Cerró la puerta de su casa preguntándose cuánto realmente sabría Ezequiel sobre ella. Sacudió la cabeza para espabilarse los estúpidos pensamientos sobre Connor y su amigo, ya tendría tiempo para solucionar eso por menores, lo realmente importante era seguir su actual plan al pie de la letra.
Tomó un rápido baño y se alistó para ir con el señor Hughes, necesitaba verse como siempre a pesar de tener enormes ojeras por dormir poco y una creciente hambre que intentaba ignorar hasta que cumpliera su cometido. Tras hacer un extenso trabajo intentando maquillarse para ocultar su deplorable aspecto, miró la hora en su teléfono. Las seis en punto. Aun era temprano para salir de casa e ir al hotel donde él se hospedaba.
—Tal parece que si tendré algo de tiempo para pensar en mis problemáticos vecinos —comentó con ironía tumbandose en el sillón.
Se quedó mirando el techo mientras trataba de buscar una forma de resolver su situación actual. Para empezar ni siquiera recordaba cómo es que había terminado envuelta en esa extraña situación donde estaba trabajando para la aparente hermana de Connor, mientras era seguida por el extraño amigo y molestada por su entrometido vecino. Solo eran tres personas girando en su entorno y ya le estaban colmando la paciencia.
Se frotó la cara con ambas manos, para descargar su frustración.
—¿Por qué estoy tratando de resolver todo teniendo como base el quedarme aquí? —se levantó abruptamente— ¡Eso es! Mi error nace en considerar el hecho de seguir pensando en regresar aquí. Quizá ya es tiempo de que Nerea se quede en el extranjero y desaparezca de forma misteriosa, así podré comenzar en un nuevo lugar, lejos de las molestas personas que están aquí. Lo único lamentable es que tendré que deshacerme de uno de los pocos nombres que llegué a sentir como propio.
Miró nuevamente la hora.
–—Parece que ya es una hora más decente para comenzar con el plan —tomó su bolso para guardar su teléfono y salió de casa tarareando una melodía alegre.
***
—Antes que nada, necesito ir al banco para saber mis estados de cuenta —específico Hughes subiendo al vehículo de Nerea que se encontraba aparcado en el estacionamiento del hotel.
—Como diga, pero me parece más apropiado que vea el problema con las autoridades correspondientes, le están dejando en la quiebra de forma ilegal —comentó poniendo el carro en marcha.
—No puedo confiar en esos inútiles, la justicia se debe hacer con mano propia.
Nerea asintió mientras sonreía para sus adentros al saber que la verdadera razón por la que no quería ir era porque se volvía un arma de doble filo, cabía la posibilidad de quedar expuesto por sus propios crímenes.
Al llegar al banco, le pidió que lo esperara en el estacionamiento. Ella obedeció, pero al pasar más de veinte minutos comenzó a perder la paciencia. Tamborileaba los dedos en el volante, cuando recordó de forma abrupta que no había limpiado el refrigerador en casa y sabía que no podía pedirle a nadie que lo hiciera debido que se encontrarían con la grata sorpresa de ver carne humana en recipientes.
Golpeó su frente contra en manubrio y trató de pensar cómo resolvería su pequeño error.
Se sumergió tanto en su pensar que no se percató en qué momento Nicholas había regresado hasta que este le habló por segunda vez en un tono más alto para que la escuchara.
—¿Sí? —preguntó al no saber que le había dicho.
—Te he dicho que salgas del vehículo —espetó abriendo la puerta de ella.
Nerea asintió y salió del carro confundida por tal petición.
En cuanto estuvo parada frente a él, la tomó con fuerza de la blusa para zangolotearla mientras le gritaba molesto porque sus planes estaban completamente arruinados al saber que su cuenta estaba en ceros.
—¡Eres una maldita inútil! ¡Ahora estoy en la quiebra y tú no has hecho nada para impedirlo! ¡Estúpida secretaria buena para nada!
Nerea lo dejó que gritara todo lo que quisiera, peor las cosas cambiaron cuando él le dio una cachetada por ignorarlo. Tensó la mandíbula para retener su creciente enojo, pero de poco le sirvió. Sabía que necesitaba mantenerse en calma o todo terminaría arruinado.
—¿No me dijo que la justicia se hace por mano propia? —inquirió con una inusual calma que estaba lejos de sentir.
—Cierra la boca muchacha idiota, que va a saber una pobretona como tú las consecuencias de quedar en bancarrota después de estar en la cima —soltó aventandola lejos de él, haciendo que se estampara en el coche.
La respiración de ella comenzó a agitarse un poco a causa de su enojo.
—Es verdad, no lo sé, pero al menos yo tengo el poder para tomar la justicia que yo quiera en cualquier momento sin tener que depender del dinero —argumentó acomodándose la blusa.
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Editado: 14.02.2022