Se levantó de la silla pensando en lo que estaba pasando y sin darse cuenta comenzó a caminar de un extremo a otro intentando formular un nuevo plan.
—Nera, deja de dar vueltas por la habitación —soltó John acostado sobre la cama, pero al no recibir respuesta levantó su torso apoyándose en sus brazos—. Siéntate, no ganarás nada caminado de un extremo a otro.
—Quiero largarme de este podrido lugar —bramó deteniéndose solo el tiempo suficiente para verlo y reanudó su caminata por el lugar— y sentarme tampoco hará que me largue de aqui.
—No... —comenzó a decir levantándose de la cama para interceptarla en su infinito recorrido—, pero podemos pensar al menos en porque los policías están en este lugar y si tiene algo que ver tu aperitivo matutino.
—Te dije que solo tengo dos opciones y en serio, en serio, no quieres conocer la mala —respondió molesta.
—¿Y aun a sabiendas de eso y con todos tu siglos de sabiduría, no se te ocurrió pensar que tal vez, solo tal vez, era absolutamente malo matar a un tipo sin hogar en un remoto pueblo que solo sobrevive del poco turismo que viene?
Nerea se detuvo, lo miró sin decir nada y luego desvió su mirada. No tenía nada que decirle, sus palabras eran verdad. Había hecho una estupidez guiada por ese instinto de hambre.
—Por cierto, gracias por informarme que tu comida favorita eran los humanos —espetó retirándose de con ella para sentarse en la orilla de cama con los brazos apoyados en sus muslos.
Torció los ojos molesta y miró por esa ventana sin observar algo en específico, sólo dejando que su mente divagara por un instante y entonces habló para sí misma.
—Supongo que… —respiró con dificultad apretando la mandíbula— supongo que me confié demasiado.
John la miró con un sutil asombro, no estaba dando una disculpa, pero esas palabras eran lo más cercano a un “lo siento” verdadero que ella habría pronunciado.
—¿Por qué quieres irte de este pueblo con tanta urgencia? ¿Tan malos son tus recuerdos de este lugar? —preguntó con calma.
—Porque he sido cazada desde hace más de 400 años —admitió acercándose más a la ventana.
—¿Por qué? —inquirió confundido.
—Este pueblo exterminó a cientos de personas por ser supuestos brujos —dijo con su atención del exterior y luego se volteó para ver a su amigo—. Dime, ¿tú no cazarías al único "brujo" que fue capaz de regresar de la muerte?
—Supongo que sí, pero tus cazadores debieron morir hace siglos y las nuevas generaciones difícilmente quieren seguir antiguas tradiciones. Dudo que alguien te siga cazando —dijo restándole importancia a las palabras de su amiga.
Nerea suspiró frustrada. No sabía qué decir o hacer para demostrarle que realmente estaba en problemas, así que solo dijo lo único que tenía.
—Estoy segura que aún lo hace y el venir aquí fue como meterme en la boca del lobo —frotó su rostro deslizó sus manos peinando su cabello hacía atrás—. Si tan solo no hubieras gritado que mi cara era la misma del retrato, si no hubiera ido a ese museo contigo. No debí venir a este lugar. Estoy segura de que él ya sabe que me encuentro en este pueblo.
—Ahora resulta que todo es mi culpa —exclamó john molesto levantándose.
—Nunca dije eso, lo que quise decir fue que nunca debí traerte —habló con la mirada en el suelo.
Realmente había sido una estúpida al venir, los riesgos eran grandes, lo sabía, pero el deseo de ver una vez más la tumba de sus padres fue mayor. Nunca esperó que ese maldito cuadro aparecería después de tantos años desaparecido, ni que estaría en un museo que documentaba los horrores de los que ella fue testigo.
—Debí seguir siendo una tormenta errante, en lugar de venir aquí guiada por sentimentalismos —habló, pero no se lo decía a nadie más que así misma.
—¿Tormenta errante?... Nera, cálmate— dijo notando que nuevamente su piel se comenzaba a manchar de negro. Pero en esta ocasión las manchas solo se estaban presentando en sus manos, como ella mencionó que era lo normal.
—Si una tormenta errante, que derrama agua tan clara e insípida que no deja rastro —explicó sentándose mirándolo a los ojos—. Cambiando el entorno a mi paso, pero volviéndome parte del olvido cuando me marcho—nuevamente desvió la mirada al suelo.
John exhaló por la nariz con fuerza y se sentó a su lado.
—No comprendo del todo la situación y, siendo honesto, me cuesta digerir toda la información que has dado. Así que te propongo enfocarnos en un problema a la vez —golpeó su hombro con el de ella.
Nerea sonrió y volvió a repasar lo importante. La existencia del cuadro en el museo, significaba que probablemente su cazador ya tenía una copia o mínimo estaba enterado de su existencia y eso le dejaba una duda. ¿No era capaz de seguirle el paso aun con todas las cosas a su favor o le estaba dando tiempo para huir como quien deja correr a un esclavo para luego apuñalarlo por la espalda con una flecha? Como no tenía forma de saberlo, lo más sensato era largarse del pueblo.
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Editado: 14.02.2022