Nobleza Negra

24: Verdades

Era el día de una cena que su madre estaba preparando en familia y Bianca no muy interesada; debía ir porque sus dos hijos estaban invitados y deseaban compartir con sus abuelos.

—Debemos salir de una vez, o abuela se pondrá furiosa —Alessandro tomó su mochila, donde guardó su pijama con la de Lein y de su mamá. 

Bianca llevó en brazos a Lein hasta la otra calle que era la casa de sus padres. Lorena la esperaba en la puerta, en lo que vio a Alessandro lo abrazó y también a Lein. 

Una vez adentro la cena estaba servida, en lo llegaron los invitados (Bianca, Alessandro y Lein) todos se sentaron en la mesa.

—¿Quién dará las gracias? 

—¡Yo la haré! —propuso el pelirrojo entusiasmado. 

—¡Ale, sin burla! —advirtió su abuela.

—Mamá es solo un niño.

—Se le debe corregir o será un delincuente como su...

—¿Padre? —inquirió el inteligente niño. 

Bianca miró a su madre con el ceño fruncido.

—No escuches eso. ¿Ya estás listo para dar las gracias? 

Alessandro que no olvidaba tan fácil se cruzó de brazos y negó con su cabeza. 

—Si no lo haces tú, lo hará otro —le dijo su abuelo. 

—¡Yo! —gritó Lein.

—¡No! Sí lo haré yo —Lein le sacó la lengua a su hermano. 

—¡Mamá mira a Lein!

—¡Niños! —dijo Bianca exaltada, mientras sus hermanos reían de ella—. Lein cierra tu boca y Ale, deja de ser tan malcriado. 

Al final el abuelo Domenico fue quien dio las gracias por los alimentos, una costumbre en la mesa de los Visconti. 

La cena transcurrió tranquila con los niños presentes. Una vez ellos se fueron a dormir en la habitación que había sido de Bianca, Florencia, dijo:

—¿Cuando vas a buscarle una figura paterna a tus hijos? 

Adriano y Lorena cruzaron miradas con hastio. 

—Madre, deja en paz a mi hermana con eso.

—¡Tú no te metas en esta conversación muchacho grosero! 

—Adriano tiene razón —dijo Lorena.

—Claro, cría cuervos que te sacarán los ojos...

Bianca se levantó y dijo:

—Si escucho otra palabra agria salir de tu boca, te juro que no me interesa los lazos de sangre y...

—¿Me vas a matar? ¡Anda, grosera! ¿Crees que no supimos todas las cosas feas que hiciste? ¡Eres una mala influencia para tus hijos! Te salvas que por salvar el honor de esta familia tu padre y yo no dijimos esto al juez.

La rubia estaba llena de lágrimas.

Domenico solo miraba la escena en silencio.

—No te preocupes, me llevaré a mis hijos y nunca más volveremos a molestar por aquí.

—¡La única que molesta aquí eres tú, asesina!

Bianca ardió en llamas e impactó su mano contra la cara de su madre. 

Adriano y Lorena no podían creer como su hermana le volteó la cara a su madre. 

Domenico se levantó hecho furia e iba a pegarle a Bianca con el cinturón de sus pantalones, pero la rubia no iba a dejar que ese hombre que la lastimó tantas veces de niña se le acercara.

Cuando Domenico levantó sus brazos para pegarle Bianca, ella fue encima de él y le dio una patada justo en su pecho, dejando al hombre sin aire. 

Adriano jamás había visto una patada también bien coordinada. Lorena ahora estaba llorando encima de su padre que no podía respirar. 

Miraron al rostro de Bianca y observaron como sus ojos irradiaban, en la ira de una persona completamente diferente a la que conocían.

—Si uno de ustedes me pone la mano encima los mando a dormir —señaló a su madre y padre. 

—¡Has hecho algo malo, Bianca! —acusó Lorena.

Bianca tuvo ganas de llorar, pero su rabia era más fuerte.

—Estabas muy pequeña, Lorena... Estos seres que tú adoras, son los malos aquí. Esa familia perfecta en la que naciste, no existía antes de ti... ¡Ellos me hicieron quien hoy soy! ¡Papá era un abusador que me agredía físicamente, borracho, y mamá tapaba todo! ¡Estoy harta de fingir que esto no pasó! Eran ustedes muy pequeños para entender.

Adriano que lloraba mirando como su hermana estaba hecha un desastre, se acercó a ella y la abrazó. 

Pero Lorena se negó a creerle y solo la ignoró. 

Una hora después Adriano había ayudado a llevar a los niños de vuelta a casa, también se mudaba él a casa de Bianca. 

Esa noche durmieron los cuatros juntos, Adriano para Bianca seguía siendo ese niño que ella protegía de los abusos de sus padres al igual con Lorena. Solo ella sabía el sacrificio que hizo para que nunca ellos pasaran por lo que ella vivió.

Al día siguiente las noticias volvían con el asunto de la reina de la que se hablaba que todavía no aparecía. Testigos contaban sobre la existencia de una soberana, pero que por causas que desconocían ella no se presentaban todavía a la nación.

Varias veces Leonardo fue interrogado por la prensa que le preguntaba por la reina, él siempre daba la misma respuesta: Se encuentra bien. 

Ese imbécil, pensó Bianca, nunca se había preocupado por ella, era un mentiroso y descarado. Varias mujeres ya lo habían acusado de haber tenido relaciones con él.

—Se te hace tarde, Bianca. 

—Lo sé, Adri. ¿Podrías llevar a Alessandro a la escuela y esperar que la niñera venga a cuidar de Lein? 

—Con gusto, hermana. ¿Es bonita?

—¡Adriano, no te metas está vez con la niñera! Mira que me ha costado conseguir una en tan poco tiempo con experiencia... La última la dejaste sin estabilidad emocional. Así que por favor, te comportas.

El rubio de ojos claros levantó sus manos en señal de rendición.

—¡Vete de aquí antes que te despidan por llegar tarde!

Bianca recogió sus cosas y se marchó de la casa. En la carretera miraba muchos guardias, uno de ellos la detuvo. 

—Documento de identidad. 

—Voy muy tarde al trabajo, ¿podría molestar otro día? Todavía me quedan treinta minutos de camino... 

—Le he dicho que me dé su documento de identidad.




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