Los aeropuertos abarrotados de dominicanos viniendo a pasar las fiestas navideñas. —En el mejor país del mundo para derrochar, y gozar del fruto de esos meses de larga laboriosidad en el extranjero—. Eso decía la tía de Kevin con su cigarrillo en la boca, y una botella de cerveza en la mano; era una mujer de can y fiesta. Nadie sabía porque tenía tanto tiempo sin venir al país.
Los carga maletas, los vividores de los viajeros, los lambones de tragos… siempre preguntaban por ella hasta el hartazgo.
Incluso así.
—Hay cuarto pa gastar y a bebe. —Es lo que resuena de sus bolsillos.
Entre las docenas de miles de viajantes venía la tía de Kevin, Gloria. Tenía 5 años sin pisar las costas dominicanas. Vino de los Estados Unidos recién casada con un italiano. Había llegado el 19 de diciembre, más cargada que los tres camellos de los reyes magos. Casi hubo que buscarle camión para transportar todo lo que trajo.
—Volvió Juanita y dijo que no volvía, volvió con mil maletas de allá de la lejanía... —le cantó Luisa, la madre de Kevin por llamada telefónica, al saberla en el país. Gloria se hospedó en su casa de Sábana Larga, en la Capital. Ella pasaría el 24 allí, y el 25 se iría con su esposo de luna de miel a Punta Cana.
Ella le trajo un iPhone 5s a su único sobrino. Pero Kevin no había podido sacar tiempo para irlo a buscar. Estaba desesperado por tenerlo en su manos. El teléfono inteligente había salido ese año a un precio de 649 dólares el de 16 GB y 849 dólares 64 GB. No estaba seguro cual era la capacidad, su tía desconocía esas cosas y no le había informado del precio; lo que si tenia claro, era que si no lo iba a buscar antes de que se fuera de luna de miel, no lo tendría en su poder hasta el 3 de enero.