Noches de Luna Llena (luciano D Carpinsor)

46

—¡Maldición! ¡No puede ser! ¿Uno como puede ser? Mi equipo y yo los exterminamos a todos, a todos. —Luego, los pensamientos invadían la mente del dragón. Puso sus manos en la cabeza y se aferró a su cabello, recordó entre imágenes bifurcadas antes de la maldición, antes de ser dragón, cuando aún era un capitán de la corte en el reino de un país frio sirviendo al príncipe Arthur. Mentalizo un poco y las imágenes se volvieron a colar en su mente, la última batalla que sostuvo con sus compañeros, en busca de uno de los últimos clanes de Nefelim,  sus compañeros escudando los ataques con fuego, y los demás atacando en la vanguardia, Ganaron, pero cuando pensaron que todos habían sido exterminados, recordó que una mujer pudo escaparse con un descendiente, el demonio quien podía ser el padre los ataco, mato a sus compañeros, el resistía, pero no lo pudo contener mucho, ni menos ganarle, entonces corrió y abandono a sus compañeros, se introdujo al bosque para no ser atrapado por ese demonio, y luego… encontró a el séptimo hijo del dragón del infierno. Igual de moribundo que Vladimir, recordó el pacto que hicieron y los dos se convirtieron en uno, Vladimir recobro sus fuerzas, con un poder inconmensurable y el dragón yacio en su interior tomando control en pocas ocasiones. Con un destello de rapidez llego nuevamente a donde estaba la guarida del clan de demonios, pero era tarde para sus amigos, ya estaban muertos. Estallando en rabia y furia mato al a ese demonio y busco al último pero no lo encontró. Nunca lo encontró. En la cabeza aun yacía el dolor y la rabia de aquellos retazos de recuerdos, sintió una puntada en la cabeza que lo hizo jadear y recostarse en la mesa redonda para no desfallecer. La bestia quería tomar control de él y se manifestaba en su interior.

<<Déjame salir Vladimir ya es mi hora, el séptimo hijo debe regresar al volcán y reclamar el trono>>

—¿Estas bien?—Pregunto Víctor.

Con fuerza los contuvo hasta que se recuperó.

—Si estoy bien. —Tomo su casco, odiaba sentir ese fuego dentro de él y también odiaba escuchar la voz del dragón.

Solo hizo ese pacto por sacar provecho, necesitaba vivir para vengar a sus caídos.

Víctor lo miro de pies a cabezas.

—Porque no descansas un rato.

—¡No!—Negó con absoluta firmeza.

El lobo alzo las manos por encima de sus hombros. No lo discutiría si así fuera.

—Con respecto a la pregunta… ten en cuenta una cosa. Si ese maldito Nefelim se acerca a la aldea, le voy a quitar la vida usando mis propias manos—Alzo un puño cerrado con dureza y lo coloco enfrente de la mirada esquiva y vaga de Víctor.

El dolor en sus ojos y la ira de sus palabras le decía al lobo que no era momentos de bromas.

—Bien es por nuestra seguridad.

Con orgullo de dragón abandono la sala.

 

Un vampiro voló de la rama al bosque para ocultarse, en su espalda ya tenía ocho flechas clavadas y la rodilla hecha pedazos, jadeaba con cada corto vuelo que daba, su enemigo lo había mancado tanto que no podía moverse, a duras penas escapaba rezando para no ser encontrado.

—¡Argh¡—Gruño cuando intento afincar la rodilla hecha polvo.

Y por efecto de la gravedad resbalándose cayo de la rama al suelo. Dándose un golpe tremendo, en el suelo se estremeció, y también se tambaleo. Aun sollozando con la única esperanza de escapar se comenzó a arrastrar, dando pequeños pasos en falso.

Hasta que escucho ese silbido proveniente del mismo infierno.

Él se asustó más.

—¡Dios por favor ayúdame!

Tembloroso elevo plegarias al cielo. Hasta que sintió un aliento caliente detrás de él, y la mano fuerte del hombre. Elevándolo en el aire.

—No te servirá de nada pedir socorro, tu raza está destinada a morir maldito demonio.—El vampiro empezó a llorar quebrando su voz, en suplicas al exterminador—, llora, como la plaga que eres, no son más que cucarachas que van a ser exterminadas por mi zapato. Hoy pagaran su pecado.

El cazador lo lanzo con fuerza hacia un pino, el vampiro casi inmóvil solo sollozo de dolor y cayo paulatinamente sentado al suelo.

—¡Piedad!—Rogó.

—No hay piedad para los que obstruyen la justicia.

Con fuerza en un movimiento rápido, el hombre con armadura negra, clavo su espada en el pecho del vampiro, arrojándola, haciéndolo chirrear de dolor.

—Me gustan como suenan tus gritos.

Luego desenterró la espada y lo degolló, cortándole la cabeza en un segundo, y sacando su corazón en otro, luego miro a la sucia sangre de vampiro corriendo por el bosque. Y escupió el cuerpo de su víctima.

Finalmente aplasto el corazón del vampiro con sus manos y lo arrojó al suelo.

—Pagaran por lo que hicieron, cada vampiro y hombre lobo en la faz de la tierra.

Luego saco sus alas completamente negras, y se elevó en vuelo, Darius portaba aquella mirada que asesinaba con los ojos. Y una espada con la que derramaba sangre.

 




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