Kevin camina hasta la parada de los carritos que iban Duarte con Paris. No pidió el taxi, pensó en ahorrarse ese dinero para gastarlo con la novia. Al llegar a la parada, había uno casi lleno por salir, tenía el asiento de delantero disponible. Inmediatamente se sentó dos tipos entraron y se sentaron atrás. Cuatro atrás, él y el chofer adelante.
—¡Arranca chofer! —expresó Kevin— lo voy a pagar doble.
Una Somnolencia acarició los parpados y el cuerpo de Kelvin, no se dio cuenta cuando se desmontaron dos de los pasajeros. Cuando volvió en sí estaba en el elevado doblando por poco la Duarte, en el parque Enriquillo.
Nubes dispersa en medio de la oscuridad; las luces de las calles iluminaban el citadino lugar; la neblina despejó completamente de sus ojos y observó a los tipos que se habían montado de ultimo alejarse muy alegre. Revisó sus bolsillos y no estaba su cartera, el iPhone 5s nuevo que le había regalado su tía, una cadena de oro valorada en unos 10 mil pesos —precio de compraventa—, ni su viejo iPhone 3Gs.
—¡Déjame! —gritó—.
—Voy a seguir a esos dos tipos —prosiguió diciendo sin darse cuenta.
—¡Mierda! —expresó tambaleándose un poco mientras se ponía de pies. El carro desapareció como polvareda en la explanada y se quedó casi perdido y desolado.
Kevin le cayó atrás a la sombra de los dos tipos recuperando parcialmente el control de su cuerpo; lo seguía con su mirada, mientras aceleraba el paso. El sonido estruendoso de un motor penetra en sus oídos. Son dos tipos en un moto concho.
Uno de ellos le vocea:
—¿Qué paso manito?
—Aquellos tipos me robaron mi cartera y mis celulares —gritó algo vomitivo.
—¿De verdad? —preguntó el que iba detrás.
El motor freno algo brusco al lado de él.
—Sí, me dejaron sin nada —dijo con voz rara como si estuviera borracho o sin sentido.
—Te vamos a ayudar —explicó el que conducía—. Le voy a caer atrás. El de atrás se había bajado del motor y se quedó con Kevin.
Los minutos corrieron lento como un suero de miel de abeja, hasta completar 30 gotas; entonces, apareció el motorista con las manos vacías.
—Mira manito ellos quieren negociar contigo, tiene que mandarle algo, para que te devuelvan los materiales, así que tantéate bro.
Kevin sacó mil pesos que tenía escondido en una de sus medias y se lo dio. El motorista aceleró hasta perderse en la distancia. Dejando nuevamente al otro allí. Regreso en 15 minutos con la cartera y se la paso.
—Mira manito eto fue lo que te mandaron, que sigas tanteándote, que le mande algo más.
—Sólo me quedan 500 pesos. —sacándolo de las medias respondió Kevin.
—Okey, dame eso abe que lo que —dijo acelerando el motor. Luego salió calibrando hasta perderse en un recoveco.