Noche Oscura

CAPÍTULO 21

 

Ezequiel había estado siguiendo a Nerea toda la mañana desde que salió de casa. Sabía perfectamente que ese dia ella tenía que terminar con la vida del señor Hughes y que no era necesario que la siguiera, pero la curiosidad por ver cómo alguien tan pequeña y delgada como ella podía ser capaz de matar a una persona le había ganado. No dudaba de su capacidad para hacerlo, por algo se le había dando el trabajo, sin embargo, nunca había visto como una mujer se las podría ingeniar para asesinar a alguien que le duplicaba el peso y la fuerza.

Cuando estaba en la calle cerca del banco espiandolos escondido entre dos autos, pensó que realmente estaba perdiendo el tiempo y lo mejor era retirarse, pero entonces vio que Nicholas regresó al vehículo, esperó a que ella bajara para tomarla de los hombros y comenzar a zangolotearla como una muñeca de trapo. 

Ezequiel levantó las cejas asombrado de ver tal comportamiento en ambos, nunca se imaginó que él haría algo así y, mucho menos, que ella se lo permitiera. 

Siguió mirando expectante hasta que observó un hecho inusual. Las manos de ella se estaban tiñendo de negro y eso pareció asustar a Nicholas, pero no lo suficiente como para salir corriendo.

Se levantó cual resorte, sin importarle más el desenlace de aquella situación, sólo comenzó a caminar lejos de ese lugar molesto por lo que acababa de descubrir. Todos esos años había creído que él era el único sobre la tierra y su molestia nacía de haber dado por hecho su existencia única, era verdad que en su extensa vida nunca se topó con otro, pero la razón también era bastante obvia. Al igual que él, debían ocultarse.

Se alejó con presura escondiendo sus manos en las bosas de la chamarra sabiendo de antemano que también se teñirián de negro al igual que había sucedido con Nerea.

Se adentro en un callejón semi escondido a un par de cuadras, arrancó con furia el collar de su cuello y lanzó contra una de las paredes.
—¡¿Cuando planeabas decirme que había más khariqs?! —bramó furioso a la nada mirando en todas direcciones como si alguien estuviera escondido en aquel desolado lugar.
—Tarde o temprano lo sabrías, sólo era cuestión de tiempo —respondió una voz incorpórea que parecía provenir de todos lados—. Además, tú nunca preguntaste si había más, tú diste por hecho que eras el único.
Ezequiel apretó la mandíbula sabiendo que no podía debatir. Era verdad, nunca le preguntó sobre la existencia de otros.
De la pared que estaba frente a él, comenzó a crearse una mancha negruzca de la cual salió un hombre bien parecido vistiendo un traje de los años 40's.
—Ya deja de reclamar por tonterías y continúa haciendo tu deber —demandó aquel hombre inusual—. Que aun te falta bastante.
—Me pediste investigar y descubrir quién fue el afectado por la misteriosa bala del bosque y eso ya lo hice.
El hombre sonrió mostrando sus perfectos dientes y entonces respondió.
—Mi mandato fue que fungieras como cazador para el estúpido reverendo que me cree un enviado de su Dios y yo a cambio te revelaría cómo acabar con tu inmortalidad. Lo de encontrarla a ella fue mera diversión mía. Aún no has terminado de ayudar a ese idiota.
—¿Qué? —soltó tratando de asimilar que había hecho todo ese trabajo simplemente para divertir a un demonio.
—Ella es especial para mí —mientras el demonio hablaba, el collar que Ezequiel había lanzado se levantó solo del sueldo y cayó en la mano de aquel hombre—. Por ello te daré una pequeña orden más. Quiero que la fuerces a olvidar toda esa estupidez humana que se le ha pegado, destrozala, rompe su espíritu, solo serciorate que siga viva y sin una pizca de humanidad —miró el colige que era un medallón con un extraño grabado— y quizás pueda darte lo que deseas mucho antes de lo acordado.
No entendía la forma retorcida en la que ella era especial como para que quisiera dañarla de tal forma, pero decidió que eso era algo que tendría que pensar después. Hizo a un lado esos pensamientos y entonces dijo:
—¿Qué me asegura que cumpliras tu palabra?
—Nada, pero soy todo lo que tienes para saber sobre ti mismo, Khariq —le devolvió el collar. Ezequiel lo tomó y observó en silencio un momento, analizando la situación.

—¿Que ganarás de que yo haga eso con ella? —habló un segundo antes de que entrara.
—El deber de un espectador es contemplar la obra, no contar la escena siguiente.

Ezequiel levantó la mirada y entonces reparó en la vestimenta tan anticuada que portaba.
—Hace más de 70 años que se dejó de usar esa ropa —comentó para desviar un poco el tema de conversación.
—Pero si esto estaba de moda cuando aparecí fisicamnete la última vez —dijo mirando sus vestiduras.
—Que fue hace más de 70 años —enfatizó.
Levantó los hombros con falsa resignación.
—Suelo olvidar que los humanos cambian constantemente —se sincero tomando camino a la mancha de la que había salido para después desaparecer junto con la mancha en la pared.
Tan pronto se quedó solo, respiró profundamente al tiempo que cerraba su puño con la medalla en su mano hasta que le causó dolor. Estaba cansado de todo, cansado de ser el sirviente de ese astuto demonio, cansado de obedecer al idiota de Matthew, cansado de velar por la familia Hamilton, cansado de vivir. 




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