Connor estaba asombrado por el repentino acto de su novia.
—¿Qué mosco te picó? —soltó apartándola.
—Nada, solo quería dejarle en claro a esa, que eres mío —admitió orgullosa.
—¿Es que acaso tienes dieciséis años? —inquirió alzando una ceja— Deja de actuar como una adolescente.
—No, pero ella no me agrada —espetó con un dejo de molestia— ¿Y tú por que le estabas hablando? ¿La conoces?
—Sí, ya te había comentado que es mi vecina —sonrió—. Veo que eres una olvidadiza, señorita Evans.
—No me llames igual que esa —frunció molesta el entrecejo.
—¿Esa? ¿Quien? ¿Nerea? —la miró curioso.
—Sí —respondió molesta.
—De acuerdo, no volveré a llamarte así. Por cierto —buscó entre sus bolsillos hasta encontrar un celular—, aquí tienes.
Agradeció tomando el teléfono.
—Vámonos. Tengo hambre.
—Entonces, no hagamos escalas en el camino —respondió tomándola del rostro para besarla.
Alexia se separó de él.
—Te dije que tengo hambre —se dio la vuelta para salir.
—Yo también tengo hambre —respondió con una mirada pervertida que demostraba su doble intención.
Alexia rodó los ojos.
—Eres un idiota.
Connor salió riendo detrás de ella.
Llegaron a un restaurante de comida rápida por algo de comida.
—¿Te parece si vemos una película mientras comemos toda esta grasa? —preguntó ella señalando la bolsa que iba en el asiento trasero.
—Tu casa queda lejos así que será en la mía —miró con el entrecejo fruncido a Alexia—. Y a mis manjares no los ofendas así.
Pronto llegaron al condominio donde vivía Connor. Ingresó al estacionamiento subterráneo y estacionó el vehículo en el lugar de siempre.
Le extrañó no ver el carro de su vecina en su habitual lugar estacionado. Seguramente aún tenía cosas que hacer y por eso no había regresado a casa. Entonces volvió a rememorar a su encuentro con Nerea, la extraña vecina a la que ocasionalmente veía.
Miró su mano recordando el momento en que ella toco su mano al intentar querer tomar su teléfono y lo rápido que la retiró como temiendo algo. Aun podía sentir la frialdad de su toque, algo de asombrar por el calor del tiempo.
—¿Qué tiene tu mano, Connor? —preguntó Alexia confundida por ver a su novio tan pensativo observando su mano.
—Nada —respondió sonriente—, solo me preguntaba qué película veremos ¿Tienes alguna en mente? —comentó tomando su mentón como si meditara cual ver.
—Ambos sabemos que no es eso en lo que pensabas —objetó.
—Los pensamientos son eso, ideas de la mente y si nadie más puede escucharlo es por algo ¿no?
Ella se cruzó de brazos mirándolo seria.
—Además, estoy seguro de que ya estarías muerta si tu pensar lo conociera todo el mundo —comentó riendo a saber lo mal que ella se expresaba de la mayoría de personas que la rodeaban.
Alexia lo fulminó con la mirada.
—No me mates, sabes que eso aplica para todos —argumentó abriendo la puerta para salir del vehículo.
***
Nerea despertó después de una larga siesta. Se estiró recordando mentalmente la lista de deberes que tenía por cumplir en los días siguientes. Debía sacar dinero del banco para hacer algunos pagos, revisar los correos de su trabajo, preparar los pormenores del siguiente viaje de negocios que haría junto con su jefa y, por último, conseguir más suministros de comida.
Miró la hora en su teléfono. Las siete de la noche.
Chasqueó la lengua frustrada por haber ignorado la alarma que había programado en su despertador para alcanzar a ver el nuevo capítulo de una serie que transmitían en la televisión y ya era demasiado tarde para hacer cualquiera de sus planes, pero lo bastante temprano como para volver a dormir.
Se levantó del sillón donde había tomado su siesta y tras tomar una sudadera que estaba puesta sobre la lámpara de mesa como si fuese un perchero, se ató las agujetas de los tenis y salió de casa.
No planeaba salir a las calles de la ciudad, pero si quería tomar un poco de aire fresco, por lo que solo decidió salir a las escaleras de emergencia que se encontraban en el exterior del edificio. Aquel lugar era su preferido cuando quería pensar, recordar o simplemente perder el tiempo. La vista de la ciudad era grandiosa a cualquier hora y la soledad que brindaba era sumamente acogedora para ella.
Se encontraba recargada en la barandilla perdida en lo más profundo de su pensar cuando Connor pasó despreocupadamente cerca del acceso deteniéndose al ver la puerta de emergencia abierta y a una mujer sola en el exterior. Al acercarse más, la reconoció.
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Editado: 14.02.2022