Nobleza Negra

9: La reina del tablero

En solo una cosa pensaba Bianca en este momento: El hombre que tenía delante intimidaba con aquel sombrío aire que trasmitía. Ahora ella estaba tan cerca del mismo hombre que todo el pueblo temía, quizás ella debía temerle por su propio bien, pero así quisiera era imposible de cumplir esa petición. Aunque millares de personas temieran a este ser tan mortal como todos, ella solo podía ver un humano más que se creía superior por un título que daba mucho que desear. 

Pero que no le temiera no significaba que no sentía nada en absoluto. De hecho, sentía muchas emociones que la golpeaban, como en el momento que sintió la mano de Leonardo sujetar su espalda antes del vals: cuando su espalda se dobló ligeramente erizando todo sus vellos y dejando de respirar por un micro segundo. Él era bello, demaciado para ser exactos, Leonardo siempre acaparaba las miradas de todos los presentes, pero está noche era significativamente diferente, porque su pareja de baile, una mujer rubia de ojos verdes, acaparaba todo igual que él. No sabían a quien ver, las mujeres aunque estaban celosas, no evitaban sentirse enamoradas de esos dos que eran físicamente perfectos, hombres poderosos que estaban presentes, tomaron una copa por ellos. 

—La gente nos miran —comentó Bianca, mirándolo a sus ojos azules, que se escondían detrás de esa máscara.

—Es que no deben mirar a nadie más —respondió—. Debo admitir, porque no soy un hombre que guarde lo que piensa, que eres tan hermosa que es inexplicable que algo como tú exista en esta tierra. ¿De dónde has salido, Bianca Visconti? ¿Cómo has podido tener la osadía de venir aquí y robarme la atención de todos? Esto solamente lo has podido hacer tú, porque para otra sería imposible. Pero no te creas importante por esto, lo contrario, tu belleza ha jugado en tu contra y ahora serás la reina de un tablero donde la última decisión la toma el rey. 

—Creo que estás un poco confundido —replicó—. La reina se mueve y juega más que el rey, que mientras sus peones se oponen a una tortura inmediata, ella lo salva. Si jugamos al ajedrez, pues aquí no es el rey, quien salva a la reina sino al revés. Primero la reina puede hacer jaque mate y acabar con todo a su paso. Pero si ella muere, si algo le pasa, ¿qué será del rey? Tendrá que moverse solo, con mínima posibilidad de salir victorioso, eso nos lleva a solo una cosa: El rey sin la reina es un peón más en un tablero que comienza a moverse en su contra, porque ya no tendrá el refuerzo de quién un día juró proteger. Por eso, querido, el hombre sin una mujer es un peón más en el mundo. 

Ambos sonrieron complacidos mientras las personas se preguntaban sobre qué estaban charlando. Y el vals comenzó y Bianca empezó a moverse tomada de los brazos de Leonardo que no dejaba de mirarla curioso, esto provocaba que la joven dama en sus brazos se sintiera acalorada. 

Los aplausos no cesaron por un rato cuando el violín se detuvo y Leonardo dejó que Bianca volviera a su sitio con sus amigos. 

Pero antes, le dijo al oído:

—Disfruta de esta noche con tus amigos y dile a ese hombre que no podrás casarte con él. 

Leonardo era todo un Don Juan.

Bianca aunque seguía desconcertada con todo esto, que ahora después de una charla con su amiga sabía, no le dio suficiente importancia porque está misma noche encontraría la forma de huir de la isla. Dijo a Amanda y a sus compañeros que iría al baño y comenzó con su plan de un principio. El castillo tenía electricidad y con suerte una conexión inalámbrica para contactarse con alguien de su familia. Pero antes de que eso pasara fue notando como las personas se abrían paso ante ella temerosas. 

Menos una mujer alta que usaba un vestido y no llevaba antifaz. 

—Reina de porquerías serás tú muchacha horrorosa. ¿Dime cuándo fue? Leonardo no es un hombre de convencer por ninguna mujer. Pero algo debiste hacerle para que te eligiera hoy antes que a mi hija. 

Bianca estaba en silencio. Ahora bien no comprendía lo que sucedía con claridad, pero cayó en cuenta que era por aquello que Amanda le había dicho sobre la propuesta de matrimonio donde ella ni siquiera había aceptado. 

—Se lo regalo.

La mujer quedó perpleja y Bianca se alejó de ella. Caminando por un pasillo invadido por guardias, hasta llegar al final de uno menos concurrido donde el personal no se fijaría en ella. Sacó el celular y el cargador de su escote (gran idea) y enseguida lo encendió cuando estaba enchufado. Leer la marca del celular encendido era la gloria, al fin encontraría la respuesta que estaba esperando. Una vez el celular estuvo completamente encendido fue hasta la red inalámbrica del castillo y le dio conectar. Pero entonces, una mano arrancó el celular de sus brazos y lo tiró lejos cayendo al suelo y acabando con el aparato. 

Bianca furiosa giró para encarar al imbécil y se dio cuenta que no era la persona que espera encontrar. Era un hombre desconocido, llevaba un gran bulto de pelo en su barba y un aire a malicia en todo su ser. El hombre tomó el hombro de Bianca con brusquedad y ella tratando de huir plantó la punta de su tacón en el pie del hombre misterioso. Aquel caballero jadeó adolorido, pero eso solo le hizo enfurecer y tirar a Bianca contra el suelo y darle una bofetada en la cara tan fuerte que rompió su labio y salpicó su sangre en la pared del pasillo. 

—¿Quién eres y por qué haces esto? —preguntó tirada en suelo golpeada mirando como ese hombre se limpiaba su sangre de las manos—. No entiendo...

—Nuestro rey, te ha elegido, pero parece que tantos recuerdos te hacen una persona terca que no quiere aceptar su nueva realidad.

—¿Realidad? —musitó al borde del llanto.

—Serás la reina y deberás comportarte como una o te juro que toda tu familia morirá está misma noche.

—¿Ha sido él quien te ha enviado? —pronunció con odio.

Negó.

—Nuestro príncipe no necesita dar las órdenes que nosotros mismos debemos captar. Ahora, solo espero que te comportes y obedezcas, sino los Visconti en Milán pagarán el precio. ¿Bien?




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