Nobleza Negra

Introducción

A ella le encantaba los viajes por todo el mundo. Cuando fue niña sus padres la mantuvieron encerrada, quizás eso fue lo que llevó a que fuera una persona aventurera. Su fiel compañero era su auto color azul celeste, que la llevaba a todas partes del país y debes en cuando cruzaban frontera con otras naciones.

Bianca era una hermosa mujer de tez blanca con labios perfectos y rojos. Tenía una mirada divertida y sus cejas eran pobladas. La gente solía llamarla Blanca Nieves, ella juraba que no necesitaba un príncipe, para estar completa cuando se mencionaba.

"Soy empoderada como Mérida y soñadora como Diana".

Aunque nunca desistió de la idea de un príncipe azul perfecto, como en las animaciones. Por ahí en algún sitio, o en algún rincón del mundo, seguramente se encontraba su caballero con capa roja. Pero esto, no era algo que le iba atormentar por las noches.

Bianca era un alma pura y valiente con un toque de sensibilidad femenina. Ella era todo lo perfecto físicamente en una mujer, todo lo que un hombre quería en su esposa.

Y muchos príncipes llegó a conocer durante todo el tiempo, que estuvo viajando, teniendo la dicha de enamorarse y la desdicha de conocer un amor fallido. Ella no era inocente, aunque sus ojos trasmitieran lo contrario.

Ya a sus veinticinco años conocía tantas partes del mundo y costumbres que se habían vuelto parte de ella. Bianca hablaba varios idiomas, cada vez que viajaba a un país con habla distinta, trataba de aprender todo lo que pudiera sobre esa lengua.

Y entonces viajando sin rumbo fijo, con una maleta en la cajuela del auto, se estacionó en medio de una carretera donde alrededor todo era verde y hermoso. Y observó, que en una montaña a unos kilómetros, se encontraba un enorme castillo.

Pensó que seguramente allí se encontraban muchas historias de las que estaba emocionada por conocer. Aparte de conocer costumbres, idiomas, gastronomías diferentes, también amaba la historia del lugar que visitaba. Y este, tenía pinta de ser muy interesante.

Su siguiente parada fue el pueblo, eran pescadores por allí, de eso se mantenían entre otras cosas que luego les contaré. Al mirar las calles y edificios comprendió, que esto era como volver al pasado. Como estar en una antigua Italia. Se preguntó cómo era esto posible, viviendo en el tiempo que se encontraban, pero entonces también comprendió que en el mundo existían muchas zonas donde la tecnología aún era obsoleta.

Dejó sus maletas en el hotel que era un pequeño edificio y, aún más la habitación donde se hospederia. Siguiendo su camino tomó rumbo a pie a la plaza del pueblo, allí se encontraban algunas personas, pero todo era tan callado, distinto a tantas plazas que alguna vez visitó. Incluso los niños, parecían zombies sin almas. Había una tristeza en el ambiente, una soledad aunque el lugar estuviera lleno.

Se acercó a un señor que con suma amabilidad le recomendó muchas partes a las que podía visitar, también le extrañó el hecho de que ella estuviera aquí, pues al parecer casi nadie de afuera visitaba ese rinconcito del país.

—Me encanta viajar —agregó con la charla que tenía con aquel señor, que antes que ella llegara a hablarle se encontraba leyendo un periódico en un banco—. Por eso he venido hasta aquí. Nadie me ha traído, solo llegué.

—Le puedo asegurar, por todos los años que tengo, que nadie llega a este lugar por casualidad —Bianca no supo que responder, entonces el señor agregó—: Si alguien le llega a preguntar, dígale lo mismo que me ha contado a mí. No muchos vienen por aquí y los que lo hacen suelen ser personas malas.

A Bianca le extrañó esa confesión. De hecho, sintió un escalofrío que recorrió todo su cuerpo erizando su piel. El sol se estaba poniendo y ella decidió volver a hotel, posiblemente al día siguiente iba a conocer mejor el pueblo.

Caminado de vuelta escuchó muchos caballos que venían en su dirección, asustada se escondió entre dos edificios y miró como dos jinetes pasaron uniformados. En sus ropas pudo leer: "Guardia Negra".

Las calles se tornaron oscuras y comprendió que los postes no tenían luces comunes. Apenas se podían ver las calles, por faroles antiguos con llamas que ardían dentro de ellos. Todo era tan incomprensible, ¿acaso había regresado en el tiempo?

Cuando llegó al hotel observó que su auto no estaba en el estacionamiento. Allí su mundo se detuvo y eso desató un terror en ella. Aunque preguntó por su auto al dueño del lugar, solo consiguió una respuesta: "No he escuchado carros, y en mucho tiempo he visto uno, en este pueblo no usamos esos aparatos modernos".

Quería salir a poner la denuncia, pero todo afuera era oscuridad. Incluso, en aquel hotel, no había electricidad. ¡Todo era una fantasía! ¡Esto no podía ser real! Y entonces, cayó en cuenta que posiblemente había caído en el lugar menos indicado.

 




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