Nobleza Negra

25: La Reina

Bianca se encontraba llorando en su habitación, con todo a oscuras, cuando su hermano, sin tocar antes, abrió la puerta. 

—¿Bianca?

—Se murió.

—No seas chistosa. ¿Por qué hay un vestido enorme afuera y Alessandro tiene un nuevo nintendo? ¿Robaste? Yo no juzgo, eh. 

Cuando Adriano encendió las lámparas,  y la observó demacrada en lágrimas, tirada en el suelo, fue hasta ella, y acarició sus mejillas, con delicadeza.

—¿Qué pasa? ¿Qué te han hecho, hoy?

—Me despidieron... Y, pensé que podía a hacer una locura, pero no me creo tan capaz.

—¿Te ibas a suicidar? 

Bianca se limpió las lágrimas y respondió:

—No soy tan tonta.

Adriano se sentó a su lado para hacerle compañía.

—¿Me cuentas que intentas hacer? 

Ella suspiró.

—Hoy, hay un baile en el Real palacio de Milán... Casi intento convencerme de ir...

—¿Qué te hace querer volver a ver a ese hombre que nunca te llamó? 

—No es por Leonardo. O bueno, no del todo... Estoy harta de que la gente me subestime y me critique todo. 

Adriano la abrazó.

—Eres la mujer más valiente que he conocido. ¿Te vas a rendir así de fácil?

—¿A qué te refieres? —inquirió.

Adriano sonrió.

—Me refiero a que debes ir a ese baile y mostrarle a Italia que eres la patrona.

—No lo sé... ¿Y si ese hombre me echa? Muchos hablan de que es frío y malvado.

—¿Te das cuenta de que estás hablando como si no lo conocieras? ¿No eres tú la mamá de su hijo? No hay mejor persona que tú para saber que es lo que haría ese hombre. 

Recordó, Bianca, que él nunca la echó de su castillo en Albani, que fue él mismo quien la envolvió en vestidos y joyas. 

¿Tendría ganas de verla otra vez? 

¿Por qué nunca fue por ella?

—Adri...

—Dime.

—Necesito que alguien me ayude a peinar...

Adriano besó a su hermana en la mejilla.

—Por eso es que te amo —le dio otros cinco besos que hicieron a Bianca reír—. Mi Bianca nunca se rinde, ella es poderosa.

Para la tarde Bianca esperaba que Adriano trajera a alguien para peinarse elegante. 

—¡Llegué yo! 

Bianca bajó del segundo piso, cuando cruzó a la sala de estar, se encontró con quien menos pensó. 

—¿Lorena? 

Su hermana se levantó del sillón y con una sonrisa llena de lastima le saludó.

—Bianca, sabes que Lorena es la mejor en esto. ¿Podrías perdonar? 

Bianca negó con la cabeza y su hermana se iba a echar a llorar.

—No se trata de si debo perdonar, nunca he estado molesta con ella. Lo único que me gustaría saber, es si ella sigue pensando que soy un mounstro.

Lorena se recogió un mechón rebelde de su cabello, y dijo:

—Nunca lo he pensado, Hermana. Sabes, que sé la verdad de toda la historia. Solo que al verte pelear de esa manera con papá y mamá, me nubló la mente... Lo siento. 

Bianca comprendió, pero igual le había dolido que su hermana no la apoyara, todavía sabiendo todo. 

Pero igual estaba agradecida porque durante estos últimos años ella había estado apoyándola con su recuperación e hijos. 

Lorena estuvo muy pendiente cuando Lein nació un poco enfermo y duró días en observación. También cuidando de Alessandro, cuando Bianca no podía. 

Eran hermanas y ninguna llegaba cerca a ser perfecta.

—Ven y abrazame Lorena... 

A ese abrazo también se unió Adriano y dos criaturas que llegaron de sorpresa.

—¿Ya se cansaron de jugar con el nuevo nintendo? —inquirió Adriano.

—Lein, no sé que le hizo y ahora no quiere encender... —se quejó Alessandro reprimiendo su ira.

Bianca suspiró y dijo:

—Menos mal que vino por cuenta del rey, sino los estuviera matan...

—Chicos —interrumpió Adriano con una sonrisa—. Mamá se va a poner hermosa, vamos a la habitación y yo arreglaré la consola. 

Los niños se fueron corriendo al piso de arriba y Adriano los siguió. No sin antes decirle a sus hermanas que lo llamaran en cuanto Bianca estuviera lista.

fueron al cuarto de baño de la habitación de Bianca y frente al espejo, comenzaron con el asunto de peinar a la rubia. Habían puesto una silla delante de este, y Lorena detrás de su hermana, tuvo una idea:

—Bianca, ¿qué tienes planeado hacerte? Yo he tenido una idea... Más no sé si pueda ser de tu agrado.

—Yo pensaba en algo sencillo, pero elegante... ¿Tienes idea de algo? Cuéntame.

Lerena imaginó su idea en Bianca y convencida, dijo:

—Tal vez podamos cortar el cabello... ¿Te imaginas lo hermosa que te verías? Todo un cambio magnífico. 

Bianca sin echar la idea a un lado, porque muchas veces lo había pensado, se imaginó viéndose al espejo, con su cabellera rubia ahora corta. 

Recordó que a Leonardo le encantaba su cabello largo. 

—¿Sabes cómo me gustaría? 

Lorena frunció el ceño mirando la sonrisa que su hermana dibujaba orgullosa.

—Dime. Y por favor, dime qué es buena. 

—Lo quiero tipo Marilyn Monroe, así con elegancia, como lucía en ella. ¿Puedes hacerlo? 

Lorena estaba sorprendida.

—Pero eso es muy corto, yo decía un poco más arriba de las puntas. ¿Crees que le agrade a Leonardo?

Bianca recordó la noticia sobre esa mujer que fue captada junto a él y sintió celos. 

—Es exactamente eso. A él no le agradaría, quiero que chille... 

—Hermana, aunque creo que todo lo que te hagas se te vería bellísimo, debo decirte que no debes cortarte el cabello solo para a hacer sentir algo en un hombre que no te merece.

Bianca comprendió que su hermana tenía razón. Pero de todos modos el cortarse el cabello era de sus planes a futuro, ¿qué más daba si lo hacía ahora? 

—Hazlo Lorena, te prometo que no solo es por Leonardo. ¿Te acuerdas cuando de niña era tan seguidora de la belleza de Marilyn? 

Lorena sonrió y asintió.




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