Noche Oscura

CAPÍTULO 9

Había tenido un largo día yendo y viniendo por toda la ciudad para hacer el cambio de la camioneta por su amado BMW negro y después ocupó su tiempo haciendo los pagos de la casa y de su móvil.

Al regresar a casa, estacionó su coche en su lugar usual y sacó su teléfono para marcar al contacto de tres asteriscos al que recurría cuando necesitaba algo.

—Necesito que investigues a una joven— soltó tan pronto contestó la otra persona.

—¿Qué te hicieron ahora? —preguntó con un dejo de cansancio.

—Será mi nuevo juguete, pero quiero saber las instrucciones de uso. Su nombre es Alexia Evans, solo conozco su edad, su trabajo y que era perseguida por los hombres de Bonventre —dijo bajando del carro para dirigirse a casa.

—¡Diablos! Creí que nunca más nos toparíamos con esa familia —suspiró haciendo una pausa—. Nera en serio te detesto… Bien, lo investigaré, pero si el jefe se entera, diré que me obligaste.

—De acuerdo, gracias —dijo abriendo la puerta de la escalera de emergencia—. Por cierto, —Sé que te estoy pidiendo mucho, pero necesito que investigues los últimos movimientos de Hopkins, entiende que… —guardó silencio al notar la presencia de alguien— Te llamo luego —colgó la llamada y observó a Connor mientras trataba de descifrar que tanto había escuchado. Desvió la mirada a la ciudad y sonriendo ligeramente habló.

—Así que descubriste el secreto de este lugar —dijo para evitar que él comentara algo más y sin esperar a que contestara siguió su camino al interior del edificio.

Connor la detuvo del brazo al tiempo que hablaba:

—Eres la primera persona que veo usar estas escaleras en lugar del elevador.

Nerea soltó una risa nasal aliviada de saber que solo la veía como bicho raro por evitar el elevador de vez en cuando.

—Buenas noches, Connor —se soltó del agarre y volvió a seguir su camino.

Tan pronto llegó a la seguridad de su casa volvió a llamar a John.

—Lo siento, me topé con una persona que puede ser peligrosa si sabe de más.

—Descuida, pensé que sería algo así.

—Solo me faltó preguntarte si el jefe te dejó trabajo para mí.

—No tienes, me dijo que no quiere hacerte trabajar de más porque eres su as bajo la manga, pero me temo que tendrás que notificarle sobre tu atentado con los Bonventre y créeme, no estará feliz.

—Bien, hasta pronto John.

—Descansa Nera.

 

***

 

El reloj marcó las cinco y el despertador comenzó a sonar siendo el único ruido audible en el lugar. Tras sonar un par de segundos, Nerea, se levantó para apagarlo.

Solo se demoró unos quince minutos para alistarse.

La soledad y silencio reinaban por toda la morada hasta que su teléfono timbró notificando el recibimiento de un mensaje. Tomó el celular de su cama y revisó el mensaje proveniente de su jefa, en el cual le informaba sobre un imprevisto en la compañía y que a causa de ello tendría que viajar a Los Ángeles, también le pedía que se presentara a una junta en su nombre y al terminar le enseñara las instalaciones a la señorita Iris Hamilton, hija del dueño.

Chasqueó la lengua molesta sabiendo que ahora tendría más trabajo del esperado.

Suspiró con exageración y fue a la cocina por un refrigerio antes de salir. Tomó su bolso, las llaves de su vehículo y salió de casa a paso apresurado.

Llegó a su trabajo a las siete en punto, tenía exactamente una hora para revisar todos los aspectos de la junta.

Dejó sus cosas en el escritorio y fue a sacar copias de las estadísticas de las últimas ventas del mes.

Al llegar al pequeño cuarto donde se encontraba la copiadora, se encontró con Alexia y otra compañera que tenía poco de haber entrado a trabajar al lugar, ambas hablan de un tema que a Nerea no le importó entender.

—Buenos días —saludo Nerea con una falsa sonrisa.

—Buenos días —respondió la joven al lado de Alexia.

En cuanto Alexia notó la presencia de Nerea, se tensó llena de nerviosismo.

—T-te cue-cuento después Miriam —soltó atropelladamente dirigiéndose a la salida.

—¿Vas a algún lugar, señorita Evans? —preguntó Nerea tomando las copias de la máquina y guardándolas en una carpeta.

—T-tengo trabajo —se acomodó el cuello de la blusa con notable nerviosismo.

—¿Estás bien? —Miriam la miró con preocupación al ver su rostro pálido.

—Sí —contestó intentando sonreír, consiguiendo hacer solo una mueca.

—Señorita Evans, tienes trabajo aquí —habló Nerea ofreciéndole la carpeta—. Lleva esto a la sala de juntas.

—¿Porqué?




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