Nobleza Negra

Epílogo

—Tú eres la luz de mis ojos —dijo Leonardo a Bianca en el encendido de Albani. La muchedumbre gritaba a sus lados, la isla se encontraba iluminada gracias al 'proyecto Bianca'.

—Y tú eres mi mundo, Leo. ¿Qué más podría pedir, ahora que estamos juntos y nuestros hijos felices? 

Él la abrazaba mientras los fuegos artificiales creaban un momento memorable entre ellos dos. 

No habían periodistas a sus lados, nadie que los molestara, eso era lo bonito de Albani donde ambos podían descansar de las personas y sus críticas no constructivas.

Habían pasado los mejores meses de sus vidas, la semana pasada Leonardo coronaba a sus hijos como príncipes de de Italia. 

Él bajo la mirada a la barriga de su esposa y sonrió:

—La vida me sigue regalando felicidad, ahora con la llegada de nuestra princesa Leonor.

Bianca lo abrazó fuerte y besó su mejilla. Su hermoso esposo lo era todo en su vida; estos días habían sido tan memorables que no querían despegarse, el uno del otro. 

—¿Leonor? —inquirió confusa—. Leo, quedamos que le pondríamos, Blanca.

—Vamos, mi reina, tú ya le pusiste el nombre a nuestros hijos. Creo que ahora me toca a mí...

—Pero... 

Él, la calló besándola y ella rio de lo estúpido que era. 

—Shuu, luego hablamos de eso. 

Se abrazaron nuevamente y miraron lo hermosa que se veía toda la isla iluminada desde la playa donde todos los habitantes se habían reunido para el momento.

Ahora cada esquina de Albani era iluminada y todavía seguía en marcha el proyecto con zonas y hogares que continuaban sin electricidad. 

Pero todo iba bien y las personas habían recibido de manera alegre el nuevo comienzo de su isla.

—Te amo, Leonardo Bonaccorsi. Te amaré por el resto de mi vida... —El hombre se había quedado en shock y ella agregó—: ¿Te encuentras bien?

Él dejó, que el aire que llevaba segundos conteniendo, saliera de forma dramática y dibujó una hermosa sonrisa en su rostro perfecto.

Alzó a Bianca en sus brazos y ella no evitó gritar y llevar las manos a su enorme panza.

—¡Leo, la bebé! 

Él no paraba de reír y decir cuánto amaba a su esposa.

—¡Pero yo te amo mucho más, te amé desde la primera vez y te amaré hasta que muera, mi reina Bianca! 

Los que estaban cerca de ellos se maravillaban al ver a su majestad tan feliz como nunca antes lo habían visto. 

Por último pegó su frente a la de ella y dijo:

—No sabes cuántas noches me imaginé a ti decirme esa bendita palabra...

—¿Cuál? ¿...te amo? 

Él sonrió y asintió como un niño.

—Esa misma, dila todos los días y me vas a bendecir como no te imaginas...

Bianca lo besó en la mejilla y luego jaló su cachete.

—¡Auhs! 

—Te amo... 

Pero esto no terminaba aquí...

Angelo llegó en carrera a ellos y su rostro reflejaba el dolor y la desesperación:

—Mi rey y reina... 

Leonardo dejó a su esposa que estaba en sus brazos y miró con el ceño fruncido a Angelo:

—¿Qué ha pasado? ¿Algún problema con la planta eléctrica? ¿Italia?

Él negó y sus ojos parecieron cristalizarse:

—Ojalá fuera eso mi rey... Lo siento tanto, aceptaré mi castigo, porque lo merezco.

Leonardo ya preocupado, respondió:

—¡Dime ahora qué es lo que pasa! 

—Acaban de... —tragó grueso—. Oh, Dios... Yo, no puedo...

—¡Te ordeno que hables de una vez, carajos!

El hombre tuvo que reunir fuerzas y con dolor, dijo:

—Secuestraron al príncipe, Alessandro... Y, hemos perdido a los criminales.

Leonardo no supo si salir corriendo a matar a los criminales o encargarse de su esposa que con dolor entraba en labor de parto. Sus gritos de dolor dejaron a todos en silencio y antes de que todo se fuera al carajo, grito:

—¡Mi hijo! 

Y cayó en los brazos de su esposo que no hallaba cómo solucionar dos problemas a la vez.

Diecisiete años después...

El presidente más joven que Rusia pudo tener hasta entonces, tomaba el mando de la nación. Mientras la Nobleza Negra de Italia esperaba hacer nuevos tratos, con el reciente cambio de gobierno.

Estaban preocupados, de eso cabía duda debido a que se oía que este hombre era alguien que no trataba con cualquiera y que sus planes para su país, en ninguna parte nombraba tratar con otras naciones.

Rusia en los últimos años se había convertido en potencia superando a china y estados unidos. De hecho, a este momento del mundo, eran los más poderosos. 

Y no solo Rusia cambiaba a su jefe de estado, también Italia lo hacía con el príncipe Lein que en los próximos meses de convertía en rey. 

Se hablaba que Leonardo le entregaba la corona con tan poca edad, porque esos eran sus deseos desde que el príncipe era tan solo un niño. Otros decían que en Albani, esa era la costumbre. Y la última y digamos que más romántica; era porque deseaba pasar más tiempo con su esposa la reina Bianca.

—Pronto nos comunicaremos con él —dijo Leonardo a su hijo, Lein.

—Padre, ¿crees que Rusia quiera seguir adelante con nosotros? Es tan poderosa esa nación, que no necesita a nadie más.

—No creas esas cosas, Lein. Todos necesitamos ayuda por más poderosos que seamos. Y si ese presidente es inteligente, se unirá a nosotros.

La reina Bianca entró a la oficina de su esposo y se encontró a ellos dos hablando. Enseguida hicieron silencio y se levantaron, Lein besó su mano y Leonardo sus labios.

Bianca convertida en una adulta seguía siendo hermosa, parecía que los años no pasaban factura en ella. Pero sí que en su corazón facturaban con una perdida que la soñaba todas las noches.

—¿Listos para irnos a Albani? —preguntó y ellos dos asintieron.

Aunque en los últimos años, hacía falta un integrante de la familia, habían conseguido seguir adelante, aunque el dolor seguiera vigente, lograban ser felices estando juntos. 




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