12: Tinieblas
Quizás era una exageración lo que pensaba Gustavo. Quizás, solo quizás, Franchesco se encontraba bien, yendo a rescatar a su hermana. Aunque no supiera cómo, viendo que eran kilómetros hasta llegar a la próxima ciudad, o eso le había contado un guardia a Bianca.
Los guardias dejaron sus maletas en la habitación y se fueron a cumplir sus deberes. La noticia de que la futura novia de la isla había estado en el pueblo comenzó a tomar revuelo por todas partes, un día después, los periódicos de Albani hablaban de ella, con entusiasmo.
Era de noche luego de un día tranquilo, Bianca comenzaba a tomar el ritmo de vivir en un sitio tan gigante con personas que la trataban como si ella fuera alguien más importante que ellos mismos. Angelo, quien por cierto, Bianca se enteró que era el consejero del rey, fue hasta su habitación para informarle que este día solicitaban su presencia en el comedor real.
Esa tarde el sastre se había presentado ante Bianca, era un hombre sin una hebra de cabello y con muchos anillos sobre sus dedos, amable y creativo, un moreno llamado: Basilio.
Una vez Bianca estuvo en las puertas del comedor, fue anunciada como: "La señorita, Bianca Visconti". Se abrieron las puertas gigantes y la reina se levantó a excepción del rey, que no estaba en condiciones para hacerlo.
—Querida —dijo la reina, con cariño—, me da tanto gusto que hayas aceptado nuestra invitación a cenar. ¿No es así, Leonardo?
El rey, asintió como un robot.
—Así es, querida.
¿Se estaba burlando ese idiota?
Bianca le sonrió amablemente a la reina, y al rey, no le devolvió ni siquiera la mirada. Se encaminó hasta un sillón que un hombre fuerte sacó para ella, al sentarse la reina madre, también lo hizo.
—Hemos recibido la noticia de tu salida al pueblo. Tengo que decir que nos parece maravilloso que el pueblo de Albani esté contento con su futura reina.
—También fue una sorpresa para mí —fue sincera.
—La novia de la isla debe ser querida y respetada por todos —agregó, Leonardo.
De ahí en adelante hicieron silencio, debes en cuando cruzaban palabras triviales, hasta que la reina se marchó a sus aposentos y quedaron los dos a solas.
—¿Cómo te has sentido?
Bianca levantó una ceja y observó que él la miraba atento, esperando una respuesta.
—Todos han sido amables —dijo sincera—. Pero eso no quita que esté prácticamente secuestrada.
El hombre que estaba a su frente no hizo ninguna expresión o gesto ante sus palabras. De hecho, lo único que hizo fue limpiarse los labios con una servilleta.
—Me da gusto que el personal se esté comportando amable contigo. Y sí, acepto que esto parece un secuestro, pero, quizás pronto, sabrás que no es así.
—¿A qué te refieres con pronto?
—Tienes que ser un poco más paciente.
—He sido muy paciente, Leonardo.
—Pronto vienen tormentas a la isla, debo creer que no les temes —Bianca notó el cambió de la conversación repentina, pero no le dio importancia.
Recordó una vez que estuvo de viaje, y una fuerte tormenta le hizo estar en dicho país por tres semanas enteras. No les temía, pero tampoco eran sus favoritas. Lo único agradable era el clima frío y nublado, pero si eso conllevaba peligro, mejor que todo siguiera soleado y tranquilo.
Pareció que el tiempo se ponía a favor de Leonardo, porque hizo un trueno en los cielos, provocando una sonrisa en él.
—Un buen rey, conoce sus tierras —agregó.
—Un buen rey, protege a su pueblo.
Él frunció el ceño.
—¿A qué te refieres?
—Amanda —Dijo y Leonardo suspiró—, ella pertenece a tu pueblo y dejaste que un forastero se la llevara a la fuerza.
—Hay cosas que aunque no queramos permitir, salen de nuestras manos. Tú serás la reina, tendrás poder como yo, lo sabrás o entenderás pronto.
Bianca empujó el sillón para salir de la enorme mesa que rebosaba en aperitivos.
—No me interesa el poder —se permitió decir—. Ahora bien, si me disculpas, iré a mi aposento.
Él hizo un gesto con su mano libre dando a entender que podía retirarse. Con su otra mano siguió comiendo aquel postre en su plato.
Más tarde Bianca se encontraba caminando por los pasillos, en cualquier momento podía perderse entre ellos, pero las historias, que se encontraba allí eran fascinate. Cuando entró a la biblioteca quedó maravillada, ahí se encontraba cientos de libros que se alzaban arriba dentro de los enormes estantes. La arquitecta era de ensueño, un palacio dentro de otro. Habían escaleras en forma de caracol, que te llevaban a arriba para tomar los escritos. Ventanales gigantes y candelabros, también se encontraban mesitas y muebles donde podías pasarte la tarde leyendo cómodamente.
—¿Se ha perdido? —preguntó el anciano que cuidaba de la estancia—. Usted es Bianca, mucho gusto.
Hizo una leve inclinación.
—Usted debe ser quien cuida este hermoso lugar, así es, Bianca Visconti, un gusto también —el hombre le dio la razón—. Me parece de ensueño esto, debe ser alucinante vivir entre estos libros e historias.
—Puedo observar que le gusta la historia...
Ella sonrió maravillada.
—¡Así es! ¿A usted no?
—Tengo la mitad de mi vida viviendo entre este espacio, la historia forma parte de mí —a Bianca le pareció increíble—. ¿Qué tipo de historias busca? ¿Novelas, tal vez?
—Ahorita deseo saber sobre Albani. ¿Habrá libros que hablen al respecto?
Él asintió, se podía observar su vejez en sus ojos que se reflejaba, entre los cristales de los lentes que llevaba con sí.
—Tenemos una sección para estos libros. Sígame.
Llegaron a un pasillo de libreros, entre ellos lo que más le apasionaba a Bianca.
—Este libro —dijo el hombre tomando uno que era grueso, mucha información había allí—, tiene todo lo que busca. Interesante, pocas personas se interesan por la historia del lugar...