Noches de luna llena: sed de sangre y venganza

El deseo de Paul

 Al llegar a la mayoría de edad, Paul comenzó a aventurarse en el pueblo sin decirle a su padre. En realidad, el joven ya estaba cansado de seguir órdenes, por lo que pensó que ya era hora de iniciar su propia vida. Paul estaba encantado con la gente, quería hacer parte de la civilización, tener una vida normal pese a su maldición y deseaba hallar el modo de poder controlar la maldición que padecía por herencia de su padre.

Aún siendo consciente de la furia de Razvan y las consecuencias a qué atenerse en caso de volver al bosque, Paul se encaminó hacia el pueblo para conseguir ayuda, ignorando el error que estaba cometiendo. Pero, algo le decía que se detuviera. Algo como una voz en su interior le estuviera advirtiendo que no lo hiciera, porque allá afuera, había alguien que sabía quién era y no iba a dudar en decirle a todos que él representaba un peligro inminente para la sociedad. Ese alguien era su propia madre, que para nada lo quería por ser como era.

—No, no puedo —balbuceó el joven y miró hacia atrás —no puedo hacerle esto a mi padre.

Paul regresó a su hogar, en donde Razvan lo esperaba de brazos cruzados. El joven se disculpó con su padre y esperó por su castigo.

—Nicoleta Dragomir-Sigmaringen. —pronunció Razvan decidido a que ya era hora de que Paul supiera por lo menos el nombre de la madre de su hijo. —Ese es el nombre de tu madre, Paul. Es todo lo que sé de ella, no puedo ayudarte más.

—¿Por qué se fue? Dime.

Razvan suspiró y dijo —por la maldición que nos condena. Ella sabía mi secreto, sin embargo me dejó acceder a su ser sin importarle las consecuencias. Te dejó abandonado en el bosque una noche hasta que yo pudiera encontrarte, así que si es esa la respuesta que buscas, ya la sabes.

Paul inclinó la mirada, apuntándola hacia una roca que estaba a un costado de su pie. Apretó los labios y respiró profundo demostrando un poco de tristeza. —¿Qué culpa tengo yo?

A lo que Razvan respondió —No tienes culpa alguna en esto. —se acercó a Paul y puso sus manos sobre los hombros de su hijo —Ya estás en edad de comprender las cosas, hijo. Y lo mejor es que entiendas de una vez que si ella jamás volvió, es porque nunca te amó y jamás va a volver.

Paul se alejó de Razvan y miró hacia lo lejos, observando a varios miembros de la familia recolectando frutos y cazando conejos para comer. —¿Y si llego a su morada para encararla?

—¿Acaso enloqueciste? Puede ser peligroso si los habitantes del pueblo se enteran de que tú eres como eres, Paul. —Luego gritó —¡Basta ya de pensar en ella!

Los demás miembros voltearon a mirar cuando escucharon el grito de Razvan reprendiendo a su hijo. En el fondo, el hombre estaba asustado y temía por la vida de su único hijo ignorando que, aquel joven de cabello castaño y delgado cuerpo, guardaba en su interior a la bestia más temible que haya nacido en la tribu de malditos.

Era imposible para Razvan convencer a Paul de desistir de aquella loca idea de encarar a su madre, la doncella descendiente de la realeza rumana que sin duda, no recordaba con tanta frecuencia que su primer hijo existía, y si lo hacía, le importaba poco en qué condiciones se encontraba Paul, ni mucho menos, si el bastardo seguía con vida.

Nicoletta seguía dándose la buena vida rodeada de lujos y compartiendo con sus otros hijos, los únicos ante los ojos de la sociedad. Misma sociedad que la señorita Dragomir-Sigmaringen mantuvo engañada por mucho tiempo. A pesar de aquella mentira, los padres de la mujer decidieron guardar silencio al igual que sus hermanos. No querían verse involucrados en un escándalo y tampoco querían problemas con la familia del esposo de Nicoletta. Los Dragomir eran personas demasiado vanidosas que solo se preocupaban por las apariencias y el qué dirán de las otras familias pudientes y de clase alta de la región.

La dama educaba a sus hijos del mismo modo en que ella fue educada por sus padres. Nicoletta los preparaba para la mayoría de edad y presentarlos ante la sociedad, la cual se preguntaba si aquellos jóvenes se casarían y qué tan pronto lo harían. La cultura en aquella región de la Rumania renacentista, era excéntrica y algunas familias pensaban que la juventud temprana era la época ideal para contraer matrimonio.

Mientras tanto, en medio de su crisis, Paul ideaba un plan de escape. Pues estaba enterado de que su padre y varios miembros de la familia lo vigilaban, pero pronto se darían cuenta de que no serviría de nada retener al muchacho ya que, era un monstruo en todo el sentido de la palabra. Un monstruo hambriento de carne no importa de qué, sediento de sangre y cegado por la ira y el rencor que solo desataría si saciaba sus infinitas ganas de devorar alguna presa.

A pesar de ello, Paul, en su forma humana era capaz de controlar todos sus impulsos asesinos y bestiales que evidentemente no podría calmar mientras estuviera convertido en aquello que debido a su maldición, quedaba al descubierto cada noche de luna llena. Ya había una infinidad de detonantes para lo que se avecina muy pronto en la trágica y nada romántica historia de este muchacho cuyo corazón se ennegrecía y petrificaba conforme pasaban los años. No fue sino hasta cumplir los veintiocho, que Paul decidió autoexiliarse para no dañar al resto y menos a las personas del pueblo. Él era consciente de que nadie tenía la culpa de sus desgracias, a excepción de su madre, que luego de su desesperado afán de querer verla para estar con ella al menos por un día, ese deseo de tenerla de frente se convirtió en un anhelo satánico y oscuro, en donde fantaseaba con acabar con su  vida. Solo eso y nada más.




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