◍ DE NATÁN ◍
¡Mierda! La primera taza vuela contra la pared y se hace pedazos. Luego, el ratón… lo golpeo contra la mesa hasta destrozarlo por completo. ¡Joder! ¡Joder! ¡Es imposible! No puede ser que la gente tenga tanta suerte.
Voy al baño a lavarme la herida en la mano. Sangra. En la palma tengo incrustados trozos de plástico. Dios… Intento controlar mi respiración, calmarme. Cuidado. El espejo del baño es enorme y ya me está poniendo de los nervios.
Huuuh… Vale, tengo que explicarte qué me pasa. Esto es tilt. Cuando un jugador de póker, después de demasiadas pérdidas, pierde el control. En la vida real también entramos en tilt, pero el póker lo provoca con especial facilidad. ¿Sabes por qué? Porque, joder, perder cientos de dólares en un par de horas no es broma.
Durante toda la noche he estado en situaciones donde tenía una ventaja clarísima, pero a los demás les caía el milagro. Su asquerosa oportunidad mínima. Por eso dicen que "la suerte es para los perdedores", porque un buen jugador nunca mete dinero en situaciones desfavorables y no depende de la suerte. Pero a veces, soportar esta puta varianza matemática es imposible.
— Te lo he dicho mil veces: no juegues cuando estás en tilt. Si pierdes un par de buy-ins, te levantas, sales a caminar, te despejas, — me dice mi amigo por teléfono. — Sabes bien que un mal comienzo rara vez acaba bien.
— Lo sé, lo sé… Pero una cosa es saberlo y otra es hacer lo correcto. ¡Simplemente no podía creerlo! ¡Es un puto misterio! ¡¿Cómo?! ¿Cómo puede salir todo tan mal?
Revuelvo el azúcar en el café y tomo un sorbo. Y lo escupo en el fregadero. Aún no se ha disuelto.
— Hermano, no lo sé. No hay una explicación matemática, pero lo he comprobado mil veces: si juegas como un perro apaleado, te seguirán golpeando. Es como si atrajeras la mala suerte. Bad beats tras bad beats. La única salida es dejar de jugar y descansar.
— Sí… Es cierto. Tengo que tomarme un día libre, — asiento. — Esta ciudad es un desastre. Llegué y me cayó un aguacero encima. Luego, otros problemas. Casi pierdo la llave en plena noche…
Le cuento mis aventuras.
— Pues eso, sal a caminar. Conoce la ciudad. Escribe algo. No sé, un guion sobre la ciudad.
— ¿Y eso por qué? Hace años que no escribo nada.
— Bueno, en algún momento querías ser guionista, ¿no? Eso significa que te gustaba escribir. Tal vez la ciudad te inspire. — Se escucha un crujido en el auricular. — Lo importante es que te olvides del póker. Ya ganarás dinero más adelante, pero si sigues jugando así, te fundirás el bankroll.
— ¿Estás comiendo galletas? — frunzo el ceño.
— Sí. De avena.
— ¿A las dos de la mañana? ¿Te has vuelto loco? — niego con la cabeza y observo el vendaje en mi mano. Tuve que vendarme la palma entera.
— Ser humano ya es una locura en sí misma, — responde Tadeo y crunch otra vez.
Mi amigo siempre tiene razón. Es como mi maestro espiritual. Aunque muchas veces lo llamo solo para escuchar las palabras que ya sé de memoria. Pero créeme, en la vida, eso es justo lo que necesitamos. Y estoy seguro de que mi gurú lo sabe perfectamente.
Nos despedimos. Tomo unos cuantos sorbos más de café y salgo a la calle. La noche es profunda, y yo, como un vampiro, me lanzo a la caza. Aunque, en el fondo, sé perfectamente que en algún rincón de esta ciudad… “El Cerdo Gordo” me espera.
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Editado: 22.07.2025