“Valles oscuros, torrentes sombríos,
y bosques nebulosos,
cuyas formas no podemos discernir,
por las lágrimas derramadas
desde enormes lunas que crecen y decrecen,
una y otra y otra vez,
a cada instante de la noche,
cambiando continuamente de lugar,
y oscurecen el resplandor de las estrellas…”
El reino de las hadas, Edgar Allan Poe.
Entró a casa buscando algo de comer y, entonces, notó el poco alimento que le quedaba. Tomó la porción de carne que le quedaba guardada en un recipiente para comenzar a comerla cruda y, tan pronto como acerco el trozo a ella, su cuerpo entero reaccionó haciendo que sus ojos se tiñeran de negro y sus colmillos crecieran.
Limpió su boca con el dorso de la mano cuando terminó de comer. Respiró de manera profunda con los ojos cerrados para intentar apaciguar su instinto y poder volver a la normalidad.
Tiempo atrás solía enfurecerse consigo misma por perder el control siempre que estaba hambrienta o cuando el olor de un cadáver fresco era bastante fuerte, pero eso no la llevaba a ningún lado, seguirse enojando por ser como era no la haría una humana normal, así que ahora solo se limitaba a conocerse y tomar todo lo que podía a su favor.
Lavó el recipiente de plástico y cuando lo estaba secando miró el reloj.
—Apenas van a ser las ocho, es demasiado temprano para ir por suministros —pensó en voz alta—. Esperare mínimo unas dos horas.
Buscó su celular entre su tiradero y tras hallarlo debajo de una sudadera se puso a perder el tiempo en internet.
Pasaron cerca de tres horas para que ella saliera de casa nuevamente.
Condujo por la ciudad hasta el lugar donde solía dejar estacionado un segundo vehículo que tenía.
Estacionó su costoso coche en el estacionamiento de una farmacia y entró al negocio mirando en los aparadores como si buscara algo y entonces cogió un par de cosas al azar para ir a pagarlas.
—Qué raro encontrarte aquí a estas horas fenómeno —habló alguien a su espalda.
Nerea volteó sobre su hombro. Le bastó con ese corto vistazo para ver a su compañera Alexia y entender que algo malo le estaba pasando. Tenía los ojos llorosos, el rímel corrido, estaba despeinada y traía sus zapatillas en la mano, le resultó fácil entender que estaba muerta de miedo. La única pregunta que no logró responder era el porqué estaba así en una farmacia a media noche, podía pensar en varias situaciones, pero, ¿cuál era la certera?
Pagó los artículos al trabajador y tras tomar la bolsa se dio la vuelta para verla de frente.
—Lo mismo digo, señorita Evans —sonrió de forma amable.
—Eres la primera persona a la que veo comprar repelente de mosquitos y ungüento en una farmacia a estas horas — señaló la bolsa que Nerea traía en mano. Se notaba que estaba intentando actuar con normalidad, sin embargo, su actuar nervioso y su mirada, que parecía estar buscando algo que no deseaba encontrar, la estaban delatando.
—Los necesitaba —contestó encogiéndose de hombros—. Te veo mañana en la oficina.
No deseaba quedarse a saber la causa de su miedo, ni tampoco quería brindarle ayuda. Tenía asuntos de mayor importancia, que estar haciendo el papel de heroína, así que se encaminó a la salida sin esperar una respuesta de su contraria.
—Espera —la detuvo tras apresurar un poco el paso para alcanzarla.
La miró esperando a que continuara con lo que fuera que quería decirle, pero al no recibir respuesta ella habló:
—¿Qué sucede?
Antes de responder miró en todas direcciones. Cuando estuvo segura de que nadie las miraba de forma sospechosa habló con suavidad para que solo Nerea escuchara.
—Un hombre me está siguiendo desde hace horas —bajó la mirada para evitar que la viera aún más vulnerable—. Mi novio no contesta el teléfono y ya no sé a quién más pedir ayuda.
—Llama a la policía —soltó obvia.
—No puedo, si la policía se involucra solo empeoraran las cosas, Por favor ayúdame —suplió con la voz rota.
—¿Qué piensas que yo podría hacer? —se cruzó de brazos.
—No sé, eres la única persona a la que le puedo pedir ayuda en este momento.
Nerea la observó con cautela. Estaba lo bastante desarreglada como para delatar que realmente la estaban siguiendo. De alguna retorcida forma se recordó a sí misma en un pasado bastante lejano. Soltó un suspiro de aceptación.
—Bien, sígueme —la tomó del brazo e intento sacarla del lugar.
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Editado: 14.02.2022