Nobleza Híbrida

X

Observo mis zapatos avergonzada mientras sigo los pasos de la reina y la otra chica que me atacó —Miranda si no mal recuerdo—. No sé si era por el momento, que, sumado con la adrenalina, nunca me percaté de mi aspecto físico, parada al lado de la realeza, no llego ni a pordiosera.

La reina parlotea algunas cosas que no logro comprender, la presencia de sus doncellas me incómoda, me siento como un hongo en un jardín de bellas rosas, sin duda alguna destaco, pero por mi fealdad. Observo a través de una de los ventanales del pasillo y puedo vislumbrar al rey en el patio central del castillo junto a un chico, quienes sorpresivamente comienzan a atacarse el uno al otro con los látigos de agua.

—Están entrenando, no hay de qué preocuparse —informa la reina.

Vuelvo la vista en su dirección y me doy cuenta de que soy la única —además de ella—, parada en el pasillo. Me señala la puerta que está a su lado y me apresuro a entrar. Es un baño, observo a la reina confundida, sin embargo, un escalofrío me recorre el cuerpo y el asombro se apodera de mi rostro cuando una de las doncellas me despoja del corcel que llevaba puesto, dejando mi busto expuesto, por lo que me apresuro en levantar los brazos para cubrirme avergonzada.

—Calma, niña, somos mujeres, todas poseemos ese par…. aunque, no tan bendecidos como los vuestros —suelta Miranda en tono de burla.

—Eso no la calma, Miranda —sentencia la reina, se vuelve en mi dirección y coloca su mano en mi hombro—. Tranquila, mis doncellas le darán un baño gratificante que relajará vuestros músculos, La veré dentro de un rato en el comedor para cenar.

La reina y Miranda salen del baño, dejándome con las seis mujeres que esperan a que termine de quitarme la parte inferior de mi vestimenta. Una vez hecho, camino con lentitud hacia la tina vacía del centro y me introduzco en ella, dos de las doncellas levantas sus brazos, mientras que por mi parte me dispongo a mirar en la misma dirección, un depósito de cristal se ubica por encima de mí, está lleno de agua, las féminas proceden a tomar pequeñas porciones y con un movimiento de sus manos, hacen que unas gotas caigan sobre mi cuerpo, simulando a una lluvia.

Otras dos doncellas me indican a que me recueste en la tina a medida que ésta se va llenando, las restantes posan las yemas de sus dedos sobre la superficie del agua y comienzo a sentir una vibración por todo mi cuerpo, la están agitando. Las que están detrás de mí trazan finos lazos del líquido por toda mi anatomía, hasta forma una especie de malla, la cual se contrae y expande paulatinamente, dando leves masajes a mis adoloridos músculos. Inhalo con profundidad y cierro los ojos, permitiéndome disfrutar del majestuoso baño brindado.

Siento como si estuviera flotara en el cielo, la sensación de las gotas impactando contra mi piel, la vibración del agua que en conjunto con el masaje proporcionado por las mallas me llevan al paraíso, nunca en mi vida había experimentado tal grado de relajación, la reina tenía razón al describirlo como un baño gratificante. No sé cuánto tiempo pasa cuando de repente la lluvia cesa al igual que los movimientos, levanto mi vista y una de las doncellas me espera con una bata de baño en sus manos.

Las doncellas me guían a otra habitación, donde una mujer esbelta, aproximadamente de unos cuarenta años, me observa y señala —a lo que a mí concierne—, una pequeña pasarela. La dama camina a mi alrededor sin despegar su vista de mí, detalla con minuciosidad cada parte de mi humanidad.

—Tienes una excelente anatomía —dice mientras se sube a la pasarela y se acerca a mi rostro—. Facciones finas y delicadas, como cual doncella, pero este cabello.

Toma mis hebras para luego dejarlas caer y mover sus dedos en señal de repugnancia, se baja de la pasarela y se dirige hacia una pared, sin embargo, abro mi boca sorprendida al comprobar que se trata de una puerta corrediza, dejando ver un cuarto oculto con una amplia variedad de ropa en distintos tonos de azul. La mujer danza escogiendo diferentes atuendos y no puedo evitar sentirme extasiada al imaginarme vestida con uno de ellos. Me había prometido no emocionarme con las cosas lujosas de la familia real, pero desde que me monté en ese precioso carruaje se me ha dificultado el poder llevarlo a cabo.

La dama llega hasta a mí con varios vestidos colgando de su brazo, sitúa uno por delante de mí y extiendo mis manos para tomar la prenda, pero ella la arroja a un costado de la pasarela mientras expresa un rotundo "¡no!". Repite lo mismo con las otras vestimentas y regresa a la habitación.

—Madame Eudora es un tanto estricta con la vestimenta —suelta una de las doncellas desde el fondo.

—Tiene que serlo, es la modista de la familia real —Se apresura en decir otra chica—. Ella es la encargada de diseñar las prendas de todos los habitantes del castillo y está a cargo de las principales tiendas del centro de Falondrall, yo también me lo tomaría muy en serio si tuviese que cuidar esa imagen tan impecable.

Ahora que me fijo, ninguna de las doncellas va vestida de la misma manera, llevan diferentes y elegantes prendas, sin llegar al refinado nivel de la reina o al de Miranda. Desvío mi vista a la entrada del armario al escuchar un grito de euforia de madame Eudora, lleva en sus manos un vestido estilo campana con mangas largas y de encaje azul, por la parte delantera es corto y luego se extiende en una larga cola en la parte trasera. Me ordena a colocármelo y agradezco que con la bata de baño venía rompa interior, no soportaría que otra persona me viese desnuda, así sea una mujer.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.