Vivimos en un mundo tan cambiante que a veces es difícil comprender lo que está ocurriendo, lo que ocurrió o lo que ocurrirá; sin embargo, tenemos una capacidad de adaptación tan sorprendente que cuando menos lo pensamos, ya estamos aceptando la realidad que se vive. Así estaba mi mundo, nuestro mundo, viviendo unas de las crisis más sorprendentes, pero debo comenzar desde el inicio.
Comenzó aquel 2 de abril; no podría olvidarlo jamás porque fue uno de los días más especiales de mi vida. Mi novio Tony y yo nos encontramos en nuestro restaurante favorito y, justo a las 2 en punto de la tarde, se arrodilló ante mí, con todos aquellos espectadores que se encontraban almorzando con nosotros; sacó un anillo hermoso de compromiso con una piedra color verde. Él sabía que era mi color favorito, un sueño cumplido; me propuso matrimonio. Estaba tan feliz que no podía decir nada, solo sonreía y asentaba con la cabeza. Lloré como una niña pequeña; llevaba esperando por ese momento toda mi vida, el sueño que tuve de niña, ver cómo el amor de mi vida me proponía pasar el resto de su vida conmigo… simplemente no podía pedir más.
Todos nos aplaudieron y celebraron; él, de manera alocada, pidió una ronda de cervezas para todos, así que celebramos a lo grande.
Esas fueron sus palabras, y realmente era lo único que yo necesitaba. No tuve padres, pero tuve a una tía que se responsabilizó de mí luego de 15 años, con su hija, mi prima, que cubrió un poco ese vacío y fue como una hermana por todos esos años.
La felicidad nos duró poco, pues de un segundo a otro, mientras compartíamos y brindábamos, todos en la calle comenzaron a gritar desesperadamente, corrían de un lado a otro, los carros ya no tenían control; muchos chocaron y se volcaron. Recuerdo que todos estábamos asustados; Tony me tomó de la mano y salimos del restaurante tratando de entender la situación, pero la verdad es que no entendíamos nada, solo corríamos sin parar, sin mirar atrás, y de pronto muchas personas eran lanzadas por los aires, caían muertas, una total película de terror.
Logramos llegar a la casa de mi prima, era el punto más cercano y seguro que teníamos, y en su casa se encontraba un grupo de 10 personas aproximadamente, todos tratando de entender lo que pasaba y aterrados al cien por ciento; vimos las noticias y no lograban decir nada. De pronto la luz se fue, no había electricidad por ningún lado y las señales cayeron; estábamos completamente incomunicados, solo podíamos quedarnos en ese lugar, en silencio y esperar.
Llegada la noche, cuando ya no se escuchaba a nadie, decidimos asomarnos por las ventanas, y vimos la escena más terrífica de nuestras vidas: personas, ancianos, adultos y niños en las calles, todos muertos, totalmente desfigurados, triturados en realidad, como si se los hubiesen comido en su gran parte; esa primera imagen yo no podría olvidarla nunca, no creo poder hacerlo.
La casa de mi prima era pequeña para todos los que estábamos; hablábamos de 15 personas que luego pudimos contar e intercambiar nuestros nombres. Para una vivienda de solo 2 habitaciones y un pequeño baño, fue muy complicado, pero pudimos manejarlo de la mejor forma. Había poca comida en el refrigerador, pero la supimos distribuir muy bien, por los 3 días que estuvimos en ese lugar, en total silencio. Así fue como comenzamos a ver personas caminando en las noches; notamos que era más fácil moverse; no entendíamos por qué, y es que tampoco sabíamos qué era lo que estaba atacando, pero la necesidad llamaba, y no teníamos más alimento. Había que resolver y nos tocó.
Dentro de las 15 personas, nos encontrábamos 6 mujeres adultas, mayores de 20 años, 7 hombres adultos entre los 26 y 45 años y dos adolescentes, uno de 14 y el otro de 16; algo teníamos claro, ellos dos, al ser los más jóvenes, no saldrían, así que nos fuimos separando por grupos para, entre la semana, buscar comida.
Los primeros en salir fueron un grupo de 4 personas, 3 hombres (los mayores) y una mujer; ni mi prima, ni Tony ni yo fuimos seleccionados en esa oportunidad, lo cual representó un alivio. Vimos cómo salieron, pero no lo que vivieron. Luego de 3 largas horas de espera y angustia, lograron llegar corriendo solo 3, dos hombres y la chica; así es como nuestro grupo de 15 personas se redujo a 14 en una salida por buscar alimento.
Ninguno de ellos podía explicar lo que ocurrió, solo dijeron que estas “cosas” comenzaron a salir de la nada, y uno de los hombres se tropezó, lo atraparon y lo devoraron frente a ellos, una escena digna de película de terror. A pesar de todo, lograron conseguir comida, pero sabíamos que no sería suficiente, y que tal vez nos alcanzaría solo dos o tres días más, sabiendo administrar muy bien.
Nos limitábamos a comer tanto que en esa semana logré bajar de peso increíblemente, al igual que todos, pero no podíamos hacer nada respecto a eso, y ciertamente era una de las menores complicaciones que teníamos.
Pasados los 3 días siguientes, otro grupo fue elegido; en él iban Tony y mi prima, y yo estaba aterrada. Tony me abrazó fuertemente y me dijo que me quedara tranquila, él regresaría pronto. —Yo no estaba tranquila, no podía estarlo—. Fueron las 2 horas más eternas de toda mi vida; supongo que en ese transcurso de tiempo recé incluso lo que pensaba que no me sabía, pero de un momento a otro los vimos corriendo y entraron los 4 a salvo. Yo solo pude abrazarlo, besarlo y darle gracias a Dios de que él estuviera ahí conmigo. Aunque hubo un percance, Tony tuvo un esguince durante el recorrido de regreso, lo que lo hizo llegar vivo, pero con el pie súper hinchado, no podía caminar casi, los demás lo traían cargado a la par de cómo podían correr, y era un hecho también saber que la comida ya se estaba agotando en los lugares cercanos que ellos visitaban, pues estaba claro que no éramos los únicos sobrevivientes, había muchos más, pero al igual que nosotros, se encontraban escondidos.