Noches de luna llena: sed de sangre y venganza

Extraviada

Al sureste de Europa, específicamente en Rumania, cuenta la leyenda de que existió un pequeño grupo de hombres lobo que habitaba en el rincón más recóndito y apartado de los montes Cárpatos; mismos montes que rodean los bosques de Transilvania.

Según cuentan los pueblerinos que vivían cerca del lugar, que todo sucedió en la Rumania renacentista, aquella época del estilo brâncovenesc o renacimiento Valaco. Para aquel entonces las cosas eran muy diferentes, y es que, en 1700 la ética y la estética dominaban las calles, siendo una de ellas la detonante de esta historia.

Todo comenzó una noche de septiembre de 1714, cuando una bella y joven mujer llamada Nicoleta, se introdujo en el bosque en busca de privacidad luego de discutir con sus hermanos. La doncella ignoraba por completo el peligro al que estaba expuesta.

Pasada la media hora, Nicoleta decidió que era tiempo de volver a casa, pero se perdió en el camino de regreso, pues, era despistada en cuanto a temas de orientación. Acompañada del silencio y con la visión algo borrosa, la dama intentaba salir del bosque, pero lo que no sabía era que, en lugar de caminar hacia la salida, lo hacía en dirección contraria.

—¡Cielo santo! ¿Cómo voy a salir de aquí? —se preguntaba la joven en voz alta.

A medida que la noche avanzaba, el corazón de Nicoleta se aceleraba más y más, y una sensación de que la observaban hacía que entrara en estado de pánico rompiendo en llanto. Siguió caminando hasta encontrar un tronco en el cual se sentó para descansar.

Secando sus lágrimas, pensaba en que iba a morir. Repentinamente, escuchó el crujir de las hojas secas en el suelo, eran pasos. Nicoleta empuñaba la frondosa falda de su hermoso vestido de color azul celeste y encajes blancos.

Los pasos se escuchaban cada vez más cerca y la joven comenzaba a respirar más rápido. Miraba a todas direcciones hasta que vio una silueta masculina que lentamente se acercaba a ella. Un hombre de apariencia extraña la miraba fijamente mientras que, ella se resignaba a perder la vida esa misma noche.

—¿Qué haces aquí? ¿No te advirtieron tus padres del peligro que representa venir a este lugar? —cuestionó el extraño sujeto.

—Me perdí, solo quiero regresar a casa. —Nicoleta respondió sollozando.

—Vas en dirección opuesta —dijo el hombre —¡Lárgate y no regreses!

Nicoleta se levantó y corrió en dirección a la salida del bosque. Al llegar, se detuvo intempestivamente, luego miró hacia atrás para ver si aquel extraño hombre la seguía. Al cerciorarse de que nadie iba tras ella, siguió corriendo hasta llegar a su enorme morada.

Sus padres la regañaron fuertemente, pues estaban muy preocupados por ella. Nicoleta se disculpó y subió a su recámara. Al entrar a su habitación, la joven se apoyó en la puerta y comenzó a llorar. Las imágenes del sujeto del bosque invadían su mente y, a pesar de que vivió una experiencia terrible, aun le costaba creer lo que minutos antes había visto.

Nicoleta jamás le contó a nadie lo que vivió aquella noche, aun pudiéndose tratar de algún asesino que había llegado al pueblo, pero a juzgar por las apariencias, más bien era alguien o mejor dicho algo que, pese a no verlo con claridad a causa de su visión borrosa y la tenue luz de la luna, Nicoleta juraba por su vida que aquel ente extraño que vio se trataba de un hombre lobo.

La doncella se dio un baño y no dejaba de pensar en aquello, al salir se dio cuenta de que la ventana de sus aposentos estaba abierta y temía que, lo que le habló en el bosque la siguiera e ingresara a través de la ventana para atacarla. Rápidamente la joven cerró la ventana y en su defecto las cortinas, evitando así también, el viento helado y su sonido espeluznante que el mismo causaba.

—¿Estaré enloqueciendo? —se preguntaba como si se analizara a sí misma de que estaba cuerda y que lo que había visto era tan sólo producto de su imaginación. Se vistió y se preparó para dormir, pero varios golpes en la puerta no la dejaron siquiera arrodillarse al costado de la cama para orar —¿Quién es?

—Olvidó tomar su té, señorita —habló la criada desde el otro lado de la puerta.

Nicoleta caminó para abrir y recibir el té, el cual bebió de un solo sorbo ante la mirada de asombro de la criada. Le entregó la taza a la mujer al tiempo que le deseaba las buenas noches y salvajemente cerró la puerta.

Dispuesta a orar; Nicoleta se inclinó al costado derecho de la cama, y elevó una plegaria al cielo pidiendo coraje para olvidar su amarga experiencia aquella noche sombría de septiembre. Levantándose lentamente, la joven se acomodó la ropa y sin rodeos se acostó a descansar.

Pese a lo que vio en el bosque, la señorita Dragomir-Sigmaringen, hija de un hombre pudiente descendiente de la realeza rumana, no tuvo pesadillas por lo menos esa noche.

A la mañana siguiente la joven despertó temprano pues pronto su institutriz llegaría para dictarle clases de literatura y lenguas. Las criadas la ayudaban a vestirse y arreglarse para iniciar su jornada, habiendo terminado, la dama bajó lentamente por las escaleras disponiéndose a recibir sus clases.

Así pasaron los meses; Nicoleta no salía mucho de casa, solo cuando había cenas de gala o eventos en los que la dama era presentada en sociedad. La hija de Georgescu ya era mayor de edad y estaba interesada en contraer matrimonio, pero ninguno de los hombres que se presentaban ante ella eran de su interés.




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