Leonardo se negaba a aceptar que Bianca tomara por sus manos esta venganza.
—Debes dejarme hacerlo.
—Ya te dije que no, que es peligroso.
—Leo... Tú no entenderías lo que ahora siento.
—¿Por qué no lo entendería, Bianca? Dame una sola razón...
—Es mi familia, mis hijos...
—Nuestra familia, Bianca —corrigió—. Y ya te dije que me encargaría de esto, así que es mejor que subamos a un avión y vayamos con nuestros hijos. También tu hermano que debe estar en el hospital.
Bianca no respondió, pero ella no iba a dejar pasar esto, sin que sus propias manos se ensuciaran con las vidas de estos hombres que intentaron arremeter con su familia.
Cuando escuchó que ellos habían sido los culpables no pudo evitar sentir esa sensación que creyó haber olvidado; esas ganas de hacer pagar a estos criminales.
Estos hombres se habían metido con los hijos, y hermano, de la mujer equivocada. Bianca era capaz de dar la vida por los seres que ama, ella era vengativa, orgullosa, y ahora la reina de un tablero que se venía en su contra.
Era momento de comenzar a ingeniar una buena jugada que destruyera, varios peones a la vez.
La activación del proyecto Bianca se pospuso hasta el mes siguiente, Leonardo había dado la orden al siguiente día del atentado contra sus hijos. Por suerte Adriano recibió el impacto en su brazo que apenas lo rozó, para la semana siguiente, se encontraba bien.
Nadie sabía sobre este atentando, de hecho, Leonardo le contó a Bianca que los mafiosos que se hacían llamar parte de la Nobleza Negra, no sabían que él estaba enterado de su traición.
Lo que era conveniente porque de esa manera los mantenían vigilados, porque en realidad no podían hacerles nada sin que cientos de vidas inocentes no se vieran afectadas.
Tres semanas después, Leonardo reconocía ante la nación, a sus hijos como herederos al trono Italiano.
Curiosamente ninguno de los involucrados fue a la celebración. De hecho, supieron días después, que los único leales aran, la Costa Nostra y la Ndrangheta. Los demás eran buitres que querían adueñarse del mando, pero eso estaba lejos de ser así.
Alessandro tenía una corona sobre su frente junto a Lein, ambos salieron de esa manera en todos los periódicos y programas de televisión del país.
Se había enterado Bianca que sus padres y demás familiares habían hablado a la prensa testificando que eran parientes de ella.
No podían ser más hipócritas.
—¿Adónde vas mañana, Leo?
El hombre, estaba por acostarse en la cama, era tarde por la noche, había sido un duro día con esto de la mafia en su contra.
—¿Cómo sabes que iré a algún lado? No digas que eres una de esas esposas celosas, que andan pendientes de adónde van o qué hacen sus maridos.
Bianca rio.
—Celosa, sí soy. Pero no una loca, si me engañas con alguien tarde o temprano me enteraré y será tu fin.
Ella que estaba detrás haciéndole masajes, de un momento a otro estuvo tumbada entre los brazos de su hombre.
Los dos reían y se besaban, todas las noches que estaban juntos, se convertían en momentos inolvidables para los dos.
Leonardo paró de besarla, y recordando la conversación, respondió:
—Nunca estaría con otra que no fueras tú...
Bianca recordó aquellas noticias y aprovechó para decírselo en su cara:
—Yo veía en las noticias como mujeres testificaban haber estado contigo —quiso no parecer enojada, pero era imposible.
Leonardo rio y respondió:
—Son falsas. Mujeres que querían su minuto de fama. ¿En serio creíste en eso?
Bianca se puso roja.
—Yo quería matarte cada vez que oía esas noticias...
—Pues, eran mentiras... ¿bien?
Ella asintió, pero todavía quedaba una incógnita.
—¿Y esa Alexandra y su padre?
Él sonrió mirándola con el ceño fruncido, sabiendo que le sacaría esto en cualquier momento.
Suspiró, más que por el cansancio del día, lo hizo porque pensar en eso le daba coraje.
—Ese hombre es Ricardo, jefe de la Sacra Corona Unita, una de las mafias que ha ido tomando bastante poder en mi régimen. Primero quiso meterme a su hija por los ojos, para así llegar al trono, Alexandra es una caprichosa. Ahora su padre, ha vuelto a los demás en mi contra y él es el culpable de todo esto que está pasando.
Bianca se sintió al fin en paz porque Leonardo le había revelado quien era la mente en este plan de acabar con ellos.
—¿Confías en mí, Leo?
Este sonrió y asintió.
—Sabes que sí... —afirmó—. ¿Por qué la pregunta?
Bianca besó su cuello y luego fue hasta sus labios...
—Solo pregunto...
Y lo enrolló en su piel hasta hacerlo olvidar de sus problemas.
Para la mañana siguiente cuando su esposo estuvo fuera del palacio, comenzó a mover sus piezas.
La reina madre había salido con sus hijos a Albani porque allá estarían seguros. Dos días antes, le dio la tarea a Angelo de enviar invitaciones para una cena que organizaría en honor a la Nobleza y su triunfo en Italia.
Angelo siguió sus órdenes y repartió las invitaciones a toda la mafia que hacía parte de la corte del rey.
Se encontraba Bianca caminando al despacho de Angelo, cuando escuchó a este hablar con otro miembro del palacio, ellos decían:
—Así es, se acordó con el rey de Inglaterra, casar al hijo heredero con la hija de este.
—¿Qué ha dicho su majestad sobre esto?
Bianca cerró la puerta tras su espalda y miró a Angelo con ira.
—Salga de la habitación y déjeme a sola con el consejero.
El hombre que era parte del gabinete salió con prisa sin siquiera atreverse a mirarla a los ojos.
Bianca fue hasta Angelo, que ahora de pie y nervioso, esperaban que ella le preguntara sobre ese pequeño secreto de Leonardo.
—¿Vas a esperar que te lo pregunte?