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Eres,
Fulgor de quasar.
Empíreo escudero del temor.
Eterno fuego artificial.
Revoloteando en mi interior.
Mi dopamina,
mi droga del amor.
Eres,
más que suficiente.
Mi nebulosa de Orión.
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Era un chico irrepetible, su luz trascendía las puertas del alma, más nunca se lo dije.
Quizá fue el miedo, o la certeza de que éramos un imposible.
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No funcionamos porque,
yo era una chica fantasía,
enamorada de un chico realidad
Yo era la chica de los por siempre...
y tú el chico de los ojalá.
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La poesía se empieza a aburrir de mí, porque está cansada de que le hable solo de ti.
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Me masturbo el alma escribiendo, mientras veo el momento de prostituir mis versos pero, amado mío: sólo tú tienes la dicha de hacerme correr y gemir entre mis letras.
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No sé qué haré cuando el tiempo distorsione tu recuerdo.
Es lo único que queda de ti.
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Me ha costado un par de heridas entenderlo, tengo mi cuerpo todo cicatrizado...
Hoy ya no quiero que vuelvas aunque mi inconsciente te quiera aquí a mi lado.
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No soy de este mundo.
Me niego a creer que soy una mujer de carne y hueso: si es que a mí me construyeron entre lágrimas tinta y versos.
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Todo lo que escribí alguna vez,
se fundió en las cenizas
de nuestro amor; debo de suponer que por eso ahora
por más que escriba, las palabras ya no conforman algo,
pues también se hicieron nada.
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Somos almas perdidas en la oscuridad.
Almas en busca de otra mitad.
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El dolor no será permanente,
ya sanaré, sanaremos.
Haremos de nuestras cicatrices vías
direccionadas de regreso a nuestro
"por siempre."
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Y ahora lo entiendo; tus versos le pertenecían a cualquiera.
Todas mis piezas están conmigo,
ya no hay fragmentos de mi ser entre tus letras.
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El dolor no será permanente,
ya sanaré, sanaremos.
Haremos de nuestras cicatrices vías
direccionadas de regreso a nuestro
"por siempre."
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Te entregué mi corazón, para que sobrevivieras en mi ausencia.
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Percibo ataduras formándose en mi cuerpo,
nudos en mi garganta que gritan un «ya no te quiero».
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Gracias a ti, pude volar con las llagas abiertas e hice de mi decadencia apogeo. Después de tu miseria encontré la calma: ¡Bendito cielo! Que te llevaste todo mi sufrimiento.
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Ese era el principio de todo.
De mi próximo corazón roto.
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Pero lo cierto es, que el corazón es un poco torpe y siempre encuentra una nueva razón por la cual latir.
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¿Cómo puedes pedir que me quede en este amor intermitente?
A veces dueles, a veces sanas.
A veces huyes, a veces amas.
Editado: 15.09.2021