Las fiestas de doña María, eran imperdibles. Todos en la cuadra asistían. Mientras los niños jugaban, los adultos bailaban, tomaban. Raúl, recuerde usted, el "buen vecino." Pero ni tan "bueno" como se creía. Él, era quien se encargaba de hacer que los vecinos aportarán para la reparaciones del parque, la cancha de fútbol, de pintar las aceras cada navidad, con su respectivo muñeco navideño. Te ayudaba, realmente lo hacía. Cuando quería para un play station; muy popular en ese entonces. Me dijo que si ayudaba a pintar la casa, me pagaría la mitad de lo que costaba.
— Un amor de hombre. — decían mis tías. Ojalá todos fueran así. Yo si me hubiera casado.
Pero, ya casi, siendo las 12 de la mañana, diría yo. La mayoría de niños ya se habían entrado. Quedamos los más "toposos." Y de padres un poco despreocupados. Una mujer se acercó a don Raúl, alegando estar embarazada. La música, que ya se encontraba pausada; mientras mi tía buscaba en su colección de CD's algo más "movido." Continuo así, en pausa. Todos los presentes, posaron sus miradas y atención a lo que ocurría. Doña Teresa, su esposa, lloraba desconsolada. Seguro pensando en cosas como: "no lo puedo creer", "debe ser mentiras." Nadie podía creer lo que estaba escuchando. Don Raúl, padre de tres niños, ahora al parecer de cuatro, bueno depende de que si es niño o niña. Que importa. Don Raúl la cagó. Habían pasado unos minutos, de la infame calumnia que se le achicaba a don Raúl. Todos en el barrio se encargo de decírselo a la mujer, ahí presente. Cuando de repente un carro se estaciona a mitad de la carretera. Se baja un hombre medio musculoso, con el ceño fruncido. Muy al estilo de película "gringa", camina hacia donde don Raúl, dándole un derechazo, como boxeador profesional. "Rocky", pensé. Tendido en el suelo, con las manos cubriendo su rostro. Tal vez por la vergüenza o porque estaba sangrando y le dolía. Y, ¿A quien no? Pero lo más posible era por ambas razones. Solo algunos interfirieron, creyendo que, el hombre mataría a Raúl. Se pusieron de frente, y como preparándose para un batalla de cuatro versus uno.
¡Antonio! — grito, quien supongo yo era el esposo de la señora. — ¡ya basta!
¡Tengo fotos, de que vos te vas a moteles con este man! — respondió gritando, casi llorando.
La sorpresa de todos era más por la persona que cometía la infidelidad, que por la infidelidad en si. Pero tampoco se negaba que algo así pudiera pasar. La carne es débil después de todo y las tentación abunda. Dígame a mi que no puedo ver una mujer parada en una esquina.
¿!donde están las fotos!? — grito un vecino, escéptico ante esta acusación sin pruebas.
El hombre mete su mano en el bolsillo de su chaqueta, saca unas fotos que tira al piso, ante un público atónito de ver veinte fotos de Raúl y la señora aqui presente. Ropas distintas en casa foto, un motel diferente; en algunos se repetía, pero queda claro que se mantenían en esas. Aún así nadie iba a permitir que golpearan al pobre hombre que lloraba, tirado en el piso, dando vueltas sobre si mismo como una cucaracha, que le han pisado la cabeza. Tú ves como se mueven y piensas que en cualquier momento se arrastrará hasta dar su último movimiento. Eso era el "buen Raúl". Una cucaracha. La vaina no termina ahí, todo se complicó cuando Antonio fue a su carro. Abrió la puerta del conductor, y, he aquí, lo que mi tía Martica, jura y perjura ver en ese momento.
¡Un arma! — grita.
En cuestión de segundos todos gritaban y corrían, cogiendo en brazos a los niños que estaban alrededor, sin importar si eran sus hijos o no. Otros se tiraron en la acera cubriendo sus cabezas. Antonio por alguna razón se asusto. Tal vez creyendo que el arma la había sacado un vecino. Se montón en su carro y salió a toda velocidad. Nadie más volvió a saber de Antonio, ni de la mujer embarazada. Ella se fue cuando Antonio, salió a más no poder en su carro. Después del tremendo susto de una supuesta arma que nadie vio, solo mi tía. La fiesta había terminado. Todos se fueron a sus casas sin imaginar lo que ocurriría esa madrugada.