El acomodo final de los tres fue que Connor y John dormirían en la cama mientras que Nerea se quedaría sola en el sillón. Al inicio ambos se negaron a dejar que fuera ella quien durmiera en el sillón, pero ella argumentó que le gustaba dormir en los sillones y como punto adicional, no deseaba compartir la cama con ninguno, así que lo mejor era que ellos se la quedaran.
Nerea se levantó con sigilo para no despertar a nadie, tomar las llaves del carro y salir a la calle por un poco de comida, pero su plan pronto se vio frustrado.
—¿A dónde diablos planeabas ir a esta hora? —preguntó John parado atrás de ella.
Chasqueó la lengua frustrada y se otro para verlo.
—Creí que estabas dormido —susurró para evitar despertar a Connor.
—Yo también creí que estabas dormida, al parecer nos equivocamos ambos —susurró sonriendo—, y aun no me dices a dónde vas.
—Necesito conseguir alimento o ustedes lo serán. Tengo más de 24 horas sin comer —explicó.
—¿Y es, en serio, urgente que comas ahora?
—Puedo durar hasta una semana sin carne, pero la sangre es un tema diferente. La abstinencia no es una opción.
—Si es solo sangre lo que necesitas, puedo ayudar en eso. Sígueme —tomó a Nerea del brazo y la arrastró al baño cerrando la puerta—. Solo necesitas hacerme un corte y beber un poco, será como donar sangre, pero más doloroso.
—¿Estás loco? ¿Cómo se te ocurre decir que me darás tu sangre? —bramó molesta.
—Baja la voz Nera y sí, estoy loco, pero es más loco y peligroso, salir a la calle con toda la seguridad que hay por el momento.
Nerea lo miró en silencio pensando qué decisión sería la correcta y tras debatirse entre sus opiniones solo dijo:
—Dame tu arma.
—¿Qué harás con el arma? —inquirió confundido.
—Solo dámela.
John frunció el ceño, pero igual asintió y salió del baño para ir por la pistola que nuevamente había dejado bajo la almohada, no tardó en regresar con ella y dársela a Nerea.
—No, quédatela y dispararme si ves que mi comportamiento se vuelve extraño —aclaró negándose a tomarla—. Tranquilo, no me pasará nada, pero si te dará el tiempo suficiente para que tú te salves de mí.
—¿Y si me niego? —la retó.
—Es mi condición para hacerlo.
John suspiró resignado y asintió. Nerea lo tomó del brazo para ver la palma de la mano y con una de sus uñas alargada le hizo un corte. Él, por su parte, solo hizo una mueca por el dolor, pero no dijo nada y se limitó a observar cómo ella acercó sus labios a la herida. John al sentir el contacto suave de la piel de su compañera sintió un escalofrío que iba de su brazo hasta la cabeza, era extraño tenerla así, literalmente comiendo de su palma.
Tras tomar por un momento, simplemente apartó la mano de él.
—Es suficiente. Ve a curar tu herida.
John la observó en silencio para asegurarse que realmente era suficiente o si solo lo estaba diciendo para no lastimarlo más. Sin embargo, le costaba trabajo evaluar cuál era la respuesta correcta, no porque fuera difícil leerla, sino porque se encontraba maravillado con la actual apariencia vampiresca de Nerea. Le encantó ver sus ojos con la esclerótica negra, los colmillos alargados y toda su boca manchada con su sangre.
—No podré controlarme si tomó más sangre, pero es suficiente como para soportar otras 24 horas sin alimento —comentó como si pudiera saber el pensar de su amigo.
—Entendido.
Abrió la llave del agua para lavar la herida y después salió a buscar un trozo de tela que sirviera como un vendaje improvisado.
—Nera, regresemos a dormir antes de que el “señorito” se despierte y nos haga un interrogatorio —dijo asomándose por la puerta del baño para verla.
Nerea se acercó a él para darle un beso en la mejilla y después susurrarle al oído.
—Gracias John, tu locura me ha salvado —se alejó un poco de él—. Pero me quedaré aquí hasta que vuelva a una apariencia más humana, quiero mantener esto en secreto.
John asintió levantando el pulgar para luego regresar a la cama.
***
—¿Dónde te habías metido, niño? —preguntó Matthew saliendo de la comisaría con Ezequiel siguiéndolo.
—¿Niño? —se detuvo molestó— ¿Te recuerdo quién es el niño aquí?
—Es solo una expresión —soltó para restarle importancia a sus palabras—. ¿Dónde has estado? —preguntó de pronto para cambiar el rumbo de la conversación.
Ezequiel suspiró y avanzó para alcanzarlo.
—¿En serio quieres que hablemos de esta clase temas aquí, a mitad de la calle? —cuestionó con asombro, sabía que los humanos eran ocasionalmente tontos, pero Matthew lo sorprendía más seguido que lo que esperaba.
—No estamos hablando en alemán, nadie nos entiende —fue su respuesta obvia.
—Es verdad, no estamos hablando alemán, pero hablamos el idioma que se enseña en la mayoría de países como segundo idioma; más de una persona aquí nos puede entender —explicó Ezequiel mirando los alrededores.
—¿Para ti cuál es un lugar seguro? —replicó Matthew mirándolo de soslayo.
—No creo que haya un lugar así, pero lo más cercano a eso es tu habitación o la mía, lo otro es el bosque, pero por alguna razón las personas le temen y es posible que nos perdamos en ese lugar.
—Entonces, vayamos a mi hotel está cerca de la comisaría —propuso.
Ezequiel asintió y siguió en silencio a Matthew hasta que esté cerró la puerta de la habitación.
—Ahora sí, ¿qué has hecho hasta el momento? —volvió a preguntar Matthew sentándose en el sillón de la pequeña sala al final del cuarto.
Ezequiel se sentó frente a él y simplemente respondió.
—Solo conocía el pueblo y aprendía la forma de trabajo de los policías. Me explicaron que vendría un equipo especial de policías, el cual nos ayudarían con el caso, también que hay una clase de voluntariado en el pueblo y que estas personas ayudarían en la búsqueda.
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Editado: 14.02.2022