Nobleza Negra

20: La caída de una reina

Duraron aproximadamente una hora en llegar al barrio que vio crecer a nuestra protagonista. Bianca admiraba las casas que comenzaban a parecerle familiares. El auto se estacionó frente a una modesta casa, no estaba mal, se veía bien para una familia de clase media. 

San Sirio se llamaba el sitio donde se encontraba la familia de Bianca. 

—¿Lista? —preguntó, Angelo.

Ella asintió dudosa, con manos temblorosas. 

El chófer bajó del auto y abrió la puerta para ella. Ese día el clima estaba frío, nublado, con muchas nubes tapando el azul del cielo. 

—Si quieres podemos volver más tarde —le dijo nuevamente Angelo, pero esta vez se encontraban afuera. 

Angelo notó que Bianca en su silencio derramaba incontables lágrimas.

—Comienzo a recordar todo... Una sola palabra me hizo despertar en mi propio sueño.

Angelo, preocupado, inquirió:

—¿Te puedo ayudar en algo?

—Yo soy una falsa... —La comisura de sus labios temblaban—. Me echaron de Milán, para que así no me asesinaran. Mis padres, ellos se avergüenzan de mí.

—No del todo, tú sigues siendo su hija.

Bianca miró a Angelo confusa:

—¿Por qué no te noto sorprendido? ¿Acaso, tú...? Ah. Lo saben.

El consejero del rey aclaró su garganta y respondió:

—Por eso no queríamos que volvieras. Tú no estás segura en este lugar. La persona que te llevó a Albani supo que allá podías continuar con tu vida... 

—No merezco la vida, Angelo —Su voz se quebrantó al decirlo—. Leonardo, debe estar arrepentido de mí... Su prometida es una mujer despreciable.

—No digas eso —le cortó—. Nosotros somos la nobleza negra, no tenemos cara para eso. Sí, admito que nos sorprendió, pero el rey te sigue queriendo con él. No somos santos, Bianca. 

—Hubo un hombre en mi vida que llegó cuando estaba desesperada por dinero... Me volví una persona soberbia, buscaba a toda costa la manera de seguir adelante. En mi familia, mis primas se casaron con buenos partidos, pero yo era la única que solo encontraba a imbéciles. El último... él me orientó a asesinar personas poderosas.

—No mataste un inocente Bianca, eso debes tenerlo en cuenta. El registro que nos dieron de quienes mataste, eran las personas más despreciables del mundo. 

—Angelo —pronunció su nombre y lo miró entristecida—, ¿quiénes somos para quitar, una vida? 

—Mi señora —le dijo está vez con respeto—. Así es el mundo en el que vivimos y del que usted será reina. 

Ella rio falsamente.

—Con tantas muertes encima, probablemente, pierda la vida antes de ser coronada.

—Nadie permitirá que eso pase —respondió tajante—. Así que por favor, acabemos con esto y salude a su familia. Ya luego hablará con Leonardo, que la espera ansioso. 

Al escuchar el nombre de ese hombre, su pecho se llenó de sentimiento en esperanza.

Nada más le quedaba una cosa en el mundo y era ese príncipe, que en verdad era un rey, amargado con todos, pero amable con ella. 

—Nos iremos cuando vuelva, Angelo...

—Así será, mi señora.

Bianca descendió a la puerta de la casa y golpeó varias veces hasta que se escucharon pasos. 

Una linda chica de cabello rubio, pero más oscuro que el de Bianca, fue la que abrió y quedó pálida como si hubiera visto un fantasma.

—Hola... —saludó Bianca con sus ojos cristalizados.

La chica permaneció quieta, procesando lo que sus ojos veían. 

—¿Hermana? —La rubia de ojos claros asintió y abrazó a su hermanita—. Te hemos buscado un millón de veces... Hasta que... No puedo creer que estés aquí.

Ambas lloraban con un fuerte abrazo. 

La hermana de Bianca se separó y acarició las facciones de su hermana, para asegurarse de que fuera verdad y no su mente jugando una broma. Pero era cierto, Bianca estaba allí, sonriendo como siempre lo hacía.

—Te he echado de menos, ¿dónde está mi hermano? ¿Papá y mamá? 

—Ellos están con los abuelos, vienen mañana. Pero me he quedado cuidando a... 

Ella detuvo su habla y Bianca frunció el ceño sin comprender.

—¿A quién estás cuidando, Lorena? 

—Bianca, has preguntado por todos menos por tu hijo... —Su hermana exponía consternación por el hecho, pero Bianca estaba en shock. Su cerebro dio vueltas y comenzó a tambalearse.

Lorena al darse cuenta la sujetó y la condujo hasta el sofá que estaba en la sala, no muy lejos de la entrada. 

La silueta de una persona que no lograba recordar se situó en su mente y miró a un niño. 

Antes, pensó que era su hermano, pero volviendo a recordarlo, esa silueta continuaba allí. Pero ahora, todo era evidente.

Lorena volvió a la sala con un vaso de agua y le dio de beber. 

—¿Te encuentras bien? Háblame, hermanita... Por favor.

Bianca volviendo un poco a la normalidad, contestó:

—No me encuentro nada bien. Todos estos meses he estado en trance, mi mente había olvidado todo. No entiendo mucho, solo sé que aparecí en una isla y apenas recordaba mi nombre.

Lorena la abrazó. 

—Ahora estás aquí, hermana... 

Pasos se dirigían a la sala donde ellas se encontraban. Unos ojos iguales a los de ellas, pero estos incluso eran más llameantes en su color, con cabello de un rojizo natural y unas facciones deslumbrantes, dijo:

—Has vuelto, mami... 

Y viendo a ese niño de cuatro años comenzó a recordar: El día en que mató a su padre descubrió que estaba embarazada y no podía permitir que su pequeño creciera con alguien como él.

Las veces que se vio obligada a trabajar de modelo, aunque eso fuera lo que menos quería por el anhelo de cuidar a su niño, eran obligatorias. Pasaron tres años cuando sus padres carecían de contentamiento porque el niño no tuviera un padre, ayudaron a Bianca a cuidarlo mientras ella se iba de viajes a ganarse la vida con su belleza en Europa y el mundo. 

En el momento en que viajó al Miss Universo, por ser Miss Italia: su familia la acompañó, por lo que Bianca sentía que estaba logrando algo; que su padre y su hijo se sintieran orgullosos de ella. Pero ese desmayo que la descalificó, era solo el comienzo de días donde estaba agonizando. 




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