El hermano de Amanda tenía por nombre Franchesco, un pescador de Albani quien llegó al restaurante en el momento donde Bianca tuvo un ataque nervioso. Ya era oscuro de noche y el muchacho sugirió que Bianca se quedara con ellos en la casa. Pues en la segunda planta del restaurante se encontraban los dormitorios de los dos hermanos y una habitación demás quien algún día fue de sus padres.
—En la mañana podrás regresar a tu hotel mientras tanto, puedes descansar no te preocupes.
Franchesco cerró la puerta tras salir de la habitación y dejó a Bianca junto a su hermana dentro de esta. La habitación no era tan pequeña, de hecho era mucho mejor que la del hotel donde se estaba hospedando.
Era iluminada por una linterna que daba luz por un velón dentro de esta. Todo era tan extraño, Bianca pudo sentirse como si fuera regresado años en el tiempo.
—¿Ya te encuentras mejor? —preguntó Amanda que estaba sentada en la orilla de la cama. Bianca se encontraba sentada en el marco de la ventana, que daba vista al mar. La luna estaba brillando y era reflejada sobre estás aguas.
—Si te digo la verdad: No sé, cómo sentirme. Pues esto es tan incierto... ¿Cómo pude llegar a esta isla? ¿Quién me trajo? ¿Fueron los Bonaccorsi? Sino quién más...
—Estoy igual —aseguró ella—. Sabes, no es la primera vez que alguien dice esto.
Bianca volvió la vista a ella.
—¿A qué te refieres?
—Se han visto casos de personas que dicen no saber cómo llegaron aquí.
Bianca se detuvo en seco. Si habían más casos como estos, entonces nada pudo ser casualidad. Debía haber una respuesta, esas personas... ¡Debía encontrar a esas personas! Amanda se había tardado en contarle sobre esto.
—Sigue contándome, por favor —estubieron toda la noche hablando sobre los casos similares, a los de Bianca, hasta que se quedaron dormidas.
Amanda le dijo a Bianca que habían personas todavía vivas, que contaban no recordar cómo llegaron a la isla. También que la gran parte de esta trabaja en el castillo de los Bonaccorsi, pero que una en especial se encontraba en el pueblo.
Bianca se durmió pensando en el momento que iría con esa fulana a preguntarle su situación que era igual a la de ella. Muchas cosas estaban pasando sin lógicas, Amanda le contó a Bianca que estás personas como ellas nunca pudieron volver a sus hogares. Gran parte porque ni siquiera recordaba quienes eran.
Bianca todavía recordaba su vida, antes del posible secuestro, porque eso era su sospecha, ella tenía los recuerdos de sus familias en Milán y de su exnovio con el cual llevaba meses separada. Había sido una relación tóxica y bianca cortó con él antes que algo malo sucediera. De hecho, esa fue una de las razones por las que tomó este viaje a un sitio alejado, pues no quería estar cerca del hombre con el que una vez se sintió segura, pero que ahora la estaba acosando para que volvieran.
Muchos murmullos se escucharon a lo lejos, e hizo que Bianca abriera los ojos, cuando de inmediato percató que había amanecido. Se levantó y observó el día soleado por la ventana, el mar seguía allí y por un momento había creído que todo era un sueño descabellado. Pero no, seguía estando en esta isla llamada Albani.
Se enjuagó la boca antes de salir a afuera y se ató el cabello rubio en una coleta alta. Se miró en el espejo y pudo ver qué su rostro denotaba preocupación. Hoy iba a ser un día interesante y no deseaba verse de esa manera, aunque eso era lo que sentía: una sublime preocupación.
Aunque su pasatiempo favorito eran los viajes también amaba el modelaje, desde niña las personas se acercaban a ella y le contaban lo hermosa que era. Bianca como dije antes, era una mujer que no podía pasar desapercibida, aunque eso quisiera; sus ojos eran de un azul verdoso, muy intensos, y su cabello rubio parecía brillar más en un día soleado.
Su manera de hablar y sus gestos eran tan refinados como su cutis. Una vez a los quince años ganó un reinado en Milán y las personas quedaron encantados con ella. Aquello le abrió muchas puertas con empresas de modelaje, donde con eso pudo comprarse su primer y único auto. Su belleza le había regalo muy buenos momentos, pero también algunos desagradables, tanto la envidia de las mujeres y la perversidad en los hombres le causaron estragos a linda señorita.
Bianca bajó las escaleras que conducían al restaurante donde encontró a Amanda atareada como el día anterior. Observó que su hermano estaba en la cocina junto a otro muchacho preparando las comidas mientras ella atendía a un gentío.
—Buen día, Amanda —saludó Bianca, en lo que Amanda la miró, sonrió y le guiñó el ojo como respuesta ya que iba directo a una mesa con una bandeja de comida.
Bianca fue hasta la cocina y al entrar olía tan delicioso.
—Hola a todos, ¿cómo amanecen por aquí? Oh, huele a gloria en este lugar.
Franchesco sonreía encantado con el halago y el otro muchacho estaba boquiabierto.
—¿Tú eres? Eh, no te he visto nunca y fíjate que he visto a mucha gente.
—Ella es Bianca —explicó Franchesco.
El muchacho miró a Franchesco sorprendido.
—¿Estás saliendo con alguien? ¡No puede ser! ¡Al fin han contestado mis súplicas...!
Bianca estaba riendo y Franchesco discutía con su amigo que le preguntaba cómo había pasado todo.
—Es una turista... Bueno, eso creo.
—Fue bueno pensarlo por un momento... —bromeó, Bianca enseguida captó que el joven generaba un buen ambiente—. Me llamo Gustavo, un gusto señorita.
Bianca tomó su mano y la estrechó con la de él.
—Un gusto para mí también, Gustavo. ¿Están preparando la comida para los clientes? Sé que es obvio, pero tengo que agregar que huele delicioso.
—Claro, nuestro negocio es el mejor en todo Albani y, mira que es gigante esta isla —interesante, pensó Bianca—. Tú debes ser la razón por la que hay un plato demás, en el desayuno.