La señora Aura les ofrecía un té herbal a los tres. Estaban en casa de Don Gerardo, alterados y pálidos.
―¿Es malo? ―preguntó don Nabor mientras que el chamán revisaba esos artilugios que llevaron en una caja.
―Más de lo que crees ―respondió el curandero con gesto sombrío―. Este fue el cabrón chismoso de Fernando. ¡Se lo dije! ―Resopló y negó con la cabeza―. Él era un adicto, yo lo saqué de sus vicios, le di trabajo conmigo, era como mi hijo y yo lo amaba mucho, pero ese infeliz de Jacinto se lo llevó como guarura, lo metió de nuevo en drogas y alcohol y Fernando se fue de nuevo por la vida fácil. Me duele, pero fue él, y lo hizo sabiendo el daño que esto puede hacer. Ellos sospechan que ustedes tienen que ver con este video y parece que ya no quisieron ir por sus matones, esta vez recurrieron a un brujo. Le quitaron la vida a algún pobre ingenuo y usaron sus extremidades, las manos los atrapan en sangre y los pies los guían a la muerte.
―Justo hace un rato salió la noticia ―intervino doña Aura―, hace un par de días ese cabrón de Jacinto y el padre Miguel lograron obtener un amparo y salieron de prisión, seguro usaron las influencias de políticos e iglesia para poder escapar. No podrán regresar aquí tan fácilmente, pero no me extrañaría que ahora busquen venganza.
―¿Qué debemos hacer, Gerardo? ―preguntó don Nabor.
―Es un hechizo muy fuerte, Nabor, tenemos que actuar ya. Muchachos, ¿cuándo salen de vacaciones?
―En dos semanas ―respondió Salomón.
―Tenemos que salir de viaje ―continuó el chamán―, debo llevarlos a los 4 puntos cardinales para poder esparcir este daño y sacarlo de ustedes. Viajaremos a 4 estados de la República, así que preparen todo, por ahora voy a ponerles una protección para evitar que la muerte los alcance, pero tenemos que terminar con todo antes del 24, o ya será muy tarde.
―¿Por qué el 24? ―preguntó Calista.
―Por el día en que ustedes nacieron ―los señaló a ella y a Salomón―, ambos cumplen años el 25 de diciembre. Con Nabor hay más tiempo, él cumple hasta agosto, pero por ustedes dos, tenemos que apresurarnos, esta maldición tiene como fecha límite el siguiente cumpleaños de sus víctimas. Nabor, lleva a Salo contigo y siempre que salgan, salgan juntos, la protección actuará mejor si no están solos. Pero hay otra cosa ―don Gerardo se dirigió al anciano―. Nabor, cabe la posibilidad de que sea tu esposa quien soltó la lengua, a mí me duele en el alma porque al realizar este ritual, toda energía maligna regresará a su origen y eso seguro tocará a Fernando, pero si Ana también…
―Que así sea ―interrumpió don Nabor con un gesto amargo―. Si mi mujer fue tan mala esta vez como para poner en riesgo a mi propia nieta… Como sea, ella ya vivió su vida, Cali tiene mucha vida por delante.
El chamán palmeó el hombro del anciano de forma condescendiente. Los tres salieron en la camioneta de regreso a su rancho.
―Entonces ―Salomón habló con Calista cuando llegaron―, ¿también cumples años el 25?
―Sí, ¿no lo detestas? El regalo de navidad es el mismo que el de cumpleaños, no hay fiesta porque todos están desvelados por la cena del 24, en fin, pasa desapercibido.
―Para mí ni siquiera hay regalo de navidad. Somos 12 hermanos, todos amontonados en dos recámaras. Mis papás no gastan más que en lo indispensable.
Hasta ese momento Calista hizo conciencia de lo que tenía. Ella era la segunda de 3 hermanos, sus papás no eran los más cálidos del mundo, pero siempre procuraron tenerles el juguete que pedían, la ropa que les gustara y, al ser la única mujer, tenía recámara para ella sola.
Entregó algunas mantas para que Salomón durmiera en una de las recámaras y se fue a dormir.
Ella estaba aún un tanto escéptica de todo ese asunto, pero desde el día siguiente se dio cuenta de que la muerte realmente parecía estar detrás de ellos. Durante esos días cada uno pasó por cosas diferentes, desde infecciones virales, malestares estomacales hasta cosas más intensas como estar a punto de ser arrollados o a poco de que la camioneta fuera embestida por un tráiler. Por si no fuera poco, tanto la camioneta de don Nabor como la del chamán, se averiaron repentinamente. Y en cada día había algo en común, esa energía luminosa que Calista identificaba como la muerte, siguiéndolos en todo momento.
A unos días de partir, Calista vio a su abuela leyendo la biblia en la cocina y se sintió asqueada. Era posible que esa mujer fuera en parte responsable de ese daño y ahí estaba en plena hipocresía leyendo los textos sagrados. Con un gesto de rabia miró hacia el nacimiento en donde estaban las figuras de la virgen y san José, con la cuna vacía a la espera del niño dios que se colocaría hasta la noche del 24.
―Su hijo estará contento ―habló con amargura―, orgulloso de gente como mi abuela, leyendo la biblia y yendo a dejar limosna ese hato de pederastas. Yo no tengo nada que agradecer a ustedes, si algo voy a agradecer es a don Gerardo, él es quien está haciendo todo este esfuerzo por salvar nuestras vidas.
Al siguiente día estaban en casa de don Gerardo analizando sus opciones cuando de repente se escuchó la suave voz de Mili.
―Mi papá podría ayudarlos. ―En cuanto dijo eso, don Gerardo esbozó una sonrisa.
―¡Bendecida seas, mi niña! Por favor, envíale un mensaje y dile que me llame en cuanto pueda.