Noches de Luna Llena (luciano D Carpinsor)

13

Antes de salir de la ciénaga, fueron a uno de los bares del centro en donde los nobles tenían a sus vasallos, allí pudieron conseguir algo más de información y a tres lobos rezagados que se le unieron inmediatamente, Mau estaba contento ahora las cosas estaban tomando forma, si reunía una fuerza comparable al del señor de la oscuridad entonces Helena se quedaría siempre a su lado, sin ser asediada por los demás clanes de vampiros. Bajaron de la ciénaga a la clase baja en donde estaba la antigua habitación de Mau, y en el gremio de aventurero, pudieron contar con la ayuda de diez lobos más.

Raúl.

Loscar.

Valerio

Luissigan.

Miokal.

Trax

Romen

Darós

Ultear.

Y, Radxfa.

Todos eran miembro del grupo de caza pero también estaban rezagados, solo querían estar más seguros con cualquier cosa que se le cruzara por delante. Ellos también se ofrecieron para ir a las afuera a recolectar más gente, seguramente tenían amigos que estaban en la misma situación o conocían personas, Mau se regocijo de saber que tanta gente estaba harta de vivir entre las sombras de una montaña oscura y profunda. Donde el calor era sofocante. Víctor desconfiaba de todos y cada uno, pero él era un lobo omega, casualmente podía confiar en alguien que no llevara siglos conociéndole.

Confiaba en Mau a duras penas.

Luego salieron de la montaña con el permiso del vigía, y se internaron en el bosque rápidamente, solo iban Mau y Víctor como habían planeado anteriormente, los demás se quedaron en la montaña, buscando más gente rezagada con discreción.

Mau esperaba que para cuando regresara tuviera ya una cantidad elevada de tres cifras. Así ya podían ir haciendo los pilares del reino.

Corrieron por las praderas en su forma de lobo, hasta que llegaron a las fronteras de lo que parecía una aldea, Se convirtieron en hombres y cogieron una bocanada de aire.

—Es una aldea humana, lo veo por su bandera.—Apunto Mau.

—Entonces será mejor que no llamemos la atención. Entremos en nuestra forma humana, si llegamos como lobos seguramente declararan la guerra.

—Sí.

Caminaron como por quince minutos, pera cuando llegaron, dos guardias vestidos de blanco y con lanzas en sus manos los escrutaron de arriba abajo.

—Identifíquense.—Dijo uno de ellos, cruzo su lanza con la del compañero he impidieron el avance de los forasteros.

—Somos viajeros.—Era la única excusa que podían meter a los guardias.

El hombre dudo por el aspecto de sus ropas y de su equipamiento.

—No traen caballos.

—Nos los han robado—Apunto Mau intentado no usar la violencia para irrumpir.

Un soldado miro al otro y levanto la lanza.

—Pasen pero deben tener cuidado de no meterse en problemas, somos una aldea pacífica.

—¡Vale!

Los dos entraron a una palizada, para descubrir uno cuantos duendes haciendo labores de construcción y también trasgos encerrados en jaulas.

Lobos no había o tan siquiera no creían oler alguien que se pareciera a un hombre lobo,  siguieron su trascurso por la aldea. Buscando alguna cantina en donde encontrar aliados, la ciudad era pequeña apenas tenía algunos caseríos, parecía ser una colonia de algún reino.

Era perfecto.

Podían venir en la noche y liberar a todas las criaturas presas y unirlas al reino… sin embargo la aldea estaba también muy bien cuidada, había muchos guardias.

Pero para algunos hombres lobos, no serían nada de problemas. Tardarían más en convertirse en lobos que en aniquilarlos a todos, aunque esa no fuera la opción.

—¿Cuantos hombres armados has contado?

—Algunos veinte.

—Podremos con ellos si traemos a los lobos.

Víctor rio malamente.

—¿Crees que son rivales para nosotros dos juntos?

—Hmmm, no.—Respondió sinceramente.

—¿Entonces para que preguntas?

Mau relajo su cuerpo.

—Esos duendes nos deberían servir para la construcción del castillo y la aldea.

—¡Sí!

—Debemos liberarlos primero.

—Primero vamos a comer tengo hambre.—Recomendó Víctor con un buen tono de ánimo.

Mau puso los ojos en blanco.

Víctor pillo una cantina en la plaza del centro de la ciudad, entonces fueron directamente hasta allí, entraron con humildad a la taberna, para no alzar las miradas, de un pequeño bolso que Mau había traído todo este tiempo escondido entre sus capas, saco dos monedas de oro para pedir comida digna.

La camarera que relucía por ser tetona y también tener unas caderas abismales, trajo rápidamente la orden de los señores.




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