase.

—Oh, querida, ya sé que estás ocupada, pero necesito tu ayuda urgentemente —dijo la Sra. Techy nada más entrar.

Helen frunció el ceño, extrañada.  

— ¿Qué pasa? —preguntó.

—Necesito que me ayude con algo.

— ¿Con qué?

—Es una lista de unos materiales que el Sr. Nichols mandó a buscar, pero Tony no está aquí y él es el encargado de esas cosas.  

— ¿Puedo ver? —La Sra. Techy le pasó la lista. Le echó un rápido vistazo y sonrió. —No hay problemas, yo lo hago.

—Te lo agradezco mucho, querida —dijo antes de salir con la misma prisa que había entrado.

 

Cuando Helen llego a la tienda se fijó en una lujosa limusina rodeada por dos hombres que imaginó que serían guardaespaldas por cómo iban vestidos y su postura alerta.

—Estos ricos y sus caprichos —murmuró entre dientes antes de entrar a la tienda especializada en ventas de todos tipos de materiales para oficinas.

Recorrió los pasillos en busca de los materiales con rapidez, quería terminar pronto. Iba caminando distraída mirando la lista, cuando chocó con alguien.

—Lo siento mucho. —Se disculpó.

—Pero que sorpresa —dijo una voz conocida.

—Ah, eres tú de nuevo —. Era Richard, el mismo joven del día anterior en el parque.

—No pareces nada emocionada, pero yo me alegro encontrarte nuevamente.

—Bueno, solo nos hemos visto una vez, ayer.

—Claro, y ¿qué haces aquí?

— ¿Comprar? —dijo divertida, ante lo obvio.

—Por supuesto. Eso ha sido una pregunta tonta —dijo, algo avergonzado.

—Bien, debo seguir. Tengo muchas cosas que hacer el día de hoy —añadió Helen, después de un incómodo silencio.

—Por supuesto, no te quito más tiempo. —Helen lo observó, parecía más avergonzado.

—Adiós, Richard —se despidió.

—Oye, Helen… —llamó cuando empezaba a alejarse.

— ¿Sí?

—Es que quería agradecerte por lo de ayer y pensé que quizás me aceptarías una taza de café o algo algún día —invitó, algo inseguro.

Helen pensó que él no parecía un hombre que titubeara para invitar algo a una mujer. Sonrió ante el pensamiento.

—Ya te dije que no tenías nada que agradecer —dijo —, pero claro, podemos ir algún día.

Sabía que no pasaría. ¿Cuáles eran las posibilidades de volvérselo a encontrar? Él entrecerró los ojos.

—A pesar de que lo dices solo para salir de mí, voy a tomarte la palabra —se acercó a ella y tomándole una mano en un gesto caballeroso, beso su mano. —Nos vemos, querida.

Helen se quedó aturdida por unos segundos. Luego de decir aquello, él se fue y ella  le siguió el paso con la mirada hasta verlo montarse en aquella limusina en la que se había fijado antes, por el cristal del escaparate de la tienda. Sacudió la cabeza para despejarse. Era una situación bastante extraña.

 

Llegó a la mansión unos cuarenta y cinco minutos después con los materiales e inmediatamente entró, la Sra. Techy fue a su encuentro.

— ¡Ay, querida, por fin estas aquí! Por favor, ve de inmediato al estudio del Sr. Nichols. ¡Esta que chispea!  

Helen hizo un gesto de disgusto.

—Ya voy, ya voy —musitó sin mucho entusiasmo.

 

Delante de la puerta del estudio, Helen suspiró intentando relajarse. Lo último que quería era ver a su jefe. Tocó la puerta.

— ¡Pase! —gruñó Sanders desde el interior. —Cierra la puerta —ordenó al ver que se trataba de ella.

La escrutó con sus ojos azules y el ceño fruncido. «A este paso le saldrán arrugas antes de tiempo», pensó ella al ver el gesto.

—La Sra.Techy me dijo que tú habías ido por los materiales —habló por fin.

—Sí, aquí están. —Le dio los materiales.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.