Nobleza Negra

27: Reencuentros

Amanda se encontraba bien y muy hermosa con muchas cosas por contar a Bianca que la escuchaba atenta. Ambas mujeres habían ido a una mesa solas para hablar cómodamente.

Mientras tanto la reina madre había ido a hablar con su hijo para convencerlo de que dejara a Bianca en paz siquiera por unos días que ella necesitaba procesar muchas cosas.

—Ha pasado tanto —contó Amanda—. Tengo una niña, mi esposo Lorenzo no quiso traerla está noche.

—¡Que emoción! Bueno, también tengo dos niños... 

—¿Dos? ¡Tú y Leonardo no perdieron el tiempo! 

—¡Shuu! Uno de ellos no es de Leonardo. Tiene siete años y lo tuve mucho antes de llegar a la isla. 

—Ah, era ese niño que mirabas en tus pensamientos...

—¡Exacto! ¿Cómo es Lorenzo contigo? 

Amanda suspiró.

—Al principio era un caos de hombre, ya te imaginas, todo machista y arrogante. Pero en fin que nos conocimos y comenzó a tratarme diferente, también porque le puse límites. Yo le dije que esto no era un libro erótico donde con una cogida todo se arregla, le pedí respeto como mujer y que se respetara a él como hombre.

Bianca estaba orgullosa de su amiga. 

—Me da curiosidad esa referencia que usaste —rio Bianca.

—Pero es que tengo razón, dejé de leer esos libros cuando me di cuenta del machismo y hembrismo que se encuentra en ellos.

—Yo leo libros eróticos —agregó Bianca—. Pero claro, sé que a veces son tramas muy fuertes; lo que hago es no tomar todo literalmente. Pero tienes razón, querida amiga. 

Amanda asintió.

—Igual cada cabeza es un mundo y todos podemos leer lo que nos guste, por más darks que sean. 

Ellas rieron, y comprendieron cuánta falta se hicieron. 

—Lo importante es el respeto y que estos temas no influyan en nuestro comportamiento de la vida real. 

—De acuerdo contigo. 

—Y... supe todo lo que has pasado, ¿dónde habías estado? Mi esposo y sus amigos hablaban de lo mal que estaba el rey sin ti. 

Bianca bajó la cabeza e hizo una mueca.

—No hasta hace mucho recordé todo después del coma —Amanda tomó su mano y la acarició—. Estuve tanto tiempo esperándolo y nunca llegó. Y ahora, me ves aquí hoy de sorpresa.

—Lo siento tanto... 

Bianca levantó una sonrisa, y preguntó cambiando la conversación:

—¿Franchesco está bien? 

Amanda suspiró profundamente.

—Se vino detrás de mí y casi se ahoga, pero Lorenzo lo subió con nosotros. Después de eso nos dieron habitaciones, en la casa de mi ahora esposo, y aunque al principio hubieron conflictos, terminó él siendo la mano derecha de Lorenzo.

Bianca estaba boquiabierta.

—No te lo puedo creer. ¿Y el restaurante de sus sueños?

Amanda sonrió.

—Lo tiene en varias partes de la ciudad, son muy exitosos.

—Esto es como un final feliz para ustedes.

—Así es, agradezco cada día haber ido a ese baile aunque al principio odié ese momento.

—Ni me lo digas, hasta una bofetada le di a Leonardo por haberte dejado ir —ella rio al imaginarse la escena.

—Ah, mira. Ahí viene Franchesco...

Bianca volteó y miró el hombre que venía vestido con traje elegante también arreglado que no parecía ese pescador que una vez conoció. Él siempre fue apuesto, pero ahora su belleza era explotada y todas lo sabían.

La reina se levantó con una sonrisa y miró como el hombre hizo una reverencia.

—Mira, lo que el mar nos ha traído de vuelta —dijo Franchesco amablemente.

—Todo lo que el mar se lleva siempre lo regresa, eh. 

Se abrazaron en ese lazo de amistad que ambos sentían. 

Pero a unos metro Leonardo Bonaccorsi se sintió celoso al mirar a ese hombre abrazando a su reina. 

"Ella no lo había abrazado a él y tampoco había sonreído emocionada de verlo". 

—A él sí.

—Es tu culpa —le respondió su mamá.

—Claro, todo siempre es mi culpa. 

—Es así. 

A Leonardo le brillaron los ojos al verla sonreír con esa gracia que ella solo tenía. 

—Ha dejado su cabello hasta debajo de sus hombros y no puedo creer que se vea todavía más hermosa. 

La reina abrazó su brazo y le dijo:

—Has tardado mucho en buscarla, ahora es momento de mover el tablero para traerla de vuelta. Mata al peón que sea necesario, si así Bianca vuelve a nosotros.

Leonardo asintió.

—No es literalmente, Leonardo. 

Él la miró divertido.

—¿Entonces no quieres que mate a ese tipo por acercase mucho a ella? 

La reina madre iba a sufrir de un infarto muy pronto si su hijo no formaba una familia con la mujer que lo llevaba a tener esos pensamientos suicidas.

—No mates a los peones inservibles, debes a hacerlo, con los que te detengan a tenerla. Como el caballo, la torre... ¿otra reina? 

Flor le dio unas palmadas y se fue riendo.

Su hijo estaba confundido.

Leonardo intentó dar un paso hacia la mesa de Bianca, pero una mujer que lo tenía obstinado, se interpuso:

—Me prometiste un baile... ¿sí?

Leonardo quiso echarla de su vista, pero el padre de la joven estaba a unos pasos mirando como ella lo tomaba del brazo y lo llevaba al centro del salón.

Bianca lo miró pasar y Leonardo con la mirada le suplicó que lo ayudara. 

Si ella seguía sintiendo cosas por él, vendría en su ayuda, sino lo hacía, se dijo que entonces, era verdad y la había perdido para siempre.

Una mujer hermosa, de gran cuerpo esbelto se acercó tomada de la mano con un musulmán a la mesa de la reina. 

Ella hizo un gesto de apenas reverencia y el musulmán igual:

—Un gusto conocerla reina Bianca, mi nombre es Hasan Abdallah y ella es mi hermosa esposa Romina. 

La reina con una sonrisa amable saludó:

—Es un gusto conocerlos. ¿Son ustedes musulmanes? 

La mujer llevaba un vestido estilo árabe con un hiyab que apenas tapaba su cabello descubierto, y el hombre un traje negro elegante.




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