Subo los peldaños sin despegar la vista del edificio central, los nobles que caminan a mi lado no dejan de hablar sobre lo extasiados que están por comenzar su primer año en la academia. Yo quisiera escapar de aquí cuanto antes, pero no puedo hacerlo, me propuse a seguir adelante con esto, aunque mi vida se vea en riesgo en un lugar atestado de individuos que no me quieren ver respirando. Esta es la oportunidad que muchos quieren aprovechar, hacer leyenda en Brandryliax con mi asesinato. No soy una experta como todos ellos, pero daré lo mejor de mí, si voy a morir acá, que por lo menos se vea que lo intenté, que hice todo lo posible por resaltar en su comunidad, no por ser aceptada, sino por ser reconocida y respetada en una sociedad aristócrata llena de prejuicios.
Cuando piso el último peldaño, presencio como los nobles se dividen en ocho filas, cada una formada con los miembros de sus respectivos reinos. Me encamino hacia donde se dirigen los nobles de Aqueser y avanzo en la fila con lentitud. A mi lado izquierdo está la fila de Zerstodow y a mi derecha la de Windrinka, doy un paso cuando el noble que se ubica adelante se mueve, pero me llevo una mano a la mejilla cuando siento una punzada de dolor, me veo la palma y hay sangre sobre ésta.
—¿Cómo ha...?
—Clemence, ¿cuántas veces te he dicho que eso no se hace? —Soy interrumpida por una chica que se localiza diagonal a mí en la fila de Zerstodow—. Discúlpela, cuando conoce a alguien nuevo hace todo lo posible para llamar su atención.
Me quedo observando a la chica o… mejor dicho, a la niña, ya que luce como una pequeña de doce años. Se ha disculpado en nombre de la tétrica muñeca que lleva en los brazos, a la cual sigue riñendo por lo ocurrido, pero, ¿cómo lo ha hecho? No puedo dejar de ver a la pequeña, lleva un vestido apompado, completamente negro, su cabello azabache cae en línea recta por su espalda y una diminuta diadema se visualiza en el tope de su cabeza. He de suponerlo, me ha atacado, al fin de cuentas, es la hermana del príncipe Dart. Luce como él, piel opaca, venas violáceas en sus mejillas, profundas ojeras oscuras, cadáveres deambulantes. La muñeca es como ella, incluso van vestidas iguales, hay una tela cubriendo sus ojos, cómo evitando que vea el mundo que la rodea.
La chica voltea a verme rápidamente y me atrapa observándola, me sonríe y un escalofrío recorre mi espina dorsal, sus dientes son afilados, iguales a los de un perro, se acerca hasta la baranda y extiende sus brazos mientras carga su muñeca para que la pueda apreciar mejor.
—Ella es Clemence, mi hermanita, ¿verdad que es hermosa? Es idéntica a mí, somos gemelas —dice y no puedo evitar retroceder del miedo.
—Sí, es muy linda, princesa Aisha, toda una princesita al igual que usted —comenta un chico detrás de mí.
—¡Gracias!
La niña me da la espalda y dejo salir todo el aire que tenía acumulado en mis pulmones, me volteo para agradecerle al chico y este me espera con un pañuelo en su mano, lo miro confundida y éste me hace una seña con su dedo y una mueca con sus labios, apuntando hacia su propia mejilla.
La herida.
Tomo el trozo de tela y lo coloco donde siento la punzada de dolor.
—Cuando le vuelva a hablar, sígale la corriente, detesta que la ignoren. Todos en Midgadriel conocen la demencia de la princesa Aisha, muchos quieren evitadla, pero cuando llega el momento de hablar con ella, toca hacedlo —Me aconseja—. Por cierto, soy Kineo Woodward, encantado de conocerla, lady Adara Megalos.
—Un placer, pero dejemos el formalismo a un lado —Estrecho su mano cuando la extiende hacia mí—. Creo que no podré pasar desapercibida en la academia.
—Lamentablemente no, vuestra asistencia a la academia se corrió por todos los reinos en un santiamén —Me informa y avanzamos al mismo tiempo en la fila.
Veo de reojo hacia la fila de Zerstodow, la niña diabólica aún me sigue observando, hago todo lo posible por ignorarla, a pesar de que me advirtieron que no lo hiciera, pero esa pequeña es la hermana de Dart y de seguro él le ha hablado de mí. Ambos son unos demonios de las sombras, desaprueban mi presencia en su revolución.
Me tengo que cuidar de esa niña y su muñeca.
—No la sigáis viendo —ordena Kineo—. Ella siempre lo hará, pero no es recomendable que la imitéis.
—Quiere matarme, de eso estoy segura —asevero, me volteo y le regreso el pañuelo—. Incluso hasta vos debéis quered hacerlo.
—La verdad, es que no, pero si me veo en la obligación de hacedlo durante la extracción, no pongáis en duda que lo haré con tal de aprobar.
Ya estoy por llegar al final de la fila, el chico que tengo en frente avanza y una nobleza de Aqueser se encuentra sentada detrás de una mesa de ébano aguardando a su llegada, anota algo en una hoja y le entrega un paquete a ese chico. Lo mismo sucede en las otras filas, cuando uno de los aspirantes a la prueba llega al final de la fila, un noble de su respectiva nación los espera y los registra en lo que parece ser un formulario y luego proceden a ingresar al edificio central de la academia.
—Ten —Kineo me entrega una bolsa de terciopelo—. No preguntéis para qué sirven o para qué te las he entregado. Soy más corpulento que tú y no las podré ocultar cuando ingresemos, una vez dentro te explicaré que son.
Editado: 19.04.2021