En las lejanías del bosque, Razvan caminaba con su hijo en brazos que, aun no dejaba de llorar por su madre. El hombre algunas veces pensaba que fue un error haber hecho suya a Nicoleta, pero al ver los ojos de la pequeña criatura en sus brazos, sentía que era lo mejor que pudo haberle pasado.
Razvan ya no estaría solo nunca más. Regresó con los miembros más cercanos de su familia, lo ayudaron con el cuidado de Paul hasta sus diez años. De ahí, padre e hijo se mudaron a un lugar más tranquilo en donde Razvan le enseñó al pequeño a cazar y sobrevivir.
Mientras que el ermitaño y su primogénito vivían en una cueva pequeña, Nicoleta seguía disfrutando de su vida lujosa como si nunca hubiese conocido al hombre del bosque, ni mucho menos como si hubiese tenido un hijo con él.
Ya nada le importaba, pues, la mujer se casó con un apuesto millonario y tuvo dos hijos con él. Jamás le comentó a nadie, ni siquiera a su esposo lo que ocurría en las profundidades del bosque de Transilvania. De hecho, le hizo creer a su esposo y a su familia que aún era virgen cuando contrajo matrimonio con él.
Una mañana de julio de 1725 a eso de las nueve y treinta, Razvan se encontraba recogiendo algunos frutos para comer. El hombre estaba tranquilo, la compañía de su hijo hacía que Razvan se olvidara de su maldición, haciendo que caminara más cerca de los límites con la ciudad sin temor de lastimar a alguien. Aquel sujeto sólo deseaba tener una vida normal y criar a su hijo como cualquier ser humano, pero sabía que en ciertas épocas del año las cosas se tornaban oscuras y siniestras.
Razvan tenía miedo, un miedo infinitamente grande al no saber lo que hacía cuando la luna llena aparecía en el cielo causando su terrible transformación en aquella bestia desalmada, inconsciente del terror que causaba a su alrededor cuando en forma de lobo caminaba por las silenciosas calles de Transilvania en busca de alguna víctima, no importándole si era animal o un ser humano distraído caminando tranquilamente a altas horas de la noche en aquellas calles, ignorando el inminente peligro al que iba expuesto, a aquello desconocido que lo acechaba, ignorando por completo que, aquella feroz bestia de dientes afilados y ojos brillantes estaba a un paso de devorar su blanda carne causando un inigualable dolor en cada músculo rasgado de su débil cuerpo ante la presencia del peligroso licantropo.
El pequeño Paul también estaba condenado a la maldición de la luna llena. Independientemente de si era hereditaria o no, de igual forma el niño estaba condenado a vivir aquella pesadilla al igual que su padre. Pero, lo que ambos ignoraban, era que el niño era aún más peligroso que su progenitor. Paul durante el día, solía ser un niño feliz y juguetón, lleno de curiosidad y de ganas de vivir. Para él su padre era todo lo que tenía, y sentía que, si lo llegaba a perder, lo perdería todo en el mundo. Por eso, a medida que crecía buscaba la forma de proteger a su padre a toda costa, especialmente cuando se sentía débil, o triste al recordar lo mal que lo trató Nicoleta marchándose lejos. Algunas veces Razvan pensaba que lo hizo por miedo, pero lo que jamás pudo superar fue el hecho de que aquella mujer abandonara a su hijo una noche en medio del bosque.
Razvan aprovechó que era de día y llevó a su pequeño hijo a caminar por la ciudad. Paul veía con asombro a los otros niños, además, la arquitectura era algo majestuoso ante sus ojos que apenas hasta ese día veía la civilización.
—¿Viviremos aquí, padre? —preguntó el niño emocionado pensando que la respuesta era positiva.
—¿Quieres vivir en la ciudad, Paul? —cuestionó Razvan —Sabes que sería peligroso para ambos y para las demás personas.
—Entiendo —comentó Paul desilusionado ante la respuesta de su padre.
Razvan no soportaba la mirada triste de su hijo, pero era algo que no podían hacer. Vivir cerca de la gente sería una condena para ellos, por eso vivían en el bosque.
Luego de un largo y entretenido paseo por las calles de la ciudad, Razvan y Paul regresaron a su casa y permanecieron allí durante el resto del día. El hombre revisaba el calendario lunar para calcular la próxima aparición de la luna llena, pero por más que lo intentaba, siempre causaba estragos en la ciudad. Sin mencionar que su hijo también asesinaba y devoraba.
Así, los meses corrían y Paul disfrutaba cada segundo con su padre. Siempre salían a caminar, el pequeño poco a poco conocía las calles y aprendía cosas nuevas acerca de las personas. Pero, algo lo inquietaba. Ese algo no era un objeto en sí ni una situación que robara su atención y provocara su desvelo durante las largas noches, era alguien. Alguien que llegó a su mente intempestivamente y que, de algún modo debía encontrar para obtener respuestas.
Paul deseaba volver a ver a su madre y preguntarle la razón por la cual lo abandonó. Aunque ya sabía la respuesta, el curioso niño quería escucharlo de su propia madre. En ocasiones sentía el impulso de decirle a su padre que lo ayudara a buscar a Nicoleta, pero evidentemente Razvan iba a contestarle con un “no” rotundo y hasta podía castigarlo si seguía con esa loca idea de buscar a la mujer.
El intrépido niño pensó escapar del bosque, pero sabía que al regresar su padre lo castigaría fuertemente y eso era algo que Paul no quería experimentar. Ya que, a pesar de que su padre era amoroso con él, algunas veces su fuerte temperamento y su mal carácter lo hacían sentir temor de él. Así que lo mejor era esperar un largo tiempo para poder encontrar a Nicoleta y obtener las respuestas que tanto anhelaba saber.