Me dijo que me saliera bien presentable. Lo único presentable sería mi ropa; de marca por cierto. Llegamos a un bar de la calle 20. Habían mujeres muy hermosas. Me sentía apenado. No sabía que hacer ni que decir. Mi tía me dió un empujón.
— ¿Que paso? — dijo con ademán de molestia — pregúntale, ¿Cuánto vale? A estás mujeres no les importa como te veas sino cuánto tienes... — hizo una pequeña pausa, para mirarme fijamente, — no me salgas marica. Yo voy a comprar una botella.
Empezamos a beber. La idea, supongo, de servir una copa cada 5 minutos, cada que sonaba un canción, era para que yo me llenará de valentía y me atreviera a tener sexo por primera vez en mi vida. En una de las idas al baño de Lulú. Se me acerca una muchacha, rozando las yemas de sus dedos en mi brazo, subiendo a paso lento, como un par de piernas que siguen un camino, sus dedos llegaron a su destino. Acariciaba mi cara con movimientos circulares. Estaba apenado, excitado por el toque de una mujer.
— ¿Te vas a comer esa vieja? — dijo, a su vez, que se sentaba a mi lado.
Ella la miro. Note en su rostro algo de molestia.
— es mi tía — respondí con pena
Note que ante mi respuesta, un ademán se dibujaba en su rostro; su expresión decía:
"¿Quien viene a buscar putas con su tía?"
— ¿Puta, cuánto cobras? — pregunté para ver si cambiaba esa expresión, que me hacía sentir mal. — ¿Eres barata?
Si expresión cambio a molestia.
— puta, si... Barata, tu madre. — dijo con una leve sonrisa.
No podía dejar de mirarla. Tampoco me molesto el comentario sobre mi mamá, ella había muerto en un accidente hace mucho y me afectaba muy poco. Las palabras solo duelen cuando quien las dice es importante para ti, del resto importaba mierda. Me tenía cautivado. Volvió a soltar otra risita. Tomo mi mano, se acercó a mi oído y dijo:
— apostaría todo lo de esta noche. ¿Sos virgen? — soltó una risa. — Te voy a dar el descuento por feo y de paso te avispo.
Yo solo me deje guiar hacia la barra, al parecer, ahí se cancelaba el servicio, y si, en efecto cancelé cincuenta y cinco mil pesos. Mi tía nomás veía como me iba con aquella chica de la noche, feliz, supongo al ver que no era un hombre raro, solo incomprendido. Feo para ser exacto. Llegamos a una pieza, abrió, encendió la luz y pude verla; el establecimiento era muy bonito, pero oscuro, no la veía bien y su voz era opacada por el alto volumen de la música. pero aquí de frente, de mi, con la luz de esa pequeña pieza, me mostraba una diosa de cabellos de oro. Cuando se acercó a mi para decir:
— quítate la ropa.
Que hermosa voz, y que ojos tan hermosos. Castaños, ojos color castaños, redondos y grandes, brillando como si tuvieran estrellas, en vez de pupilas. Labios rosados. Y el lector no sabrá cómo es su cuerpo, al menos que venga a darse una vuelta por estos lugares, buscando a una mujer de cabellos de oro, ojos castaños y labios rosados.