Nicoleta había regresado al pueblo a la mañana siguiente, pero no estaba conforme y quería saber quién o qué era Razvan. Su curiosidad era cada vez más grande y no descansaría hasta saber si aquel extraño sujeto que habitaba el bosque, era un hombre lobo de esos de los que tanto hablaban en el pueblo, o era simplemente alguna patología extraña que padecía y no se dejaba ver por mera vergüenza.
Todos le preguntaban a la señorita que le había pasado, pero ella debía cumplir con la promesa que le hizo a Razvan la noche anterior. Nicoleta sostenía la versión de que había tropezado con un tronco que estaba atravesado en medio del camino, pero la gente no se convencía por el estado de sus vestiduras.
En cuanto a la desafortunada mujer que hallaron muerta, no se sabía con precisión lo que le había ocurrido. Pero no falta nunca en el pueblo la persona que siempre inventa cosas y le da origen a rumores que para nuestra época no tendrían mucho sentido, aunque aquí hablamos de la Rumania renacentista, en donde en parte aún se condenaban a las mujeres que practicaban cualquier ritual extraño. Una de las señoras del vecindario dijo que la fallecida era bruja y que entes malignos habían llegado por ella debido a una deuda.
Otros cinco meses pasaron y Nicoleta volvió a adentrarse en el bosque aprovechando que las demás personas del pueblo celebraban un matrimonio. La chica buscaba a Razvan, quien a lo lejos deambulaba con un conejo muerto en sus manos. Afortunadamente era una noche de luna creciente, cosa que la hija de los Dragomir-Sigmaringen ignoraba ya que, si hubiese sido una noche de luna llena, Nicoleta hubiese corrido con la misma suerte de la otra mujer.
Razvan quien volvía de cazar para su alimento, vio que la mujer había regresado y muy molesto, caminó hacia lo más profundo del bosque intentando perderla. Pero Nicoleta no se daba por vencida; ella insistía en querer ayudar, así que corrió tras él en medio de la neblina que dominaba el bosque.
—¡Espera! —gritaba la dama en su intento por alcanzarlo.
Finalmente, logró coincidir con la pequeña madriguera en la que Razvan permanecía oculto.
—¿Qué quieres? ¡Aléjate! —Razvan hablaba fuertemente para hacerla entender que no debía seguir en aquel lugar.
—Quiero ayudarte
—¡Tú no entiendes! —habló Razvan con firmeza y de tal manera que Nicoleta se alejara de él.
La señorita Dragomir-Sigmaringen no comprendía el motivo por el cual aquel solitario hombre se comportaba de ese modo. Ella lo miraba detalladamente hasta darse cuenta de que Razvan no era ningún hombre lobo, o eso creía. Nicoleta pensaba en que él solo se ocultaba por su apariencia, fue allí que decidió brindarle ayuda así el ermitaño no la aceptase o lo hiciera de mala gana.
Razvan aceptaría la ayuda de la dama si ella cumplía con la promesa de no visitarlo en épocas de luna llena; ya que en ese tiempo necesitaba estar solo, al menos esa era su excusa. Sin preguntar el motivo por temor a la reacción del sujeto a tal pregunta, Nicoleta aceptó.
Cuatro meses le tomó a la joven rumana para ganarse la confianza del habitante del bosque, a tales extremos que Razvan comenzaba a encariñarse con ella de manera extraña. Nicoleta lo visitaba con frecuencia y llevaba canastos con frutas y mucha carne para demostrarle que podía confiar en ella.
Cuando la luna estaba aproximándose a su fase de luna llena, Nicoleta permaneció en casa cumpliendo con su promesa. Mientras que, en las calles, muchas personas corrían peligro ante la presencia de algo extraño que acechaba a los habitantes del lugar.
Nicoleta sentía algunas veces que Razvan tenía algo que ver, como si se tratase de un hombre lobo, pero esa idea no tenía sentido para ella a pesar de que muchos decían que existían y que masacraban a los habitantes del pueblo.
Al interior de su habitación, la joven caminaba y daba vueltas en su desespero por querer salir. Se asomaba una y otra vez para ver a los hombres valientes y armados con antorchas y escopetas en busca de lo que fuese que asesinaba cruelmente a las personas en las calles durante las noches de luna llena.
—¿Será posible que yo esté tratando con un ser peligroso? —se preguntaba la mujer mientras observaba al grupo de hombres alejarse de camino al bosque —¿O es que solo estoy conspirando en contra de ese solitario hombre?
Unos golpes en la puerta de su habitación le hicieron saber que alguien la llamaba. Ese alguien eran sus padres quienes querían asegurarse de que su hija menor no había escapado esa noche para ir a curiosear. Nicoleta abrió la puerta y bajo la mirada de sus padres, la joven preguntó si pasaba algo al interior de la casa.
Los Dragomir-Sigmaringen le respondieron que todo estaba bien, solo querían cerciorarse de que ella estuviera al interior de la habitación. Habiendo comprobado esto, los padres de Nicoleta se resguardaron en sus aposentos y la joven, al igual que sus hermanos, permanecieron en sus habitaciones toda la noche.
Al amanecer, las cosas aparentaban calmarse en las calles. Las personas comenzaron a salir recelosamente por temor a que el horror de la noche anterior siguiera acechandolos. Debían aprovechar el día, pues, al caer la noche, aquello regresaría para arrebatarle la vida a todo aquel que estuviese a su paso. Pasadas las noches de luna llena, Nicoleta volvió a visitar al ermitaño, pero esta vez lo hizo de día, pues, su padre le prohibió salir de noche.