Noches de Luna Llena (luciano D Carpinsor)

14

Ella inmediatamente convoco a un soldado de la naturaleza. Y no precisamente un árbol, era un hombre más alto que Víctor y también el doble de fornido, de piel clara y bronceada, también de ojos claros y parecía que tuviera una corona de hojas en la frente.

—Ahí las tienes ahora déjame en paz por un rato tengo que hacer algo…

—Seguro pero que no te quite mucha energía el demonio, tenemos que hacer una aldea ¿recuerdas?

—¡Tchs! Claro que recuerdo… ahora déjame en paz, ¿algo más?

—Muchas gracias Vanesa.

Emitió una risa burlona en medio de aquel acto.

El soldado de la naturaleza también ofreció su ayuda, pero Mau le dijo que no era necesario, entonces dejando las armaduras y espadas que traía delante de los señores regreso a la basta naturaleza.

Mau y Víctor cogieron las espadas y luego se entretuvieron en las cosas que debían hacer, hasta que la noche llego.

Asaltaron la casa medieval del gobernador, en su forma de lobos y también liberaron a los trasgos para que causaran estragos por la ciudadela.

Liberaron a los duendes de las cadenas y después de haber movido a todos los humanos a otras partes ahuyentándolos entonces quemaron la aldea.

Los duendes se regocijaron y también cantaron en su idioma una balada que parecía ser su himno, Mau y Víctor guiaron a todas las criaturas al interior del bosque.

En medio del regocijo Mau espeto algunas palabras mientras era guiado al prado que Vanesa había preparado para ellos, simulando un campo de concentración.

—Escuchen duendes, todos aquí. Serán libres.—Los gritos de celebración se elevaron al cielo nocturno— Podrán hacer lo que quieran conforme a las leyes, comerán los que quieran y dignamente, pero... también tendrán que trabajar. No obligados, pero si cumpliendo con un horario de trabajo, será flexible y anti explotación.—El levanto la espada— Sois los primeros miembros dela ciudad de la libertad. Por otra parte, mi amigo Víctor será quien se encargue de ustedes, cualquier cosa que necesiten háganselo saber.

Víctor se enrojeció al estar alrededor de doscientos duendes, era una completa facción de trabajadores, ¿Cómo harían para darles de comer?, pues tendría que ocuparse rápido, porque los hombres tenían hambre, Mau siguió caminando para adelante. Hasta que choco con un árbol, y luego cayo para atrás, los duende rieron, pero luego, fueron a su ayuda, rodeando su cuerpo y tratando de levantarlo.

—Tranquilos solo fue un descuido.

—Creo que estás pensando en Helena.

Mau esbozo una media sonrisa maliciosa.

Víctor era más peligroso que las espadas afiladas.

—¡Vamos!

Mau se abrió paso entre los árboles y llego al campo de concentración que indicaban las luces, quedo con la boca abierta cuando lo observo.

Había tiendas de campañas hechas con ramas y corteza de árbol también hogueras y hasta fogones hechos de tierra un total de doscientas tiendas.

¡Este era el verdadero poder de la druida!

El rio corría justamente por encima de las casas y hasta había fuego encendido, cuando los duendes vieron sus nuevas viviendas entraron en conmoción, ningún amo anterior les había dado tanto, y Mau sabía de ante mano que fue buena idea aliarse con Vanesa.

—¡Gracias Vanesa!—Dijo en su mente intentando hacer comunicación.

Una brisa se sintió en el campo de concentración y un remolino apareció en medio de las casa a una altura temeraria, las luces verdes se juntaron en ese punto y parecían que estaban haciendo bululú, luego unos rayos de luz eclipsaron la oscuridad. Y una silueta femenina emergía de ella, hasta que las luces se desvanecieron y dejaron a la vista una hermosa mujer de cabello largo y claro, de piel bronceada y clara, ojos claros, una tiara en medio de la frente, y un cetro en la mano derecha.

—No debes agradecerme apenas hemos comenzado.

Víctor reconoció la voz inmediatamente.

—¡¡¡Vanesa!!!—Dijo Mau incrédulo.

La primera vez que se mostraba ante sus ojos.

—Siento no haberme podido encontrar con ustedes antes, pero estaba un poco ocupada, saben que mi trabajo me consume.

Mau pensó en los gemidos de esta mañana.

—Eso no Mau.—Reclamo con el ceño fruncido.

Estaba en sus pensamientos.

Debida tener más cuidado. El lobo gruño.

Todos los duendes estaban asombrados con la presencia de la madre del bosque, mas no sentían miedo, pues siempre la veneraban como diosa.

Sin embargo no la miraban a los ojos directamente, pues era considerado como una ofensa de años de torturas. Vanesa fue descendiendo lentamente hasta que sus pies descalzos tocaron el suelo y apreciaron el pasto sencillo que había invocado por sobre la tierra seca que había hay.

—¡Ahora tenemos que empezar a construir los cimientos de nuestro reino!, pero antes,—Ella movió una de sus delicadas más e invoco a una mesa larga donde cabían muchas personas y algunas hadas de la naturaleza fueron poniendo comida en ellas, aunque en su mayoría para no decir totalidad, frutas y legumbres— ¡Comamos!




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