Noches de Luna Llena (luciano D Carpinsor)

47

Helena recorrió el cuerpo de Mau con su mirada inquisitiva.

El pobre lobo se sintió un poco avergonzado y también trastornado, pero sin ningún tipo de pudor ella se contenía en ver aquel cuerpo con su torso poderoso,  Mau lentamente fue poniendo sus manos encima del cuerpo tan perfecto de la vampiresa, deposito una de sus manos en el valle de los muslos tan cilíndricos y suaves, yacían acostados en la cama, viéndose, observándose, disfrutando de aquel silencio perpetuo, ella paso sus dedos suavemente por el rostro delicado de Mau, sintiendo la barba mermada pero creciente en su mandíbula perfilada. Luego con agilidad bajo un poco más, hasta llegar al pecho y recorriendo la pequeña brecha de dividía su cuerpo, tomo prisionero el pezón morado de su lobo, jugueteo con él, hasta que empezó a retorcerse, la vampiresa siguió trazando su recorrido y dejando el tórax, bajo hasta el abdomen, Mau sintió como un respingo lo invadía por todo el cuerpo, subiendo desde sus caderas y compenetrándose alrededor de su espalda, Helena Termino su recorrido cuando sintió el vello profundo de Mau, deteniendo sus dedos vagos entre el ombligo del hombre y la manta que cubría su denudes. Allí descanso un momento mientras observaba sus ojos, aquellos ojos varoniles color azabache, la mirada que la hizo temblar desde que lo vio convertirse en un hombre.

—¿Por qué eres tan lindo?

Mau dedico una de sus risas burlonas y casi imperecederas en los momentos más importantes.

Con fervor y un ardiente deseo de consumir todas las pasiones de su interior, para que se apagaran las flamas llameantes que desbocaban su corazón, beso a su amada, rozo con los labios, aquella dulce boca, y con la lengua pidió permiso para entrar, no le importaba el tiempo que se tomaría para hacerle el amor una vez más con aquel deseo que hacia emerger su voluptuosidad, succiono suavemente los labios de su amada, era húmedo, también caloroso, su boca estaba llena de aquella sencillez y sutilidad al besar que volvería loco a cualquiera que lo hiciera tan si quiera una sola vez. Mau se apartó por un momento para ver el rostro casi cerrados de Helena, su rostro yacía en un placer innato que quizá era de lo mejor para el lobo, le encantaba tenerla de esa manera, rápidamente pero siendo cuidadoso y sutil, puso una mano en su cuello, sintió aquel calor que emanaba la vampira y sus instintos mas internos despertaron del letargo. Ardiendo como una llama en pleno incendio, lamio su cuello hasta llegar a su pecho, ella desplazo una de sus manos desde sus caderas hasta la cabellera desenfrenada del hombre lobo, peludo pero excitante, o tan siquiera para ella, era lo más exquisito que había probado en mucho tiempo. Le encantaba como los cabellos de Mau le acariciaban el vientre y su entre pierna cuando la estaba besando desenfrenadamente.

—Tú eres la que siempre está linda. Mas  cuando gimes de placer y te retuerces de cansancio entre mis brazos.—Mau conservo su mirada fijada en aquellos ojos celestes claros. Un ambiente muy íntimo se creó entre ellos, casi como si necesitaran hablar más. Hacer el amor con palabras más que con el cuerpo.

Helena casi rio con la declaración de su amado, y hasta temió en estar convirtiéndose igual de desenfrenada con la bromas de mal gusto, o simplemente se había acostumbrado a aquella actitud tan deliberante del hombre lobo. Mau bajo lentamente la fina manta de seda roja que cubría el cuerpo de su vampira, cuando la desnudez de Helena estuvo casi al descubierto ella lo detuvo y cogió las manos de Mau, indicaba con la mirada resplandeciente que solamente quería ser acariciada y no saciada en su totalidad, Mau entendió rápidamente y fue a besarla apasionadamente cortando cada capa de distancia entre ellos, Mau se colocó al frente de Helena, soplo su aliento por sobre su nariz, haciéndola cerrar los ojos al sentir el aire caliente sobre ella. Luego paso un dedo por sus labios, acariciándolos, seguían una línea delicada hasta su descenso, eran suaves y morados, pero iban a quedar más morados e hinchados cuando sintiera los suyos presionándolos hasta el amanecer, Helena puso una mano en la espalda marcada del lobo, y clavo sus uñas allí, sufriendo incontables respingos de pasión, era como mezclar el fuego y el hielo a la misma vez, con esa sensación tan extraña en su pecho, sentía como Mau se esforzaba por contenerse, pero hoy no quería solo hacer el amor, quería inmortalizarlo entre el roce de su piel desnuda con la suya.

Mau con su boca, beso apasionadamente pero con delicadeza cuidando de no sacar los colmillos y clavárselos en la mandíbula.

La virilidad del hombre lobo tomaba forma entre sus piernas, y Helena podía sentirla sobre la fina capa de seda que no ayudaba en mucho,  también era conmovedor ver, como por ella se ponía en ese estado, Mau también era un chico muy romántico cuando se lo proponía, solamente que estaba siendo embargado por la bestia en su interior, sin embargo cada parte de él, le gustaba perfectamente a Helena.

—¿Seguro que no nos interrumpirán?

Mau echó un vistazo a la puerta.

—No lo harán.

Helena revolvió la manta y acaricio las piernas musculosas y definidas de su amante, eran perfectamente duras, se sentía tan bien hacer aquello que lo repitió una vez más.

—¡Argh!            

Mau gruño al sentir como las delicadas curvas de Helena se movían debajo suyo, era tan excitante que por un segundo creyó que se correría, pero tan siquiera pudo contenerse, aunque no era un trabajo fácil teniendo a todo ese monumental cuerpo de ninfa abajo del suyo, haciéndole la presión indicada para sentirla con cada mísero centímetro de su cuerpo, pero cuidando súbitamente de no hacerle daño con la fuerza de su lobo, su interior ya se estaba poniendo tan caliente como el fuego de una fragua, con su boca iba trazando pequeñas marcas en la piel, la textura de la vampira se ponía roja y también dura, hasta que su cara se desfiguraba del placer y dolor, una mezcolanza rara pero gustosa, a Helena le encantaba que le clavaran los dientes como si no hubiera un mañana, asimilaba cuando conseguía una presa tan buena que se negaba a compartirla con nadie, siendo devorada tan ferozmente se sentía mas mujer que nunca, hasta podía decirse que se sentía viva, hasta que los gemidos interrumpieron el silencio, haciéndose tan constantes como las respiraciones trabajosas que compartían entre sí. Era una batalla sin derecho a tregua que ganaría quien tuviera una resistencia más propia que mutua, Mau no resistió más y fue a morder y lamer el pezón tan erizado y duro, le encantaba hacerle saber, que sus pechos eran los mejores del mundo.




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