Noa: La Chica Enigma

⌘ Episodio 18: CAPÍTULO II. EL ENIGMA DEL HALLAZGO

"Ser humano ya es una locura".

Tadeo

— ¡¿Cómo pudiste perderla??

Me quedé mirando a Ágata con mis grandes ojos castaños. Primero, mi mirada y mi cuerpo entero se llenaron de desconcierto. Luego, de incredulidad. Finalmente, de rabia. Todo sucedió en cuestión de segundos. NUNCA había mirado a Ágata de esa manera. Siempre creí que eso no tenía cabida en nuestro matrimonio. Estaba seguro de que, pasara lo que pasara, podría mantener la calma, entender y aceptar.

— La perdí... — baja la mirada hacia sus manos, que ahora observa con gran atención. — La llevé para mostrarla en el trabajo. Ya sabes que no solo flota... Y luego desapareció en algún lugar. Pero la encontraré.

Ágata levanta la vista. ¡Dios, qué hermosos son sus ojos! Los conozco desde hace años, cada mínimo gesto de su expresión, pero cada vez que los veo, pienso en lo mucho que amo a esta mujer.

— Tiene que estar en el trabajo o en el café...

— ¡¿Café?? ¡¿También la sacaste en un café??

Los ojos increíblemente hermosos de mi esposa y la increíble rabia dentro de mí crean un contraste insoportable.

— Sí... Entramos a un café.

No puedo hablar. Por un instante, simplemente camino por la habitación como si me hubieran quemado. Ágata ha perdido nuestra esfera. Una combinación única de materiales. Una esfera que, bajo la influencia de nuestros campos eléctricos, puede levitar. Un objeto que era el símbolo de nuestra unión. Y quizá... la esencia de mi trabajo.

— ¡Sabes lo importante que es esto! — finalmente exploto, como una represa que se rompe en una inundación primaveral. — ¡Es invaluable! La esfera... nuestro símbolo. ¡El símbolo de nuestro amor!

Me dejo caer en el sofá de la sala.

— Lo siento...

Ágata se sienta a mi lado. Puedo sentir su aroma, incluso el temblor en su cuerpo.

— Tienes que encontrarla... Aparecerá. No puede ser de otra manera — digo con firmeza.

NUNCA habíamos peleado con Ágata. Ni una sola vez en todos estos años. Pase lo que pase, nos perdonamos, reíamos, lo dejábamos pasar. Y ahora esta anomalía ha entrado en nuestras vidas. Esta tensión se ha levantado entre nosotros como un relámpago esferoidal. Solo que su color es negro.

Me puse de pie de un salto y algo se rompió. Ambos miramos horrorizados al suelo: la figurita de un perro que siempre había estado en la mesita junto al sofá había caído. Un regalo sin importancia, pero...

Miré a Ágata. Sus ojos estaban llenos de miedo. Ella creía tanto en las señales. ⌘

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