Noches de Luna Llena (luciano D Carpinsor)

15

Helena comprobando que estaba más que Linda, entonces llamo a Uki, y le dio un abrazo para despedirse. Cuando estuvo lista salió del cuarto y se escabullo hacia la biblioteca, estando afuera del castillo, contemplo un cielo estrellado y medio nublado, con una brisa leve que acariciaba los mechones de su cabello, y le decía que era una noche excepcional. Además de combinarlo con el sentimiento de riesgo a lo que conllevaba todo esto, esa adrenalina correr por sus venas solamente para verlo.

Era el más dulce manjar en la tierra.

Cabalgó salvajemente con su caballo negro y capa negra también, se abrió paso por los senderos que parecían se abrían delante de ella.

Al menos tardo media hora en estar en el rio de siempre, cuando bajo del caballo y se aseguró que nadie la había seguido, amarro su potro a un árbol y se entró a las orillas del rio, Mau estaba allí esperándola con su mirada vertida en la luna.

Hoy Mau vestía algo más elegante, una capa de color blanco y una camisa que se pondría un joven de la realeza. Helena recordó algo que dijo al consejo de sabios anteriormente, pero era un cambio abrupto. Le gustaba más verlo sucio, con magullones y mostrados sus monumentales y sexys músculos.

 —Amor casi me vuelvo loca quería estar contigo.

Mau salto de la roca con rapidez, se afinco en un piedra del rio y se puso a un lado de Helena, la tomo por la cintura acercándola a su pecho y tomo sus labios en un enardecedor beso, que hico arder a su lobo interior, la junto un poco más  a su cuerpo, y luego tomo con sus dedos ásperos la melena de la chica, estaba más lacia que antes y hasta más suave, olía genial tanto que embriagaba el olfato de cazador.

El sus labios rojos sabían a una cosa que nunca antes había probado, y los colmillos estaban tan erectos como su entre pierna.

Mau se estaba volviendo loco. Con calma le tomo del pelo y con un tono suave y ronco en su voz declaro algunas palabas.

—Ya te estaba extrañando.

Helena sintió como el corazón dejaba de palpitar por un momento, era áspero y tosco pero sincero, eso contaba más que una falsa prosa de amor.

Mau también olía bien, ahora usaba perfume, aunque le gustaba más cuando su sudor la empapaba y la dejaba olorosa a él.

—¡Calma Mau!

—Tengo ganas de hacerte el amor eso es todo.—Helena estaba sorprendida con la declaración del lobo, pero también tenía ganas de hacer lo mismo, como podía juzgar si, estaba en la misma situación.

Helena se aferró de la espalda de Mau y lo beso lentamente, disfrutando el sabor de su boca, que parecía ser carne, A Mau le gustaba mucho la carne, y el vino, pero también tenía ese sabor tan típico de si lobo, que no podía describir era una sensación entre durazno y melocotón, pero no podía asimilar nada con seguridad, porque solo era una aproximación. Aun no sabía que era esa extraña sensación que la hacía emborracharse del muchacho, ahora mismo se sentía en las nubes con tantos sabores en su boca.

Mau se separó por un segundo.

—Vamos a comer algo traje una cosa  nueva.

Mau volvió a ir a la roca en donde estaba sentado y saco la canasta que siempre traía, tomo de su interior dos platos y cubiertos, también una cosa que venía envuelta, en una cajita que parecía ser de algunas hojas, ¿Qué seria eso? Mau se las ingeniaba para hacerla pensar cada vez que venía.

—Se llama Pizza— Puso un pedazo en el plato aún estaba caliente y el vapor salía por la corteza de esa masa en forma de cono—, los duendes son muy avanzados y seguramente traerán al reino buenos inventos, no conocía estos alimentos hasta ayer y estoy completamente sorprendido.

Mau puso otro pedazo en el plato posterior, Helena se sentó sobre la manta que había puesto Mau, y entonces cogió su planto.

La Pizza estaba caliente.

 —Mau creo que me he quemado, pero esto huele delicioso.

Los colores en la masa eran muy diversos.

Helena casi gime cuando probó un bocado de la pizza, era muy variada y caliente sabía como si estuviera chupando el cuello de una sangre tan pura, que la hacía desmayar, era exquisita, pocas cosas en la vida se comparaban como esos placeres.

—¡Mau esta deliciosa!.

El lobo rugió en tono de celebración.

—Sabes los duendes saben cosas que nosotros no, tenemos a muchos como aliados, así que las cosas nuevas no faltaran. Y por cierto quiero darte otra sorpresa.

Helena arqueo una ceja.

Mau se levantó del suelo y sacudió sus pantalones, luego se introdujo en el bosque por unos segundos dejando a Helena en la completa soledad.

Cuando regreso poseía una sonrisa tan burlona que no dejaba nada bueno que esperar.

—¡Vamos Helena!

La ayudo a levantarse del suelo, y entonces la fue llevando a los adentros del bosque, cuando estaban cerca de la zona en donde Mau planificaba hacer su nido de amor. Él se detuvo y la miro a la cara.

—Voy a cubrirte los ojos, no quiero que veas la sorpresa antes de que sea el tiempo.




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