Nochebuena

El regalo

El grupo regresó a Tepotzotlán a tiempo para celebrar la navidad. Calista, con todo el entusiasmo del mundo, acompañó a su abuelo a comprar todo lo necesario para la cena y preparó regalos para sus padres y su abuelo.

Estaba en la plaza cuando encontró a don Gerardo y a Salomón tomando un café. Se acercó a ellos cuando el chamán le hizo una seña.

―¿Viste las noticias? ―preguntó el sanador, ella negó con la cabeza. Salomón le alargó su teléfono.

―Expresidente municipal de Tepotzotlán, acusado de actos de pederastia, fue encontrado muerto junto con dos guaruras, todos con signos de tortura… ―leyó Calista en el teléfono―. ¿Es en serio?

―Regresó al pueblo, ignoro por qué. Algunas personas lo reconocieron y lo empalaron junto con sus guardaespaldas ―Gerardo negó con la cabeza―. ¡Pobres pendejos! Debían tantas vidas que no hubo castigo terrenal. Temo que cada día de muertos, que es cuando abro portales, escucharé sus patéticos lamentos.

Calista se quedó con ellos charlando unos minutos, bajo el tópico de la gran cantidad de demonios que don Gerardo tuvo que sacar de él para quitarle al fin a todos sus protectores y permitir que su propio karma lo aplastara. Se preguntaban qué le esperaría al padre Miguel y la sonrisa de satisfacción del chamán le decía a Calista que él estaba seguro de que lo pagaría tarde o temprano. Se despidió de ellos y se encaminó por la plaza cuando Salomón le dio alcance.

―Oye… eh… El apá me dijo que elegiste evolucionar como él. ¿Sabes? Yo elegí lo mismo, quiero ayudar a los maestros elevados a vencer a la oscuridad.

―Eso es grandioso ―Calista sonrió―. ¿Crees que nos encontremos en otras vidas?

―Podríamos comenzar con esta ―se apresuró a decir―. Yo… te invito a comer pasando la navidad.

Calista notó al tímido joven completamente sonrojado. No dijo nada, sólo asintió con una sonrisa y se fue a casa.

La familia fue llegando en el transcurso de la tarde, llevando guisados, postres y bebidas para completar la tradicional cena navideña. Todos estaban de muy buen humor, a excepción de la abuela. Ella sabía que Calista se negaba rotundamente a acercarse cuando tocaba arrullar al niño dios y, quizá en un intento de venganza, le ordenó ser ella quien arrullara al niño ese año. Pero, para su sorpresa, Calista no se negó en absoluto, con cariño tomó la figura de yeso y la cobijó en una manta, apartándose unos segundos.

―No, tu piel no es así de blanca ―dijo observando al muñeco de yeso―, ni tu cabello castaño y tus ojos deberían ser mucho más oscuros. Pero al menos es exactamente la fecha ―ella miró el reloj que marcaba 10 minutos antes de las doce―, en unos minutos será tu cumpleaños y mi regalo para ti será mi profunda devoción y mi promesa de esforzarme para ser alguien que te ayude a proteger al inocente y a despertar conciencias.

―¿Qué tanto haces con el niño dios, tarada? ―regañó su abuela―. Llévalo al nacimiento.

Toda la familia arrulló al niño dios y tras colocarlo en el nacimiento, se fueron a la mesa a cenar y brindar.

El intercambio de regalos dio inicio y Calista dejó un pequeño sobre para el final, el cual entregó a su abuelo. Don Nabor abrió el sobre en el cual sólo había una nota: “Me quedaré a vivir contigo”. El anciano miró a su nieta con los ojos humedecidos y, conmovido le dio un fuerte abrazo.

―¡Muchas gracias, Cali!

―Nochebuena ―le corrigió ella. Don Nabor dejó de abrazarla para mirarla a los ojos―. Es el nombre que originalmente elegiste para mí, ¿no? Nochebuena.

Don Nabor asintió con una sonrisa y ambos se reintegraron al festejo del nacimiento de ese niño en el que ahora Calista creía y confiaba plenamente.



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En el texto hay: brujeria, polémica, guias espirituales

Editado: 22.12.2023

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