Nobleza Híbrida

XXVIII

Las piezas de los reinos de Flebernem y Windrinka reposan en mis manos, la roja destella colores entre amarillentos y anaranjados que simulan el fuego, el elemento regente de esta nación, mientras que la verde solo degrada el susodicho color en diferentes tonalidades con movimientos violentos como cual tornado indómito, el wunderment de la nación de donde provienen parte de mis genes, un poder que aún no consigo domar.

Ya la luna va reclamando su dominio en el cielo mientras que el sol le cede su lugar a través de un crepúsculo que sirve como apertura para darle la bienvenida a la temible noche. Las estrellas a penas se vislumbran, son como pequeños faroles de esperanzas que irradian sus destellos sobre una tierra maldita, donde lo primero que se pierde es la esperanza para seres como yo. Aún sigo viva y doy gracias por ello, pero todavía me siento muerta por dentro, me aferro al deseo de estar viva, pero no encuentro un motivo para estarlo, me aferro a la vida por miedo a la muerte, no me aferro porque tenga una razón para estarlo y el hecho de demostrarle a los otros reinos que se equivocaron al rechazar mi linaje es más un motivo de la familia real de Aqueser que mío, en un principio lo creí, pero cuando estuve de frente a la muerte y supe que no quería morir, me di cuenta de que ese no era mi objetivo en la vida. Aún no tengo un objetivo en esta vida, por lo tanto, soy un cuerpo que deambula por Midgadriel sin saber que vino a hacer a este mundo.

—Deberías lavar vuestra cara, está completamente manchada de sangre.

Lloyd se sienta a mi lado y me tiende un tazón lleno de agua, está hecho con una semilla Ordet verde, la ha cortado a la mitad y le ha removido las semillas. Vierto un poco de agua sobre mi rostro y lo restriego, luego hago lo mismo con mi cabeza, pero aparto mis dedos en conjunto con un gemido, tengo el cuero cabelludo desgarrado en algunas partes. Lloyd se levanta y me trae más agua del río, estoy por tomarla, pero alguien se me adelanta, Fleury me observa con reproche, algo que no me afecta del todo, puesto que siempre lo hace.

—Fleury, estamos agotados y mal heridos, por favor, no vengáis a traednos más problemas...

—Dejadme con la hibrixter —Lo interrumpe—. No sabéis del cuidado del cabello como nosotras las mujeres.

Levanta los brazos y se marcha derrotado. No sé si corría mayor riesgo con el wendigo que con la nobleza de Borderthland. Fleury se arrodilla detrás de mí, deja el tazón con agua a mi lado e inspecciona mis heridas, tantea mi cuero cabelludo y en más de una ocasión muevo mi cabeza con brusquedad debido al dolor.

—Deja de moverte —Me ordena.

Sujeta mi cabeza y de un tirón me obliga a dejarla en el mismo lugar, me muerdo el labio y me clavo las uñas en las palmas al empuñar mis manos con fuerza. Siento como agarra los trozos de carne desgarrada y los coloca de nuevo en su lugar, las lágrimas se me escapan, pero las arrojo al río antes de que ella se pueda dar cuenta, lo que no quiero es verme aún más débil ante ella.

—Debemos suturar estas heridas, de lo contrario, se podrían infectar —indica—, Te aplicaré una técnica utilizada a través de los años en Borderthland, son unas grapas de roca. Intentaré no ser tan brusca, pero procurad de no gritar tanto, sino, seréis la culpable con delatar nuestra posición.

—De seguro lo vais a disfrutar —mascullo.

—Para qué te voy mentir —revela con júbilo—. Morded vuestra lengua.

A penas me da tiempo de llevarme la mano a la boca, cubrir el llanto será en vano, mis sollozos han de ser lo suficientemente audibles a un kilómetro de distancia. Las grapas de rocas son como pequeñas tenazas que se me clavan en el cuero cabelludo, Fleury ejerce una presión sobre mi cabeza que en cualquier segundo me hará estallar el cráneo. Su fuerza es abrumadora, con una mano me mantiene sujeta por el hombro, evitando que huya, sin embargo, es más fuerte mi voluntad por escapar de esta tortura.

Me libero de su agarre cuando la segunda grapa es fijada en mi cuero cabelludo, mi vago intento por levantarme falla en una aparatosa caída y gateo en dirección al río. Me detengo al solo imaginarme lo patética que he de verme en este estado; desde que conozco a Fleury, siempre ha buscado las maneras de fastidiarme con sus insultos, denigrándome por mi linaje, mientras que yo me he defendido de sus ataques para demostrarle que no es superior a mí, que ningún noble de sangre pura lo es. ¿Pero qué hago ahora? Me arrastro como un asqueroso insecto sobre la tierra, escapando de un ser superior que amenaza con aplastarme. Me siento sobre mis piernas, la sangre me recorre el resto, debo aguantar, el dolor moral es más fuerte que el dolor físico, el físico se va con el tiempo, el moral perdura.

—Proseguid, por favor —Le pido.

Labios mordidos, uñas clavadas en mis muslos, lágrimas al borde del llanto, más no lo permito. Debo ser tan fuerte como ella lo es, Fleury es una nobleza astuta, decidida, lista y, sobre todo, poderosa, ella le pudo hacer frente al wendigo con su armadura de roca, aunque era inestable, ella se las ideó para poder estar a la altura de esa bestia, los otros nobles también contribuyeron, pero la adepta para la batalla era Fleury. Por eso no puedo dejar que me vea como un estorbo en el equipo, debo demostrarle que poseo lo necesario para sobrevivir en esta prueba y que saldré invicta.

—No estoy de acuerdo con que estéis aquí con nosotros, hibrixter —revela.




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