Nobleza Negra

4: Los animales no tienen modales

Bianca estaba sorprendida con la petición de ese engreído. ¿Quién se creía que era ese idiota? Primero y principal, ella no se iba arrodillar ante nadie, y segundo, primero muerta antes que verse humillada por un hombre, ¡un malvado hombre!

"Después de todo, sí se puede caer más bajo", pensó mientras miraba a los ojos de aquel hombre imponente.

Se irguió y respondió a mirada de todos los presentes:

—No lo haré.

Leonardo, que se creía que era un león, el cual estaba acechando a su presa dijo:

—Dime... ¿te han contado de mí? —Bianca no quitaba la vista de sus ojos—. ¿Quién te crees tú que eres para faltarme el respeto?

—Bianca Visconti, un gusto. —Y sonrió de boca cerrada dejando a todos estáticos.

Los hombres que estaban al lado de este otro, reprimían risas, viendo que una joven chica turista estaba sacando a su jefe, de sus casillas.

—Y el mío Leonardo Bonaccorsi —Bianca asintió con los brazos cruzados, sin dejar la guerra de miradas que ambos mantenían—. Lástima no poder decir lo mismo. Para mí no es un gusto conocerte... Si te arrodillas tal vez pueda cambiar de opinión.

—Pues se quedará con las ganas, de cambiar de opinión —esta vez sus hombres rieron y con una sola mirada de Leonardo hicieron silencio.

—Eres una insolente...

—Y a juzgar por su actitud, usted un hombre superficial.

Se escucharon jadeos.

—Me estás cansando.

—Allí está la silla para que descanse —Bianca sabía que debía parar, pero su lengua seguía echándole leña al fuego—. Si me disculpan, debo irme.

—¡No te irás a ninguna parte, mujer! —respingó al oír el grito del hombre—. No dejaré impune ninguna insolencia ante mi persona.

—Leonardo —escuchó Bianca la voz de Francesco tras su espalda—. Disculpe a mi prometida...

Leonardo frunció el ceño.

—¿Prometida? —tanto él, como todos alrededor estaban sorprendidos. ¿Desde cuándo el joven pescador estaba comprometido?—. No puedo creer, que está joven insolente sea su prometida, Franchesco.

El joven pescador fingió una sonrisa, por lo menos la más que pudo ofrecer, y asintió.

—Así es. Era una sorpresa, pero veo que todos se han enterado de una manera poco ejemplar —Leonardo miró nuevamente a Bianca y frunció el ceño—. Por favor, disculpe a ella. Últimamente hemos estado muy ajetreados con la boda y el restaurante y, bueno, seguro eso afecto sus modales.

Bianca estaba boquiabierta. ¿Era en serio? ¿Sus modales? Quiso decir algo, pero Franchesco la fulminó con la mirada e hizo silencio. Todos esperaban atentos, la decisión que tomaría Leonardo. Nadie salía ileso de esto, pero entonces, dijo:

—Le tengo gran estima, Franchesco —el asintió—. Por eso, y porque usted es un buen hombre, dejaré pasar solo por esta vez, la falta de su prometida.

Franchesco pareció volver a respirar, y contento le agradeció a Leonardo, haber aceptado su disculpa. Este, antes de irse, porque en realidad a ninguno de sus hombres le quedaban ganas de seguir allí, miró a Bianca y le dijo:

—No tienes permitido volver a mirarme —ella se mordió la lengua. Leonardo volvió la vista a Franchesco—. Enséñale disciplina, de lo contrario deberás amarrarla como a los animales, que son los que no tienen modales.

"¡Me ha llamado animal!"

Bianca sintió que un brazo la sostuvo, porque iba a ir directo a darle un puño a Leonardo Bonaccorsi. La voz de Amanda le susurró que se calmara hasta que ellos se fueran. Leonardo antes de irse por fin, hizo un gesto de despedida con su sombrero y con sus hombres detrás de él se marchó dejando un trago amargo en el ambiente. Las personas siguieron comiendo y pidiendo nuevas órdenes, mientras Bianca fue llevada por el hermano de Amanda a su hotel.

Cuando iban llegando oyeron un ruido que provenía del pequeño edificio e instintivamente corrieron hasta este lugar donde encontraron todo hecho un desastre. El dueño, quien al verlos dijo con odio:

—¡Tú, estúpida turista! —señaló a Bianca con su dedo acusatorio—. Por tu culpa... mira ahora como han dejado mi trabajo.

Bianca estaba estupefacta.

—Yo... no entiendo —sus ojos se estaban cristalizando, no quería tener que llorar en público, pero esto se estaba saliendo de su control—. ¿Qué ha pasado? Dios...

—Ha pasado... que han venido hombres del castillo y han acabado con todo. ¡Fue tu culpa!

Franchesco miró a Bianca y luego volvió su vista al hombre.

—¿Por qué dice que ella tiene la culpa? No puede decir eso, sin pruebas.

El hombre soltó una carcajada.

—¿Quieres pruebas? —Franchesco asintió—. Síganme...

Llegaron segundos después, a lo que era la habitación de Bianca. Y digo, "a lo que era" porque está estaba destrozada. Lo que más llamó la atención y lo que dejó helada a nuestra protagonista fue que en la pared de su habitación decía en pintura roja: NO QUEREMOS TURISTAS ENTROMETIDOS E INSOLENTES.

Bianca tapó su boca aterrada y Franchesco comprendió que nada bueno traería esto. La chica rubia había ofendido al príncipe negro y esto solo era el comienzo de una persecusión. Pero también estaba, que él dijo que la había perdonado y debía creer en su palabra.

El dueño del hotel se fue de la habitación y en ese momento Bianca entró en llanto; todas sus cosas estaban por todas partes, por lo menos las que estaban fuera de sus maletas. Leonardo Bonaccorsi era el autor de esto, no cabía duda, pero de igual forma no había manera de enfrentar a ese hombre.

—Tengo que salir de esta isla —dijo mientras limpiaba sus lágrimas—. ¿Cuando sale el próximo ferry?

Franchesco negó con la cabeza.

—No conozco ninguna manera de salir de aquí —esto tiene que ser una broma, pensó Bianca—. Los únicos que pueden llevarte afuera son los Bonaccorsi. Pero eso es imposible.

—¿Entonces qué? ¿Me quedó aquí para siempre? ¡Me han echado de aquí! ¡Mis cosas están por todas partes! ¿Qué se supone que debo hacer...? —su cuerpo se dobló como si sus huesos dolieran, pero al revés era su espíritu que estaba afligido.




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