Corro colina abajo, ya las bocanadas de aire se sienten como un gas nocivo que me quema los pulmones. Mis pies me piden que me detenga, pero no es una opción que considere del todo inteligente, si lo hago, puede que sea lo último que haga en mi vida.
Giro mi vista sobre mis hombros, me persiguen diez hombres del bar, no viene mi jefe. Luego de haberles aprisionado las cabezas con esferas de agua, hasta el punto de hacerles perder el conocimiento, salí corriendo cuando el resto de los trabajadores de las minas demandaron mi cabeza.
Un fuerte golpe en la nuca me hace rodar colina abajo, me reincorporo rápidamente y me coloco la mano en el cuello, la sangre me paraliza, giro con torpeza la cabeza, ya me pisan los talones. A dos cuadras está el límite fronterizo para salir de las Trincheras y entrar al Mancillar, el pueblo donde viven los campesinos, en la inmundicia, en la deshonra, mi lugar perfecto, el hogar de una hibrixter.
Intento dar un paso, pero una punzada que comienza desde mi cuello y termina en mi zona lumbar me lo impide. Caigo de rodillas al suelo mientras me presiono el cuello para disipar el dolor, no lo consigo. Las risas de los hombres hacen que un escalofrió me recorra la espina dorsal, mi mente me hace una mala jugada y crea escenas de las cosas obscenas que esos sujetos tienen pensado hacer conmigo. Desearía mil veces en este momento la muerte o el castigo impuesto por la familia real, que a esos sujetos dejándome con una muerte moral incurable.
Un pie posándose en mi espalda me obliga a caer por completo al suelo y unas manos me sujetan cada extremidad, inmovilizándome por completo, aprieto con fuerza los puños, pero en esta zona del bosque no hay un lago cerca o algún depósito de agua que pueda utilizar para defenderme, además, aún no sé cómo absorber las partículas de agua del ambiente. Intento moverme, pero el fuerte golpe en el cuello me ha generado un entumecimiento en la columna vertebral, acentuándose el dolor en el área lumbar.
Dejo escapar un grito cuando una mano comienza a subir por mi pierna y se acerca a la entrepierna, las lágrimas me caen a los costados de las mejillas al sentir como desgarran la falda, intento utilizarlas, pero son muy pequeñas y terminan haciendo un daño como el piquete de un mosquito. En un último intento desesperado, vuelvo a apretar los puños recurriendo a mi segundo elemento, aquel que me es imposible controlar. Una devastadora ventisca manda a volar a tres de los que me mantienen sujeta, mientras que los otros simplemente son derribados a un lado.
Busco erguir mi cuerpo, pero el terrible dolor me hace caer de nuevo, las manos vuelven a inmovilizarme y no aplico resistencia para detenerlos. Ya no tengo suficientes energías, estoy perdida.
Los dedos comienzan a deslizar hacia abajo el tirante de mi ropa interior, las risas perversas me obligan a cerrar los ojos, muerdo mis labios con fuerza, haciendo que mis papilas gustativas degusten el sabor de mi sangre. Vuelvo a gritar en un intento por liberar la impotencia que me recorre el cuerpo, pero desde este punto en el bosque no se puede escuchar nada en el Mancillar y mucho menos en las Trincheras. Lo he dado por hecho, seré violada por un grupo de hombres. Soy una hibrixter que vive en la inmundicia y ahora cargaré con el terrible y asqueroso recuerdo de una violación, suficientes razones para acabar con mi vida.
Un galopeo me obliga a abrir los ojos esperanzada, vuelvo mi vista en su dirección, encontrándome con una bruma negra que se dirige hacia nosotros e impacta en los cuerpos de los hombres, éstos se miran extrañados entre sí al no ver ningún efecto y las risas en señal de burla se hacen presentes. Sin embargo, los gritos reinan a mi alrededor cuando sus cuerpos comienzan a desprender un humo negro y se disecan a cada segundo, sus ojos se hacen polvo y sus pieles se deshidratan, a tal punto en el que se pueden ver notoriamente sus huesos.
Muevo mis brazos para liberarme del agarre de los hombres, el sonido de algo rompiéndose llama mi atención y suelto un grito despavorido al ver como una de sus manos queda prensada a mi muñeca y la aparto con un manotazo. Gateo hasta un árbol y con la ayuda de éste me ayudo a levantarme del suelo, aún estoy de espaldas al responsable de ese horrible asesinato, giro sobre mis talones y lo veo parado justo al lado de su caballo, es un chico, uno o dos años mayor a mí, piel opaca y grisácea, ojos por completo negros, no posee esclerótica, cabello azabache, alto y fornido, vestimenta de seda negra con detalles plateados. Es un noble, un noble de Zerstodow.
«Problemas, aún sigo estando en problemas».
Levanto mi brazo y lo dejo caer con fuerza, haciendo que una corriente de aire se dirija hacia él, no obstante, aparece de nuevo la bruma negra y envuelve su cuerpo en una esfera, protegiéndolo de mi ataque. La bruma se disipa, pero el chico ya no está en su interior, en una fracción de segundo, la bruma reaparece frente a mí y una mano me sujeta por el cuello y me levanta del suelo. Lo veo directo hacia sus ojos desde mi posición, un pequeño círculo de un tono más oscuro se diferencia de su esclerótica negra, es su iris.
Me aprieta el cuello y siento como mi cuerpo es impulsado con fuerza, haciéndome estrellar contra un árbol. Intento levantarme, sin embargo, un pie me pisa el pecho, obligándome a permanecer en el suelo. Observa su mano, está empapada con mi sangre, la lame y degusta el sabor, una diminuta sonrisa aparece en su rostro, se acerca a mí, la bruma negra envuelve su mano y se disipa en un segundo, dejando al descubierto una garra espectral de gran tamaño, pasa una de sus largas uñas por mi mejilla y un terrible ardor me hace soltar un alarido.
Editado: 19.04.2021