Nerea llegó a casa más cansada que nunca, ya había dado dos vueltas en el maldito elevador para poder subir toda la mercancía, pero ese no era el motivo de su cansancio, sino, el hecho de haber lidiado con Alexia. Tenía demasiado tiempo apartada de la sociedad y a la actualidad solo interactuaba lo justo para poder vivir sin problemas en un mundo donde la convivencia es cosa de todos los días, por lo que verse envuelta en una situación donde tuvo que interactuar de más con una persona la dejó mentalmente agotada.
Se maldijo millones de veces por haber sido una estúpida misericordiosa, de no haberlo sido, ahora solo tendría que lidiar con un cuerpo más.
Suspiró agotada dejándose caer en el sillón enterrando la cara en él hasta que el aire le hizo falta y giró la cabeza. Quería dormir y olvidarse de la mala suerte que estaba teniendo.
—Solo me falta que él se me adelante un paso y arruine mis planes —comentó irónica sentándose y volteando a la puerta donde había dejado todo—. Si no lo guardo, comenzará su proceso de descomposición y eso me traerá más problemas.
Se levantó malhumorada arrastrando los pies hasta el refrigerador para guardar las cosas.
—Será mejor si corto la carne de forma decente ya que no tuve oportunidad de hacerlo allá a causa de “lady dramas” —comentó cerrando la nevera.
Comenzó por quitar la piel, después separó la carne de los huesos y entonces la fileteó.
Sin poderlo evitar, cada cierto tiempo ingería un bocado. A causa de su instinto le era imposible no comer teniendo la carne frente a ella. En cuanto terminó, nuevamente, se dejó caer en el sillón para recuperar un poco de fuerzas, realmente estaba cansada y dudaba poder levantarse a la mañana siguiente para ir al trabajo.
Hizo un gesto de desagrado al percibir el fuerte aroma a cobre y hierro en su cabello. El agua no bastaba para quitar el olor a sangre. Toda ella olía mal. Un baño, eso era lo que necesitaba. Un largo y caliente baño para poner su mundo de nuevo en un punto intermedio.
Cuando encendió la luz del baño vio su reflejo en el espejo. Su cabello rojizo estaba opaco, sin vida y sus ojos aún seguían mostrando un fantasma oscuro que aparecía en intervalos.
Se recargó en el lavabo agachando la cabeza entre sus hombros. Tenía claro que a partir de ese momento debía de tener sumo cuidado al jugar con Alexia, si la forzaba demasiado la podría romper y difícilmente la volvería a unir, además debía asegurarse que mantuviera la boca cerrada. No podía solo valerse de un acuerdo de palabras, cuando su seguridad estaba en juego. No se debía confiar de nadie y eso lo había aprendido a la mala.
Varias décadas atrás, un hombre descubrió su oscuro secreto y a pesar de haberle jurado mantener el secreto, cuando menos lo espero, este la traicionó alertando a todos de su malvado poder y la gente estúpidamente creyó que ella solo era una víctima más de los demonios.
La habían encadenado a su propia cama mientras diversos hombres, que se hacían llamar sacerdotes, se acercaban a ella rezando en latín y pidiéndole a su Dios que la salvara de su miseria. No tardaron en colmar su paciencia con todas esas estupideces y se liberó con facilidad de las cadenas que la aprisionaban.
Nunca deseó ser enemiga de nadie, pero se le daba bastante bien hacerse de nuevos enemigos allá a donde mirase, tampoco le encantaba matar, pero algo en ella le gritaba que matara a todo el mundo con ese poder que poseía.
Aquella noche, guiada por todas las malas emociones que albergaban en su interior desde largo tiempo atrás, mató a toda persona que se cruzó en su camino. No supo cuántos decesos causó, ni a cuántos heridos dejó, solo recordaba haber creado una masacre.
Levantó la cabeza para mirar una vez más su reflejo.
—Pero que sentimentalista me he vuelto —comentó con una risa apagada.
Abrió los grifos de la bañera para dejar fluir el agua y comenzó a desvestirse. Se deslizó dentro de la bañera disfrutando del agua caliente.
Dejó que el baño borrara no solo la suciedad, también sus problemas. Ya encontraría la forma adecuada de manejar a su nueva mascota, por el momento solo pensó que sería bueno investigarla y conocía a la persona indicada para que le proporcionaría dicha información.
***
Connor preparaba su desayuno animado mientras coreaba la canción que su teléfono reproducía, cuando Ezequiel salió del cuarto arrastrando los pies bostezando.
—No tendrías esa cara si no te hubiera ido, otra vez, por un aperitivo nocturno —dijo Connor apuntando con el cuchillo.
Ezequiel tenía unas grandes ojeras a causa de la mala suerte que estaba teniendo para encontrar un poco de alimento nocturno en las calles. Había regresado al alba sin haber probado alimento, teniendo a la creciente luz del sol, que le impedía dormir, como un miserable gesto de consolación.
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Editado: 14.02.2022