Noches de Luna Llena (luciano D Carpinsor)

42

Los días en la montaña del norte trascurrieron en paz, Helena se puso al cuidado de Mau, mientras era protegida y escoltada todos los días por Neen y otros dos lobos escoltas, nunca estuvo sola en aquella montaña tan amplia y tenebrosa, por miedo a perderse nunca dio un paseo con Uki, pero tampoco tenía tiempo, casi toda la gente fue al alojamiento brindado por los lobos, sin embargo todavía mucha gente no había evacuado, Víctor llego el día siguiente con desgarradoras noticias, Vanesa había dejado de existir entre las criaturas del bosque, un sacrificio que fue necesario para crear el sol, que  iluminaria la oscuridad, Helena aunque nunca había simpatizado con ella, lloro por pena, le daba mucha pena que se tuviera que sacrificar por ella, por Mau, por la ciudad, El lobo alfa aún no se había enterado, pero no descartaba la oportunidad de decírselo, ya que muchos de los generales no estaban en la ciénaga con Mau, las heridas del lobo sanaron rápidamente con la ayuda de las brujas blancas y zánganos, también ayudaron a toda su manada de Lobos, ese día sí que estuvieron atareados curando heridas.

Helena vio por la pequeña hendidura en la pared que contaba como una ventana en el palacio del rey Lobo, un sentimiento la estaba embargando desde hace días, unos extraños síntomas se presentaban en su cuerpo, pero nada que ver con los pensamientos furtivos y equitativos de un compromiso propio, o tan siquiera ella no lo quería ver así. El padre de Mau al verla tan distante llego por detrás cuidando que no lo escuchara y se quedó contemplándola un poco. Helena no guardaba buena relación con ningún lobo que no fuera, Mau o Víctor. Y no era su culpa, los lobos le temían, y también la trataban como una enemiga, cosa obvia por todos los daños proporcionados a su raza por su clan.

Cuando la vampiresa sintió aquella respiración pesada y honda detrás suyo giro de talones, cuando vio al padre de Mau entonces sintió como un escalofrío le recorría el cuerpo, su respiración se volvió un poco trabajosa, el rostro perfilado y limpio del alfa, lo hacían ver muy elegante, llevaba unos pantalones y una camisa de lord, casi como las que usaba su padre, también traía en la mano una copa de vino, sus ojos centellaban, tornándose entre un color gris y marrón, era desconcertante pero agradable, Helena no dijo ninguna palabra, en cambio el lobo fue el que insistió en iniciar una conversación.

—Los hijos no tienen la culpa de como sean sus padres.—Anoto y dejo que el aire se fuera llevando aquellas palabras tan inesperadas.

—¡¿Qué?!

El alfa le brindo una sonrisa tierna mientras cogía mas vino de la botella, el salón estaba en la soledad y el silencio era profundo como la oscuridad que los rodeaba.

—¡Te felicito! Hay que tener agallas para meterse con la raza enemiga, o tal vez para ti no haya raza enemiga, pero tan siquiera para tu padre sí. ¡Helena!—El respiro Hondo y se dejó caer con gracia sobre una silla de la mesa redonda— Mi hijo te ama profundamente. Y creo que no hay remedio para el amor.

Dio un largo sorbo a la copa, prácticamente saboreo el éxtasis de las uvas, casi que podía sentir la explosión en su boca. Luego se aclaró la garganta para seguir hablando.

—No pensé nunca que mi hijo se fuera a enamorar de una vampira… pero el mundo es así, tampoco pensé que iba a liderar una aldea de razas mixtas… pero me gusta que sea tan voluntario para traer la paz. Lamento mucho la pérdida de su druida.

Helena asintió con la cabeza.

—No tiene que preocuparse nuestras barreras son seguras, y ahora que los vampiros han sido eliminados todos, no creo que hayan más problemas.

El alfa resoplo.

—No digo eso… nadie se refirió a eso, lo que quería decir, es que deberían tener más aliados para poder conquistar la guerra. Nosotros los hombres lobos nos ofrecemos a ser sus aliados, no estarán solo para la próxima guerra, no lo estarán.

Helena cruzo los brazos.

—No creo que sea necesario su ayuda, nos las apañamos solos. Ahora mismo Víctor, está reconstruyendo la aldea, y Vladimir está buscando soldados para conformar un ejército, y como ya le dije como los vampiros han sido eliminados no creo que haya más problemas en siglos.—Una puntada ataco la cadera de Helena haciéndola hincarse y sostenerse en la mesa.

—¿Estas bien?—El alfa insistía en ayudar.

—Si no ha pasado nada.

La emoción del momento hizo que Helena se agitara más, entonces tuvo un mareo y su cuerpo desfalleció, El alfa rápidamente se levantó de la silla como si estuviera atrapando una presa, y cogió a la delicada vampira entre sus brazos, comprobó que tuviera pulso, se tranquilizó más al sentir la sangre entre sus venas, su piel estaba más pálida de lo común, abrió sus ojos para ver cómo estaban las pupilas, las encontró dilatadas y vagantes entre sus cuencas oculares, inmediatamente olfateo su cuerpo… el alfa se sorprendió mucho, pero a la misma vez una pincelada de alegría se incorporó en su corazón… cargo entre sus brazos a Helena y la llevo hasta donde estaban las brujas.

Cuando Helena despertó de su corto letargo, vio como El padre de Mau estaba allí parado esperando con paciencia, ella aun  no sabía porque estaba tendida en esa camilla, solo recordaba que estaba hablando con el alfa y luego cerro los ojos.

El padre de Mau se acercó y se sentó a un lado de su yerna.




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