Nobleza Negra

18: Una petición

Leonardo llevaba más de media hora gritándole a la puerta de Bianca, pero ella no deseaba verlo ni en pintura. 

—Será mejor que arregles las cosas o me verás enfadada —dijo la reina madre llegando a su lado.

—Madre, deberías tú estar de mi lado —respondió indignado.

—Bianca también es como mi hija, además, es mujer y sé perfectamente por lo que está pasando —le calló la boca a su hijo—. Así que te recomiendo que la dejes tranquila por hoy y esperes hasta mañana que ella esté descansada.

A Leonardo no le quedó de otra que aceptar la sugerencia de su madre. Tampoco pudo dormir en toda la noche, Bianca no salía de sus pensamientos. 

Había mandado a castigar a Antonella por su insolencia, haberle dicho esas cosas a su prometida era el límite de su paciencia. Llevaba acosando al rey, desde que este terminó toda relación con ella, parecía que se estaba volviendo loca, le decía a todo el mundo que ella era su amante, aunque era cierto que tuvo relaciones con ella una vez estando comprometido, él en ningún momento le dijo que era su concubina o algo parecido a eso. 

Si sus sentimientos hacia Bianca hubieran estado claros en ese entonces, nunca hubiera tenido contacto con esa mujer, de la que estaba cansado. Recordó el día en que su padre se la presentó, ellos habían estado comprometidos desde que nacieron, los padres de Antonella era ricos de cuna, nacidos de la nobleza. Su ancestro había sido el mejor amigo de Lein, que luchó con él contra Roma, pero eso no tenía que ver con su vida y ahora que su padre estaba muerto deseaba elegir a su esposa y que mejor que esa mujer que lo tenía embelesado todo el día. 

—Mi señor, ha llegado la información que tanto esperó por días... ¿le gustaría leerla ahora?  

Angelo había entrado a su habitación, en su mano tenía un sobre. Leonardo, que estaba cansado de tanto pensar, le dijo que se lo diera. 

—¿Han investigado todo? 

—Así es, mi señor, en este sobre está la respuesta de por qué Bianca Visconti se encuentra en esta isla sin memoria.

—¿Ya sabes la respuesta? 

Él asintió, tímido, que no era usual en este hombre tan recto, serio como el mismo Leonardo.

—Bien —Leonardo, abrió el sobre y sacó una hoja tamaño carta que decía:

"Para nuestro rey, Leonardo Bonaccorsi: Debo infórmale, lo que hemos averiguado sobre la señorita Bianca. Debe saber, que no fue fácil, supimos desde el primer día todo sobre su familia y niñez, sus padres no son los más adinerados, pero en este momento viven bien, aunque no siempre fue así. No encontrábamos la razón de lo que usted nos mandó a averiguar, hasta hace unos días, cuando un informante nos dio la dirección un hombre llamado Rafael, un sicario. Lo interrogamos en nombre de la mafia real, suya. Él temeroso, confesó que sí conocía a Bianca Visconti".

Leonardo alzó la mirada y observó con el ceño fruncido a Angelo.

—¿Un sicario? ¿Rafael?

—Siga leyendo...

Cuando Leonardo terminó de leer la hoja, dejó caer la página al suelo y se sentó pálido en su cama. Estaba sin habla, no podía creer lo que allí estaba escrito.

—Debe ser mentira, Angelo —el consejero negó con la cabeza—. Tú la conoces, sabes que eso no puede ser... ella no sería capaz.

—Mi señor, usted no la conoce del todo. ¿Qué pretende hacer ahora?  Debemos llevarla lejos...

Leonardo abrió sus ojos con asombro.

—No haremos nada, quema todo esto —respondió sorprendiendo al consejero—. Si ella está aquí es porque fue su decisión, de esto se trata esta isla, para muchos es volver a empezar de cero.

—Majestad, ¿piensa en verdad pasar esto por alto? 

—Quiero a Bianca, Angelo. Eso es todo.

—Pero...

—¡Pero nada! Ahora escúchame bien: Quiero que mandes a matar a ese tal Rafael por sapo y también a todos los que sepan de esta revelación. 

Angelo dejó un suspiro cansino y asintió junto con una reverencia.

—Sus deseos son órdenes... 

Cuando Leonardo estuvo solo, lo primero que vio lo tiró al suelo enfadado. 

Ahora Bianca tenía una pesadilla: En el sueño escuchaba el grito de un bebé y el de un hombre que la maldecía. Entonces, se miró así misma en una habitación enorme, ella estaba junto a un caballero, él la observaba enamorado, diciéndole muchas cosas hermosas. 

—¿Te gustaría salir otra noche? —dijo él acariciando el cabello rubio. 

Ella con una copa de vino en su mano asintió.

—Me muero por salir otra noche contigo.

El sueño cambió y ahora estaba en un club sin muchas personas, en una mesa alejada se encontraba con ese hombre, que le miraba interesado.

—¿A qué te dedicas, Bianca? —preguntó dejando el cigarrillo a un lado.

Bianca sonriente, coqueta como siempre, dijo:

—Modelo... ¿tú?

—Yo ayudo a las personas.

—¿En serio? ¿Cómo?

El hombre tenía una mirada pícara, era un gánster, con mucha influencia y Bianca estaba con él.

—Las personas hacen cosas para mí... y yo las ayudo. ¿Tú necesitas ayuda Bianca?

Bianca, se movió hasta la otra Bianca del sueño, y quiso decirle que se alejara, pero no pudo. Nadie escuchaba, nadie la miraba, era solo una pesadilla.

—Así es, necesito ayuda.

El hombre sonrió complacido.

—Seremos un buen equipo tú y yo, hermosa mujer. Tu belleza al fin te recompensará en efectivo.

La Bianca del sueño tragó grueso, insegura, pero había algo que le impedía decir no.

El sueño volvió a cambiar, está vez se encontraba en un hospital, el grito de un bebé recién nacido hizo que sus oídos colapsaran, parecía que se intensificara con cada segundo que avanzaba.

Despertó gritando, agitada, pero unos brazos la sostenían, Leonardo se encontraba a su lado.

—Tranquila, todo está bien... —acariciaba sus mejillas—. Todo estará bien... Nunca dejaré que nadie más te toque. 

Ella lloraba sin decir una palabra, sin entender por qué Leonardo estaba en su habitación. Pero estaba tan conmocionada con lo del sueño que todo le pareció ridículo. Siquiera, él estaba allí, abrazándola, solo quedaba disfrutar de su cercanía y lo que ello provocaba en su cuerpo. 




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