Noa: La Chica Enigma

Episodio 43

Ella lo dejó entrar.

Desde la primera cita, Noa sintió, sin saber por qué, que se ponía nerviosa cerca de Natán. Como si fuera un examen. O simplemente... Todo parecía demasiado importante.

— Bonito apartamento. Se nota que aquí vive gente buena.

— Sí. Es de un señor. Lo conocí por casualidad — dice Noa, mostrando su hogar temporal. — Se fue por un tiempo a visitar a su hermana en la provincia vecina.

— ¿Las flores? ¿Alguien te las regaló?

— Sí. En la cita pasada. — se ríe ella.

— No me gusta regalar cuando lo esperan.

— Me las compré yo misma.

— La próxima vez te las compro yo. Pero será inesperado.

— Te tomo la palabra.

Entran en el dormitorio.

— ¡Cuántos mapas tienes! Genial — dice Natán al ver la colección de la chica. — Cuando era niño dibujaba mapas. Me enseñó mi primo. Lo que menos me gustaba era dibujar bosques — había que hacer esas formas como copas de árboles todo el tiempo.

El chico demuestra esa tarea aburrida, y su interlocutora sonríe.

— Lo que más me gustaba era dibujar cordilleras. Y los ríos que nacen en los valles montañosos. Pero tú me entiendes — ¡tú también dibujas!

— Así es.

Se sientan en la sala. En el mismo sofá. Muy cerca.

— Dibujar, para mí, es como la música — dice ella. — Una expresión de tu esencia sin palabras. A veces es tan difícil deshacerse de las palabras.

— Perdón por haber pensado mal de ti... Es solo que... no sé si esto...

— ¡Lo ves!

Ríen.

— A veces, las palabras realmente lo arruinan todo — coincide él. — Pero la gente está tan enganchada a verbalizar el espacio que los rodea.

Ella lo observa en silencio por un buen rato y finalmente dice:

— Ahora mismo estoy traduciendo una novela. Es maravillosa, pero nadie quiere publicarla. La escribió un chico sueco. Lo conocí por casualidad. Y tú hablas como él escribe.

— ¿Cómo?

— Increíble...

Guardan silencio. En el apartamento reina la calma y el confort. Afuera oscurece. Los rasgos de ambos se disuelven poco a poco en la penumbra.

— Me gusta cada vez más la versión de mí que está contigo — se ríe Nate. — Eres una chica encantadora. No pensé que existieran chicas como tú.

— ¿Como yo?

— Así... Percibes todo con tanta delicadeza. Lo afrontas todo con tanta conciencia.

— Gracias...

— ¿Qué hacemos hoy? — pregunta con actitud.

— No sé. Podemos comer algo. Cocino algo.

Nate se inclina hacia ella:

— ¿Me dejarás besarte hoy?

— No lo sé — responde sinceramente. — Me pongo muy nerviosa contigo. No sé por qué...

— Lo entiendo. Necesitas tiempo. Acostumbrarte a mi olor — bromea él.

— Oh, tu olor...

— ¡Basta! Solo es perfume — se huele. — Espera, tal vez sude un poco.

Se levantan y llenan el apartamento de movimiento. Noa comienza a cocinar. Natán corre a la tienda por comida. Regresa y vuelve a llenar el lugar con sus bromas, historias, cuentos.

— ¡Nate?

— Sí, Buhito?

— ¿Y bien? — susurra el chico por el teléfono.

— ¿Qué? — sonríe Natán, de pie junto a Noa.

— ¿Cómo fue todo?

— Buhito, todavía estoy con Noa.

— Saludos para él — dice la chica.

— Te manda saludos. Y a Oly también.

— Gracias — se oye la voz de Oly por el teléfono, y los cuatro estallan en carcajadas.

— Bueno, dale Nate. Que tengan buena noche... — dice Santi y cuelga.

— ¡Vaya par! — dice Natán y guarda el teléfono.

Y de pronto, Noa lo abraza. Él, algo desconcertado, la abraza también.

— ¿Qué pasa? — pregunta.

— Te encontré por segunda vez por casualidad...

Se abrazan, y Natán comprende que ese abrazo significa más que un beso. Mira por la ventana y ve, en el apartamento de enfrente, en el tercer piso, a un hombre destrozando con furia su casa.

En el rostro de Natán aparece, de pronto, una sospecha...




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